Uno no elige dónde comenzar, pero sí elige adónde ir. Lamentablemente, este no es el caso, pues la miseria estaba en su destino desde el comienzo de su vida. Esta historia comienza ya hace varios años, donde una joven fue abusada por su novio alcohólico y quedó embarazada. Ella, al enterarse entró en pánico y tenía que contarle la noticia a su pareja y a sus padres. Cuando se lo dijo a su novio él la abandonó y cuando se lo dijo a sus padres desató una discusión sobre si debía abortar.
—¡Ustedes no entienden! Yo no quería que pasara esto y no quiero tener esa responsabilidad —decía la chica entre lágrimas y casi gritando. Repentinamente, recibe una cachetada de su madre.
—¡Pues deberías haberlo pensado mejor cuando te juntaste con ese muchacho! —gritó su madre moviendo sus manos de un lado a otro.
—¡Ese niño ahora es una bendición y si te atreves a arrebatarle la vida te espera el infierno! —exclamó el padre.
—Pero, pero yo —trató de vocalizar la joven, pero siendo interrumpida por su madre.
—¡Perdón! Ese ser nacerá —exclamó la madre mientras la señalaba de forma amenazadora. Justo después la chica corrió llorando a su habitación para tratar de desahogarse.
¡Y no esperes nuestra ayuda! —exclamó su padre recorriendo detrás de ella para luego encontrarse con la puerta de la habitación cerrada.
Pasaron nueve atormentados meses para la llegada del niño y la joven se vio en la obligación de criarlo sola y sin hogar, sus padres se negaron a ayudar en cualquier aspecto, incluyendo el de un hogar, todo con la excusa de que no era responsabilidad de ellos. Ella realmente quiso intentarlo, pero luego de un tiempo abandonó al bebé en un orfanato católico, para después desaparecer, muchos dicen que murió, otros dicen que escapó, pero en realidad no se sabe de su destino.
El niño permaneció allí los primeros años de su vida, fue despreciado por varias personas, incluyendo algunas monjas. Pasó la mayor parte del tiempo en ese lugar sometido, pero aun así siempre mantuvo su frente en alto. Ayudó a los demás niños y fue amable, pero a cambio solo recibió un nombre, aparte de mala comida y maltratos un nombre. Alan fue adoptado a los 7 años, pero, lamentablemente, su felicidad no duraría mucho, ya que el destino que evitó al nacer parecía que lo hubiera perseguido, su padrastro igual era alcohólico, pero ahora su madrastra lo era también y ambos se ponían muy violentos cuando estaban borrachos, todo por la desconfianza que se tenían, los primeros días fueron los más calmados, puesto que ellos aún no bebían nada en ese entonces, pero después el licor parecía no parar, dando problemas a Alan en su vida.
Su lugar feliz era el colegio, porque la única violencia que recibía allí era por parte de algunos compañeros y solo se limitaban a lo verbal, algo bastante tranquilo comparado a su casa, además le iba relativamente bien al ser bastante inteligente, incluso se llevaba bien con algunos profesores, había uno específico que lo cuidaba mucho, Alan todavía recuerda la última vez que habló con él durante un recreo.
—Hola señor Harris, ¿cómo se encuentra? —dijo con una sonrisa.
—Hola Alan, siendo sincero, no me encuentro muy bien. Están pasando muchas cosas. Mi mujer está embarazada, mi familia aún no la acepta como mi esposa y mi trabajo… Siento que no estoy haciendo lo suficiente —expresó con la mirada perdida en el suelo.
—Bueno, creo que al final todo va a estar bien y si no está bien no es el final, sigue luchando, señor Harris, no te rindas y todo estará bien al final —dijo, también mirando el suelo.
—¿Sabes? Creo que tienes razón. Me gustaría que conocieras a mi futuro hijo o hija, serías buena influencia, como sea, ya se acabó el descanso, hay que volver a clases —Se despidió con una sonrisa.
—Adiós Mario, nos vemos —Alan respondió la sonrisa y se retiró.
Alan quedó bastante solo después del despido de su profesor, él había pasado años soportando absolutamente todo, como recompensa pierde a su amigo, la mayor parte del tiempo tenía sueños agradables, pero el estrés lo consumía lentamente y sus sueños se volvieron pesadillas poco a poco; se estaba volviendo alguien diferente y todo por su estrés. Pasó de ser optimista y alegre a alguien amargado y aislado. Su mente era frágil y se estaba corrompiendo, convirtiéndose igual al mundo que lo rodeaba, perder su verdadera figura paterna le quitó la resistencia que poseía y ahora solo esperaba un milagro para ver si seguir luchando.
Un día Alan soñó que su padrastro tendría un accidente, este se caería de las escaleras, quedaría inconsciente en un pequeño charco de su propia sangre mientras Alan estaba en su colegio y así sucedió; él al enterarse de lo sucedido se convenció de que era una coincidencia o algo de solo una vez, pues ahora su padrastro estaba en el hospital y él se sentía culpable por eso, trató de olvidar lo sucedido, pero no pudo, las visiones continuaron, esto lo perturbó, ya que ninguna de esas visiones eran buenas, absolutamente todas eran accidentes o cosas terribles y cuando él quiso buscar ayuda solo recibió desprecio; las personas que lo rodeaban se enteraron de esto poco a poco, rápidamente todos lo etiquetaron como un monstruo, el milagro que tanto pidió, terminó siendo una maldición.
Alan, con la edad de 16 años y algo más, ya no podía soportarlo. El estrés y la presión de sus poderes finalmente lo llevaron a una depresión, por lo que simplemente decidió acabar con su vida. Un día, algo aislado, y cuando iba a arrebatarse su propia vida, alguien lo detuvo. Una persona muy bien vestida y con lentes oscuros le habló.
