Una ciudad para dos extraños

2023-09-16 Oriana Ontiveros

Nora acostumbraba subir esa montaña cada mañana y justo ese día, en la cima, sentía la humedad de la lluvia mezclada con el aire y el olor a grama, cada respiro que tomaba se sentía como un respiro de la realidad y de la cotidianidad. Aquella mujer en sus veinte años se dedicaba a trabajar de manera constante, complementando sus días con momentos de paz como ese.

Mientras más subía, cada centímetro de su cuerpo se quemaba y dejaban un rastro de satisfacción en su mente, para Nora la fuerza y el dolor en sus músculos eran refrescantes. Cuando llegó al punto máximo solo podía divisar una pequeña ciudad, era tan mínima que con la vista lograba ubicarla en la palma de su mano, se sentía única y gigante en ese espacio, solía agradecer la soledad del lugar y la aventura de lograr subir hasta allí.

Cuando su mente dejó de percibir solo su silencio y respiración, se percató de que había una figura inmensa acechando en la sombra, su estómago se volcó en incertidumbre y duda, con sigilo volteó procurando no mostrar un semblante alarmado y asustadizo.

Aquel hombre estaba ensimismado con la vista, sus ojos eran de un negro casi indescriptible y una altura que dejaba a Nora paralizada y no exactamente de temor.

—Lo siento, no era mi intención asustar. 

Las palabras de aquel chico fueron en descendencia para cuando se acercó a Nora. Aunque había tratado de disimular su sorpresa, sus labios pálidos habían sido los que revelaron sus emociones, sin embargo, algo en sus adentros se sentía seguro.

—Bueno, lo siento también, normalmente no veo personas subir hasta acá. 

Nora de manera rápida deslizó aquellas palabras y fue cuando el aire pidió a gritos entrar a sus pulmones.

—Sí, yo también lo he percibido, solo que no acostumbro subir a estas horas de la mañana, me gusta subir en las tardes. 

Sus labios se dibujaron en una sonrisa chistosa y ahí sus hombros empezaron a relajarse.

—Oh, entiendo, bueno, oficialmente ya no es solo mío —Para Nora aquel comentario iba cargado de comedia, pero sentía miedo de ser un poco tajante u odiosa.

—Bueno, yo tuve que cambiar un poco mi rutina, quizá tengamos que compartirlo, ¿no te molesta? 

La risa del chico había llenado parte del espacio y fue cuando se dio cuenta de que quizá no había algo que reprochar, al contrario, ¡qué suerte haber subido hasta ese lugar y encontrarse con esos ojos marrones! Nora era una chica un poco robusta, tenía hombros delgados y anchos, una cintura de avispa y las caderas que le hacían tener la forma de una guitarra, su cabello estaba recogido en una pequeña coleta y su ropa deportiva acentuaba un cuerpo que subía montañas constantemente.

—-Me presento, mi nombre es Colombo…

—Mucho gusto, yo me llamo Nora.

Para colombo, a primera vista, Nora había sido inesperada, y para ella igual. Quizá y solo quizá, Nora y Colombo eran una posibilidad en el universo.

                            1. El corazón quiere lo que quiere

 Cuando ambos decidieron descender de las alturas, empezaron compartir tantos gustos en común y maneras de pensar que habían sentido que su recorrido tenía la distancia semejante a conocerse una de toda la vida, Colombo había disfrutado de su compañía y escuchar a lo que se dedicaba la mujer tan espléndida que bajaba a su lado.

Nora era una florista y amante de la escritura, pasaba sus días complaciendo los sentimientos ajenos a través de sus manos y talento, era aclamada por las personas y en ocasiones se dedicaba a plasmar sus más profundos pensamientos de una hoja de papel, tenía un espíritu creativo y soñador que le gustó a Colombo de inmediato.

Por otro lado, aquel hombre corpulento era atractivo y cautivador con sus palabras, era un hombre un tanto solitario, con una vida apacible y dedicada a los números y al senderismo, era un atleta de corazón, rodeado de medallas a lo largo de vida. La tragedia lo había golpeado con la muerte de sus padres al cumplir la mayoría de edad, eso quizás le dio la madurez de enfrentar la vida y convertirse en una persona un poco más sabia y resiliente. Al llegar al último peldaño de roca, ambos habían encajado casi de manera perfecta, tanto que la mano de Colombo se extendió a la de Nora con confianza y le pidió salir.

