Tiempo de esperanza

2023-09-01 Vanessa Sardiña Dos Santos

En una pequeña pradera, se encontraban los espíritus Agua, Tierra, Aire y Naturaleza, disfrutando de los rayos del Sol y de la tranquilidad que les brindaba aquel espacio, su hogar, junto a un hermoso lago. Era un día como cualquier otro, donde los amigos descansaban después de cumplir con diversas actividades. Sin embargo, algo en el lago llamó la atención de Agua, quien se acercó, con curiosidad, a la orilla. Flotando en aquella superficie, iba hacia ella algo extraño. Agua no estaba muy segura de la forma de aquel cuerpo flotante, pero se preocupó al ver que poco a poco iba adquiriendo mayor tamaño. Aire se acercó a su amiga pues, aún en la distancia, pudo darse cuenta de lo que se acercaba hasta ellos.

—No debería sorprendernos mucho —dijo con un tono triste.

—¿A qué te refieres? —preguntó Agua, aún observando aquella oscura figura.

—Son desechos, eso que muchos seres humanos dejan por todos lados.

Pero, … ¿Aquí?, ¿en nuestro hogar? —preguntó Agua incrédula —. Estamos algo alejados, apenas hay un pequeño pueblo cerca de nosotros.

—En algún momento debía ocurrir, no se dan cuenta del daño que le hacen a nuestro hermoso planeta, ni a nosotros —exclamó Aire cabizbajo.

—Pero… algo podemos hacer todavía, ¿no?

Antes de que Aire pudiera decir algo, escucharon risas a lo lejos, por lo que ambos se giraron para ver qué ocurría. En aquel momento salía Tiempo, el gran sabio, de entre los árboles, con dos pequeños, quienes venían riendo. Parecían estar contentos.Los niños corrieron hacia Tierra y Naturaleza, que estaban más cerca de ellos, y los recibieron con los brazos abiertos y una sonrisa.

No entiendo por qué los reciben con tanto cariño… son parte de la especie que tanto daño nos hace —exclamó Aire observando la escena mientras Tiempo se acercaba a ellos.

—¿Crees que Tiempo no lo sabe?     

—Debe saberlo… solo basta con ver nuestro estado para saber que no estamos bien.     

Esto lo decía debido a que sus vestiduras, con el pasar del tiempo, se hacían más viejas, feas, deterioradas, efecto del daño causado a los elementos del planeta Tierra.

—¿Por qué confía tanto en ellos? —preguntó curiosa Agua.

Poco después, Tiempo llegaba a su lado. Posó una mano en el hombro de Aire y este frunció el ceño, incómodo. Agua permaneció callada. Tiempo podía escuchar y sentir todo a su alrededor. Nada se le escapaba. No hacía falta que Agua y Aire explicaran lo que ellos sentían en aquel momento.

 —Tengo confianza en que ellos van a cambiar —dijo suavemente Tiempo—. Ya existen personas que han notado los malos cambios en el mundo.

—¡Pero no es suficiente! —exclamó Aire, aún con el ceño fruncido, observando cómo los pequeños ahora se dirigían hasta ellos también.

—Ellos… los niños, son nuestra esperanza —dijo tranquilamente Tiempo mientras Agua lo observaba algo confundida.

 —¿Ellos? Cómo pueden ser ellos, unos seres tan pequeños, nuestra esperanza? —preguntó.

  —No  pueden serlo —dijo Aire—. Al crecer, serán igual que la  mayoría de los seres humanos: descuidados con su entorno natural. ¡Lo hemos visto por cientos de años!

  —No, no si les enseñamos el valor que tenemos —dijo Tiempo con una suave sonrisa mientras se agachaba y recibía a los niños—. Hola de nuevo.

—¡Hola!  —exclamaron los dos viendo con curiosidad a los seres que acompañaban a Tiempo, pues a estos no los habían visto en visitas anteriores.     

—Hoy les presento a mis amigos, Agua y Aire —comentó señalando a cada uno—, son espíritus muy importantes para el mundo.

—¿Son como los elementos naturales? —preguntó la niña mientras los veía con mayor atención.

—Así es —exclamó Aire.