—No vale la pena lo que estás a punto de hacer. En cambio, lo que estoy a punto de ofrecerte sí vale —dijo mientras se quitaba los lentes—. Verás, sé de tus cualidades y estoy interesado en ellas. Mi equipo quiere averiguar cómo funcionan, qué hacen y darles un buen uso.
La persona señaló el vehículo de donde había salido.
—¿Cómo sabes lo de mis visiones? ¿Cómo me encontraste? —preguntó Alan con sospecha y algo de miedo.
—Tenemos oídos y ojos en todas partes, pero no temas, los usamos para el bien, ahora, ¿qué opinas de mi oferta?, ¿vas a rendirte y terminar aquí o vas a ayudar? La decisión es tuya, muchacho —dijo esperando una respuesta.
—Está bien, voy con ustedes, de todos modos no tengo nada que perder —respondió con la mirada perdida en el suelo.
—¡Ya lo escucharon, no tienen nada que perder! ¡Ahora vámonos! —exclamó sonriendo y colocándose los lentes de nuevo.
Alan fue escoltado al auto y unos hombres lo llevaron muy lejos del lugar donde creció y donde tanto sufrió. Cuando lo bajaron del coche fue llevado a una especie de búnker subterráneo muy bien equipado con aparatos de los que Alan desconocía su uso o existencia, los cuales incluso no parecían de esa época. El primer día fue para que él explorara el lugar y entrara en confianza, conoció a varias personas y todo era bastante agradable, al igual que las primeras semanas, finalmente tenía algo de paz, pero lentamente y sin que se diera cuenta, comenzaron a experimentar con él de maneras más abusivas. Al inicio parecía una revisión médica, pero ahora parecía conejillo de indias debido a la experimentación intensa para saber más de sus poderes.
Pasaron semanas, meses, las cosas eran cada vez más dolorosas. Alan ya estaba allí desde hace un año y no habían descubierto nada; los experimentos se volvieron más violentos y dolorosos.
Después de un tiempo, él tenía la mente destrozada, su ser estaba fragmentado y corrupto, se encontraba muerto por dentro. Los científicos al ver que no lograban nada decidieron ir más lejos y experimentar con su cuerpo. Los amigos que Alan creyó tener en ese búnker ahora eran unos verdaderos monstruos; él sufrió como nunca, le hicieron cosas horribles, lo abrieron y cerraron una y otra vez, su cuerpo recibía inyecciones diarias de cosas que solo lo desfiguraban a primera vista, todo esto nunca debió haber pasado, pero Alan hizo un trato con el diablo y no cumplió con lo que debía dar, ellos decidieron ahorrarse lo de los demás sujetos de prueba.
Después de un tiempo, Alan ya no era él, ni siquiera lo trataban como una persona, porque en realidad no lo era; su cuerpo ni siquiera tenía forma humana, él ahora era un monstruo, uno de verdad, capaz de arrebatarle el alma a los que le arrebataron su humanidad. A pesar de que ahora era un monstruo, por dentro seguía siendo solo un joven asustado e incomprendido, pero su mente fragmentada iba a tomar venganza por él.
Un día, las cosas se salieron de control. Un experimento por fin salió bien, pero para la ventaja del monstruo, su habilidad de soñar con el futuro evolucionó a mucho más que solo prever, su mente era más fuerte, incluso más fuerte que la de los científicos de los cuales pudo tomar cierto control. Él siempre soñó con su renacimiento y ahora su renacimiento estaba en los sueños de los demás, sueños que él controlaba; cuando finalmente pudo escapar de la celda en donde agonizó tanto, hizo mucho más que hacer que los demás vieran cosas perturbadoras, su nuevo cuerpo le proporcionó una fuerza inhumana con la cual desmembró a algunos científicos, usó sus garras y colmillos para cortar y arrancar la carne de las personas que tanto daño le hicieron, golpes hacia todas direcciones provocando que los científicos impactaran en las paredes, incluso había líquidos tóxicos y fugas de gas debido al caos que se desató gracias o por culpa de eso.
El sujeto que lo había llevado allí al notar la masacre que este desataba, decidió sellar su destino y el de los demás, cerrando el búnker y activando la alarma. Lo único bueno que hizo fue encerrar su error, siguió arrasando con todas las personas con las que se encontraba, la sangre salpicaba por las paredes blancas, algunos científicos se asesinaban entre ellos, el control mental del monstruo hacía que ellos entraran en un pánico enorme que solo los llevaba a la locura, cuando Alan notó una alarma y vio al sujeto responsable de haberlo llevado al búnker, le quiso dar la muerte más horrible que se le ocurrió; le arrancaba pedazos de carne, algunos pequeños y otros gigantes, los gritos de dolor no paraban y súplicas de un final eran repetidas por aquel hombre hasta que finalmente usó uno de sus dedos como cuchillo para cortarle el cuello, dejándolo vivo para que sufriera de dolor hasta el último minuto, hasta la última gota de sangre que soportara perder.
Unas horas después, Alan despertó de su trance, el cual creía era una pesadilla sumamente detallada y asquerosa. Vio todo el desastre que hizo, vio la sangre en su cuerpo y también en las paredes, vio los cuerpos de los científicos completos e incompletos, caminó un poco buscando salir, pero cuando lamentablemente o afortunadamente volvió a descubrir que estaba encerrado allí, simplemente se acostó sobre el piso manchado de rojo, cerró sus ojos llevando sus piernas a su pecho mientras las sujetaba con sus brazos y lloró en silencio por lo que hizo, por su futuro, por su pasado y por el ser tan grotesco en el que se transformó, hasta que finalmente se durmió y volvió al mundo donde siempre perteneció; sus sueños, los cuales se corrompieron por la realidad una vez más.