—-Me encantaría, ¿donde te veo? 

Nora parecía avivar unas cuantas mariposas dentro de ella, pues llevaba unos 3 años sin salir o tener citas con chicos, puesto a las malas experiencias decidió dar un salto de fe ante aquel hombre desconocido.

—Me das tu número, si me permites paso por ti. 

Colombo en sus adentros hacia un baile de triunfo al conseguir ver una vez más a su nueva compañera de alturas. Nora había aceptado sin tanto temor, de cierta manera confiaba siempre en sus instintos y algo le decía que aquel recién conocido sería interesante de conocer. Compartieron sus números y cada uno tomó su camino. Un hombre un tanto solo que despertaba su ambición por el amor, la conquista, por el otro una mujer que soñaba a diario con el amor y ser conquistada. 

                                        2. La sombra del amor

Nora y Colombo habían decidido no solo compartir una cita, sino empezar frecuentar la vida del otro, cada uno desnudó su alma ante el otro, sin miedos y prejuicios, para estos dos seres había sido fácil empezar a quererse. Día tras día, salidas tras salidas, para ambos había sido un reto compartir su intimidad, confiar la bondad y la honestidad del otro, dejarse amar y confiar en un nuevo proceso. Colombo había sido un hombre caballeroso y amable desde el principio, amaba proteger y hacer sentir segura a Nora, brindarle la paz que ella deseaba, en su mirada se reflejaba la devoción y la admiración hacia aquella mujer. Había decido con el pasar de los meses pedirle que fuese su novia, a lo que Nora aceptó emocionada y casi llorando.

Para ella, Colombo había sido una aguja en un pajar, reconocía que aquella sombra que se apareció un día, era la del amor. Para casi todos podía estar a la vuelta de la esquina, para ella el amor era más una lotería y cuando este hombre tomó parte de sí mismo para compartirlo con ella, algo en su corazón se regocijaba y disfrutaba de tal fortuna.

                                            3. Una propuesta

 Colombo se encontraba dudoso y temeroso, quizá la decisión que iba a tomar podía costar la larga relación que llevaba con Nora, el sudor en su frente delataba sus nervios mientras esperaba con ansias la llegada de su novia en el restaurante. Se había inmiscuido tanto en sus miedos y nervios que Nora tuvo que agitar sus hombros para que se percatara de su presencia.

—¿Amor, estás bien? Estás pálido. 

Algo dentro de Nora se tensó, sabía que algo no andaba bien, sus instintos nunca le mentían, Colombo había tenido actitudes un poco raras las últimas semanas, pero aun así decidía darle espacio a los pensamientos de aquel misterioso hombre y no dejarse llevar por el miedo de pensamientos intrusivos.

—Oh cariño, estás aquí… 

Colombo tenía una camisa bien ajustada, vestía zapatos elegantes y un pantalón un tanto informal, pero que le jugaban bien al look. Había invitado a Nora a cenar en un lugar espléndido al norte de Valencia, justo cerca de donde se conocieron por primera vez. Era un sitio tranquilo, bastante íntimo, de luces amarillas, adornado de piedras grises y mesas vestidas de una seda angelical, el lugar estaba plagado de gente, pero la elegancia del sitio y los susurros reinaban. La noche para ambos había transcurrido en preguntas y respuestas, los nervios de Colombo se habían disipado mayormente gracias a la belleza de Nora, él sabía que ella tenía preguntas sin hacer, sabía que sospechaba de algo, sin embargo, en la inconsciencia desconocía que Nora tenía miedo de perderlo.

Cuando ambos terminaron de cenar, Colombo de manera gentil tomó su mano, la retiró lentamente fuera de la mesa y la guió a un camino alejado donde nadie los vería, donde nadie escuchará los latidos nerviosos de él y el corazón acelerado de ella. Colombo se tensó al llegar a la puerta que les brindaría privacidad, la abrió y la sorpresa invadió los ojos de Nora.

—No puede… 

Nora se había quedado sin palabras, el miedo que alguna vez invadió su ser se esfumó en segundos, la terraza a la que la llevó tenía velas que hacían un camino a un pequeño taburete armado de flores, muy a lo lejos pudo ver una pequeña caja negra que se encontraba en el medio, fue justo cuando los latidos de Nora cambiaron a algo esperanzador y con ganas de estallar en lágrimas. Las manos de él empezaron a guiar de manera temblorosa a su novia hasta el centro del aquel aplique floral. Nora vivía rodeada de flores, pero nunca había recibido alguna, él pensó que, quizá, en la ironía había un deseo oculto por parte de ella.