Agua no pudo evitar sentir ternura por los pequeños, pero Aire seguía con el ceño fruncido, antes de que pudiera decir algo, Tiempo tomó a cada niño de la mano para acercarse con ellos hasta la orilla del lago.

—Hoy quiero que vean algo —dijo él mientras se dirigía hasta donde ahora reposaba aquel grupo de desechos que habían estado observando sus amigos antes—. ¿Saben qué es eso?

—Parece basura —dijo el niño mientras ponía mala cara.

—Así  es —afirmó Tiempo.

—¿Eso es lo que está dañando el brillo de Agua? —preguntó la niña.

—Sí,  eso es lo que está enfermando a nuestra amiga —comentó Aire, con un tono un poco más suave.

—¿Podemos ayudar para que no se siga enfermando? —preguntó curioso el pequeño.  

—Claro que sí —dijo sonriendo Tiempo—. Ustedes, y sus amigos, pueden ayudarnos a estar mejor. Es muy importante cuidar de todos los elementos de nuestro planeta.

—Sé que el agua es muy importante para todos —dijo el niño.

—Sin ella, no podríamos vivir —agregó la pequeña.

Agua se sentó al lado de los niños, extendiendo sus brazos. Los pequeños se acercaron a ella y se sentaron a su lado, bajo el abrazo de aquel noble espíritu.

—Así es —dijo Agua—. El planeta donde vivimos está cubierto de agua, una gran parte es salada como el mar y otra, un poco más pequeña, es agua dulce, como la de este lago.

— Esa es la que nosotros podemos tomar —dijo el niño.

—Solo si es potable —agregó Aire, sentándose frente a ellos—, es  decir, que esté libre de bichitos que pueden enfermarlos.

—Sí, ese en nuestro caso —dijo la niña pensando—. Pero ¿qué pasa con la que usan otros seres vivos? También debe estar limpia, ¿no?

—Así es pequeña —comentó sonriendo Agua—. Es por eso que debemos cuidar del agua.

— Y de todo espacio que tenga agua —agregó Aire.

 —Como el océano, los ríos, manantiales, lagos… —dijo el pequeño.

— ¡Exactamente! —dijo Aire.

—Estos espacios no deben utilizarse como basureros o vertederos, como está pasando en muchos lugares —dijo Tiempo.

 ¿Qué podemos hacer los humanos para cuidar el agua? —preguntó la pequeña niña, observando con seriedad aquella basura en la orilla del lago—. Si seguimos así…

 —Nuestro planeta morirá —sentenció el niño.

—Con sus amigos pueden hacer campañas para cuidar de este vital elemento  —dijo Aire.

—Y evitar echar productos químicos venenosos —añadió Agua—. Estos enferman el ecosistema marino, donde viven muchos animales y plantas.

—Cerrar los grifos cuando no los estemos usando también puede ayudar, ¿no? —preguntó la niña—. Así no se bota agua sin necesidad.

—Y llevarnos la basura que generamos cuando visitamos alguna playa o río —dijo pensativo el peque.

Esas son buenas ideas —comentó Aire sonriendo—. Creo que si ustedes transmiten este mensaje y lo ponen en práctica, mi amiga Agua se  podrá ver mejor en un futuro.     

Tiempo sonrió. Su amigo Aire al fin había comprendido por qué los niños podían ser la esperanza del planeta, porque Naturaleza y Tierra, a pesar de pasar por un estado de salud y apariencia de cuidado, seguían tratando con cariño a esos pequeños.

—Primero debemos ayudarlos a sacar esto de aquí —dijo el pequeño, señalando el montón de basura frente a ellos.

—Esa es una idea excelente —dijo Naturaleza, que se había acercado durante la conversación y los escuchaba atentamente—. Puedo ayudarlos con eso. Tierra traerá unas redes para que podamos recogerlos con mayor facilidad.

Así, todos se pusieron a limpiar aquella parte del lago mientras seguían conversando sobre algunas cosas que podrían hacer para cuidar el agua. Tiempo los escuchaba con gran esperanza y alegría albergada en su corazón. Sabía que no era fácil y que requeriría de muchos años para poder restaurar el daño causado en el planeta, pero también sabía que no era algo imposible, siempre que existiera alguien que aún se preocupara por aquel hermoso lugar del universo que era su hogar.