Tomó su mano izquierda acariciando de manera suave y amorosa el dedo donde colocaría el anillo. Los ojos de su posible prometida se nublaron de simple confusión, Colombo había pasado semana o meses deseando hacer esposa a la chica que conoció en el pico de aquella montaña, descubrió que no quería despertar un día más sin ver esos hermosos ojos color café, que la vida era tan justa que él no sería un insensato desaprovechar un día más y no hacer a Nora su compañera eterna, allí parados, frente al otro juraron amarse y complementarse de manera justa en la medida de su amor y para el resto de sus días.

                                          4. El reto del amor

Colombo y Nora eran almas libres, perfectamente imperfectas, el día que juraron lealtad, amor y devoción al otro, fue el primer día del resto de sus vidas juntos. Para ambos fue un reto compartir todo, nuevos horarios, compartir espacio, tener que tomar decisiones en conjunto y muchas cosas que implicaba dejar la individualidad por completo, el amor que se tenían era suficiente, el esfuerzo, la paciencia, la complicidad y la confianza en su matrimonio era más fuerte que cualquier otra cosa, ambos eran felices siendo parte del universo del otro.

Colombo acostumbraba a tener una rutina de trabajo bastante predecible, Nora, por el contrario, vivía de la espontaneidad, le encantaba vivir cada día con nuevos retos y quizás sorpresas gratificantes para ella. Entre ellos la idea de tener hijos era casi inexistente, no por deseo, sino por falta de comunicación, cuando ambos se casaron juraron dedicarse al cien para el otro y seguir construyendo su gran vínculo, sin embargo, un día, sentados frente al otro, Colombo tuvo una incesante duda que debía expresar con inmediatez, casi como si el tiempo fuese limitado para él.

—Cariño, hay algo de lo que nunca hemos hablado —Colombo dejó el pedazo de pan a un lado del plato, levantó su cabeza y miró de manera curiosa a su esposa.

—Mmm, sí, ¿qué será?  —Los ojos dentro de Nora empezaron a parpadear de manera lenta, casi como si su estómago temía que fuese algo malo.

—Bueno, nunca hemos hablado de los hijos, siento la necesidad de saber qué queremos del otro en ese aspecto.

Para Nora el matrimonio eran de los temas más románticos sobre los que podía hablar, su relación era deseada y valorada cada segundo, decidió compartir cada partícula de su ser con el hombre que tenía al frente, tomaron la decisión de vivir juntos en su casa, planificaron parte de su vida y sus horarios a favor de sus necesidades físicas y emocionales, pero lo único que no hizo Nora fue pensar en niños, tal vez para ella era un tema alarmante.

—Vaya, ¿empezamos bien el día no? —Una risa nerviosa se escapó de su boca.

—No lo sé, pero tengo esa pequeña duda. —Las palabras de colombo empezaron a salir de su boca apresuradamente—. Solo quiero saber si deseas tenerlos algún día.

En ese instante dentro de él todo empezó a tener forma, tal vez sus nervios lo harían dudar, pero si algo tenía claro era que su deseo de tener hijos estaban un poco escondidos, había un gran deseo por ello, pero no más grande que el amor y el respeto hacia el cuerpo de su mujer, si ella tenía los mismos deseos que él la amaría, de no ser así respetaría cada decisión.

—No tienes por qué estar nervioso amor, lo deseo, pero no ahora, necesito amarte más que nunca. —Nora percibía perfectamente el estado de ánimo de su amado, por experiencia sabía que era un hombre bastante truncado para decir las cosas, en ese instante ella tomó su mano, le dedicó la mirada más comprensiva y segura que podía expresar y siguió con sus palabras—. Necesito más tiempo para los dos, pero sobre todo para ser los padres que queremos ser, ¿quieres?

Los padres de Colombos, católicos, acostumbran asistir a misa una vez al mes, él amaba la manera en que sus padres le exponían sus creencias, agradecían cada noche, cada día,  junto a su hijo tenían oraciones que bendecían su vida, su comida y sus caminos, sin embargo, un día sus padres decidieron viajar al oriente del país, estaban en un retiro de la iglesia, luego de eso decidieron tener una especie de segunda luna de miel, no obstante, durante el regreso encontraron un pequeño accidente, se pararon a ayudar y todo iba bien hasta que un camión de carga ancha no se percató de lo que obstruía el canal de vehículos, los frenos no alcanzaron, cada centímetro de ellos sufrió las consecuencias, para Colombo ese día, Dios había dejado de ser tan grato, su relación se había quebrado un poco y ya no agradecía tanto.

Estos pensamientos hicieron un flash de acontecimientos que lo llevaron a pensar que a pesar de haber jurado en un altar ante su espíritu y su bendición, no se había sentido tan agradecido como ese día, la bondad y la honestidad de su esposa se extendían a niveles inmensurables, casi haciendo sentir a su pecho estallar de felicidad. Por primera vez en mucho tiempo le agradecía a Dios por haberlo premiado con una mujer tan hermosa y acertada. Ambos asintieron sin más palabras, el amor estaba por sentado, simplemente si el otro respiraba, el otro exhalaba, si el otro iba a la derecha, el otro lo seguía, si sus pensamientos se dispersaron, el otro los reorganizaba, no hicieron falta más palabras para entenderse y estar de acuerdo en tener hijos cuando fuese prudente para los dos.

                                      3. Un latido irregular

—¿Crees que deberíamos comprar sábanas de algodón para cubrir la cama? 

Colombo y Nora habían decidido hacer unas cuantas remodelaciones, Nora era una ama de casa innata, pero Colombo era tan meticuloso como el gusto de una mujer, no obstante, mientras discutían sobre utensilios, sabanas, papeleras o colores de pintura, él se encontraba un poco disperso, ella se encontraba inmersa en todas las compras, pero la particularidad de ese día se encontraba en la molestia tan extraña que sentía el corazón de su compañero, justo al lado de su brazo izquierdo. Imaginaba un mal movimiento, el peso de algunas cajas o una mala posición al dormir, pero nada justificaba su molestia. Durante la mayor parte del camino pensaba en las posibles causas de su malestar hasta que se rindió, siguió en las compras.

                                    4. La vida puede ser un respiro

Todo ser humano nace para tener una historia, la vida es eso que pasa desde que naces hasta que mueres, cuando das el primer paso, cuando te gradúas, cuando besas, cuando haces el amor, cuando te molestas, cuando estás eufórico, cuando miras de un lado a otro y cuando tomas un respiro.

Para Colombo su vida había pasado como una película, rápido y sin pausas, recordó aquel viaje a Mochima con sus padres, el día que se cayó de la bicicleta intentando hacer caballito, cuando dio su primer beso a una catira popular y pretenciosa, el día que sus padres se despidieron de él por última vez y sobre todo el momento en que sus manos posaron un anillo en el dedo anular de su esposa, todos y cada uno de ellos habían sido como una bala su corazón, tanto que lo sintió real. Su corazón había palidecido, desde ese instante en las compras de casa sabía que algo no andaba bien, su pecho empezó con un ligero pinchazo irregular, casi como el de un alfiler.

Cuando subía la montaña detrás de Nora, sin que ella lo viese, acariciaba su pecho de manera disimulada, tomaba grandes respiros y le costaba subir con dificultad. Durante meses sentía que algo no marchaba bien, en cada una de sus tareas lo afectaba, la mayor parte de su malestar era el desconcierto y la intriga, incluso cuando compartía su cuerpo y alma con Nora se encontraba incómodo acerca de su cuerpo, era un tanto paralizante.

Su decisión se vio apresurada el día que, al salir de casa, sin previo aviso, sus sentidos se agravaron, su vista se volvió morada, su pulso iba tan lento que podía sentirlo en sus oídos, su cabeza desubicó cada espacio y su mente empezó a entrar en pánico, por poco recobró la cordura y decidió que quizá debía asistir a un médico. Esa misma mañana, a escondidas de su esposa, recogió frente al escritorio de caoba intenso, un pequeño sobre blanco, la enfermera lo miró de manera amable y lastimosa, ahí supo que el contenido de tal hoja era malo y sin saber qué tanto, solo podía pensar en la mujer que tenía en casa.

Cuando fue a consulta médica, Colombo solo podía sentir su corazón decayendo, las palabras del doctor eran inaceptables y tan hirientes que le costó procesar que su corazón no andaba bien, ese alfiler clavado era un pequeño tumor maligno que acechaba su salud, para él, aquel médico era un verdugo con bata blanca que sin mucho tacto le quitó la posibilidad de vivir por muchos años.

Colombo sabía que aquel doctor hizo su trabajo de manera gentil y eficiente, sin embargo, su rabia se dirigió de manera errónea y se marchó sin más que decir. Alguien debía recibir su odio y despreció los planes de Dios. Cuando llegó a su casa hizo un pacto entre su corazón y su perfecta vida para no hacer sufrir al único ser humano que consideraba, no se merecía ni una gota de sufrimiento.

                                     5. La verdad pide ser visible

—Cariño, ¿sabes de qué es este dinero? La cuenta marca un gasto, uno que desconozco. —Nora miró de manera inquisitiva a Colombo. Ambos compartían una cuenta en común, los ayudaba a seguir de manera cuidadosa sus gastos y con el tiempo le informaban al otro sobre los detalles de la misma—. Acá dice, mmm… Clínica La Esmeralda. 

El pánico de Nora alarmó cada gota de su sangre y allí él supo que debía ser más cuidadoso.

—Mmm sí, hace unos días nos mandaron a hacer unos cuantos chequeos, rutina de la empresa, ellos transferirán el dinero en unos días, solo que tuvieron un error y terminé pagando ese día, necesitaba pagar, no podía hacer nada. 

Las palabras de Colombo fueron apresuradas, habían pasado algunas semanas de haber vuelto del médico, decidió callar y ver que tantas posibilidades había para él, entre tantas preocupaciones fue descuidado, juró no decirle a Nora, pasara lo que pasara la haría solo feliz. Ella aceptó sin más y con confianza creía en cada palabra que él le brindaba.

                                          6. La duda no se oculta

Durante meses Colombo ocultó su condición de Nora, se escabullía por las noches y lloraba en silencio, se preguntaba a menudo si su destino era sufrido y escabroso, si dejaría sola a Nora o si jamás le daría los hijos que él y ella deseaban. Él se había vuelto resentido, un poco amargado y menos amoroso. Ella, por otro lado, lo notaba, a medida que pasaba el tiempo se hacía preguntas, no le gustaba pensar en la posibilidad de Colombo enamorado de otra mujer, aceptaba sus silencios y sus espacios, sin embargo, un día fue insoportable para Nora y se lo hizo saber.

—Siento que hay algo aquí que no anda bien, eres distante y te noto infeliz, solo quiero saber qué pasa —Las palabras de ella eran como una súplica.

—Todo está bien, solo mucha presión, los números pueden ser insoportables, ¿no? —Intentó ser amable con ella dándole una sonrisa temblorosa y un poco consoladora.

Nora había decidido averiguar qué pasaba de manera silenciosa, sabía que aquel hombre guardaba algo y ella merecía saberlo o ayudar de alguna manera. Cuando terminaron de comer los instintos de ella trabajaron de manera meticulosa y con mucho esfuerzo descubrió una factura, la misma que marcaba el banco. Se embarcó en el corto viaje desde casa a aquella clínica en San Diego, empezó a investigar y a hacer preguntas, su corazón se iba haciendo pequeño lentamente, la recepcionista no se guardó mucha información, la privacidad de Colombo fue quebrantada.

—Lamento mucho esto, su esposo no se encuentra bien, lamento que no se lo dijera. 

La enfermera trató de minimizar la información, sin embargo, el miedo y la tristeza de Nora era más fuerte que cualquier palabra de consuelo. Se marchó rápidamente, cuando volvió a casa  deseaba con toda el alma poder ayudar al hombre que juró amarla para siempre.

Para Colombo la vida había sido insensata, según Nora, ella tenía la creencia de que cualquier persona como él tenía derecho a vivir, se preguntaba si era justo que él pasara por eso.

                        7. Hay quienes forjan su vida y otros a los que la vida los forja

Mientras Nora escuchaba el sonido de los pájaros solo recordaba al hombre que la hizo feliz, recordaba cada instante de su vida junto a él. La manera en la que Colombo la miraba, como acariciaba sus manos, como sus ojos casi negros la hacían sentir una profunda curiosidad, las veces que subiendo la montaña él la veía cuando se distraía, la forma en que le hacía comida cuando ella no quería hacer nada, como le decía constantemente que la amaba, cuando le recordaba a que era mujer más hermosa que sus ojos habían divisado, todas y cada una de las cosas que vivieron.

Ella había crecido en un pequeño pueblo al oriente de Venezuela, nació en una humilde y tranquila casa, había aprendido tantas cosas, había conocido tantos lugares, recorrió la mayor parte de su país, se asentó en una fresca ciudad, tomó el rumbo de su vida y solo esperaba el amor.

Ese día, en la montaña, Colombo golpeó con fortuna la vida de Nora, llegó para darle más sentido y amor, la acompañó y le dio la esperanza que no sentía a menudo.

Colombo amó con locura y devotamente a Nora, se ocupó de hacerla feliz y única para él, apreció cada centímetro de ella, se preocupó de solo agregar cosas buenas, ambos se dieron sentido, fueron almas gemelas.

Mientras su vida pasaba, allí, en medio de unas cuantas rocas formadas, solo podía expedir lágrimas de dolor, se preguntaba si alguna vez podría volver a abrir su vida al amor.

El corazón de Colombo resistió solo un tiempo más, suficiente para explicarle todo y permitirse amarse aun en la enfermedad. Un día su corazón colapsó, la quimioterapia dejó de ser una opción y sin previo aviso, despertó una noche desesperado, Nora intentó ayudarlo y sin mucho resultado se detuvo.

Nora lloró por lo que parecían horas, no había nada en el mundo que apaciguara el dolor de aquel momento, trataba de llevar sus brazos sin vida alrededor de su cuerpo, Colombo era un hombre pesado a pesar de su desgaste por la enfermedad que lo atacó, cuando pudo reunir fuerza su llamada fue para que levantaran el cuerpo sin vida de él.

Cada recuerdo de esa noche se plasmaba de manera constante en la mente de Nora y allí, frente a su lápida, solo podía pensar qué hubiese pasado si hubiesen tenido más tiempo.

Para algunos el tiempo era infinito, para ella fue un abrir y cerrar de ojos, sus años junto a Colombo fueron hermosos, pero cortos, deseaba con todo el corazón tenerlo allí, cerca, sintiendo su calor y que él pudiese sentir lo que se movía en el vientre de ella.

Nora no sabía cómo transcurriría su vida, supo que estaba embarazada porque la náuseas en su funeral no eran solo del miedo y la tristeza, los días habían pasado después de su entierro y era evidente que algo era inusual. Recordaba cómo los últimos meses fueron pasando y como la muerte de Colombo la golpeó sin aviso y sin tiempo de despedirse.

Lo que más quemaba en su mente era la última vez que él logró dejar una semilla dentro de ella y como jamás él vería el fruto de ese amor y de los sueños que ambos compartían. Esperaba que Dios o alguna providencia divina le brindara la fuerza de seguir adelante sin la sombra de él, que la ayudara a seguir cada día sin ese hueco en el pecho, que pudiese resistir el dolor, la agonía de su pérdida y que si algún día el universo o cualquier fuerza poderosa la dejara sentir algo que no fuese la infelicidad de haber perdido a Colombo, algo quizá parecido a la felicidad o al amor.

Oriana Ontiveros

Hola, soy Oriana Ontiveros, nací en Venezuela-Carabobo. Desde pequeña fui una niña bastante tranquila y con una mente voladora, me encantaba pasar tiempo dibujando y creando historias en mi cabeza. Actualmente, tengo 24 años de edad y soy Educadora Canina, con esto he complementado de manera perfecta mi lado creativo, amo ayudar a los peludos a mejorar su calidad de vida y la de sus humanos. Mi pasión por la escritura viene desde que tengo uso de razón, me encanta plasmar mis sentimientos, mis ideas y mis fantasías en el papel, eso ha sido, sin duda, una de mis mayores pasiones y por lo que deseo siempre hacer mejor cada día. Espero, con mucha dedicación, escribir libros que puedan ayudar a las personas a encontrarse en sus palabras, encontrar el consuelo único que dan los libros y plasmar siempre mi filósofa de vida a través de historias que puedan llegar al corazón y la mente de los demás, por sobre todo seguir desarrollando esa gran escritora que llevo dentro.