Portador de sangre

2023-08-07 Jesús Lobo

Cuando el mundo nació, surgieron poderes elementales.
Tres ejes de poder y un cuarto que los une.
Sangre, cuerpo, mente. Y el alma equilibrándolos.
Entre las tierras de los hombres, el poder se guardaría.
Fue nombrada Guardum, y sería el repositorio del poder.
Hasta que fue invadido.

Historia del Mundo, Archivos Guardianos.

 

Nunca se cansaría de la brisa marina en su rostro, olía a libertad. Berthy llevaba una semana en el mar, y ya veía tierra a lo lejos. Ciudades nuevas para él, personas por conocer, contactos y conocimientos que no había podido tener antes. Desde que tuvo la oportunidad de viajar, o más bien el permiso, no dudó en emprender la travesía. El joven alto y moreno estaba de pie sobre la cubierta, con sus ojos azules veía el horizonte recordando los últimos momentos en su hogar; cuando ya estaba preparado para partir y su único retraso tenía nombre: Althy.

—¡No entiendo por qué te tienes que ir, me estás dejando sola aquí! —Althy gritaba en susurros, mientras que los dos hermanos compartían sus últimos momentos en la habitación de Berthy.
—Entiéndeme Althy —decía Berthy de forma tranquilizadora— llevo años queriendo irme y ellos no me lo habían permitido, bueno, a los dos. Tengo que aprovechar esta oportunidad.
—Se supone que ambos teníamos que irnos, no tú solo, ¡por qué no me dejan ver el mundo! —dijo Althy, que no podía aguantar más las lágrimas.
Fuera de la habitación, se escuchó la voz de su madre.
—Bertholome, el carruaje te está esperando, tienes 10 minutos para despedirte de tu abuelo e irte. Estoy contando el tiempo.

Su madre lo llamaba por su nombre completo. De hecho, únicamente su hermana y él se nombraban de esa forma, eran los únicos que mantenían una relación más cercana, familiar, y llamarse así era la forma más sencilla para trasmitirse su cariño. Tanto su madre como su hermano eran ajenos al concepto cotidiano de familia. Para ellos lo más importante era la empresa y el objetivo de su viaje tenía que ver con ello. Conseguir contactos, poner en práctica lo aprendido de la compra y venta de mercancías, formarse para participar en el negocio familiar.

Berthy lo haría, pero no desaprovecharía la oportunidad de emprender aventuras y disfrutar de su vida como nunca antes le habían permitido. Todo comenzaría en Puerto de Mareas; una de las ciudades más importantes de Guardum, la isla gigante ubicada entre los continentes de Erzum y Forzum. La emoción de sus próximas aventuras le permitía dejar a un lado la presión familiar y su tristeza por Althy.

La ciudad era un borrón de edificios, con barcos de diferentes tamaños a su alrededor. Dentro de poco tendría que pisar a tierra firme, por lo que se dirigió a su camarote para ordenar sus pertenencias. Mientras recogía el desorden que se había generado de forma espontánea en la semana de viaje, cayó al suelo un sobre. Berthy lo miró extrañado, se le ocurrió que su hermana había logrado esconder una carta de despedida, una mezcla de nostalgia y amor creció en su pecho mientras la recogía, pero su estómago sufrió un vuelco cuando vio la letra desordenada de su abuelo. Su nombre completo estaba escrito en trazos que más bien parecían los de un niño, Berthy se preguntaba si no serían más que galimatías o si durante alguna laguna de lucidez le habría dado órdenes. Su abuelo no era muy diferente a su madre y hermano.

Berthy abrió la carta con determinación, definitivamente le costaría entender lo que decía, aunque eran unas pocas líneas, los trazos débiles y deformes le impedían comprender. Tuvo que repasar el texto para entender completamente, y lo que entendió lo dejó sorprendido:

Bertholome, me siento arrepentido por haberlos tratado a todos como lo hice, una familia es más que negocios. Altiana y tú son la esperanza de la familia. Espero vuelvas pronto para contarte muchas cosas que necesitas saber. Mucho éxito.
Berthy no podía creer las palabras de su abuelo, quizá fuera uno de momentos de locura, pero lo dudaba, aunque esto significaba que su abuelo había cambiado. Quizá había sido su enfermedad, lo que más le intrigaba era su frase final.

¿Qué cosas tendría que contarle su abuelo? Tendría que esperar para saberlo, a través de cartas no podría comunicarse con él, incluso comunicarse con su hermana sería difícil. Todas las misivas serían revisadas por Marcus, su hermano, por lo que tendría que cuidar lo que escribiera para Althy.

Los altavoces del buque comenzaron a parlotear, informando a los viajeros que estuvieran listos para desembarcar en media hora. Berthy se apresuró, era tarde y casi no había organizado su equipaje. Por la pequeña ventana del camarote entró el olor de la libertad, lo que le dio fuerzas para terminar de organizar.

La brisa marina le daba alergia a Vilan. En la zona en la que se encontraba el olor era mucho más intenso, el salitre se mezclaba con la descarga de ganado y el sudor de los turistas recién llegados. El joven se encontraba en una de las callejuelas de la frontera imaginaria entre el puerto comercial y el turístico de Puerto de Mareas. Aunque realmente a Vilan le molestaba prácticamente toda la ciudad. El espíritu de actividad las 24 horas, el caos de la gente, los gritos inesperados; sin contar que se había mudado a la ciudad prácticamente a la fuerza 5 años atrás.

Para ser sincero consigo mismo, más que la ciudad, odiaba que ninguna de sus expectativas al mudarse se haya cumplido. Inicialmente, esperaba jornadas fuertes, pero satisfactorias de trabajo con su madre, conocerla a través de la academia, conseguir puntos en común para lograr en esos cinco años lo que no había logrado los veinte anteriores, sentir amor de su propia madre.

Al contrario, esta temporada en la ciudad lo había aislado aún más de ella. Su madre sí que aumentó su trabajo arqueológico, pero sin incluirlo a él. No valió su recién obtenido título de arqueología. Simplemente, le había dado una o dos tareas, cosas nimias que podría haber hecho un recién llegado a la carrera, y el resto del tiempo le ordenó que trabajara medio tiempo fuera de casa, que la ayudara en ocasiones en el puesto de antigüedades que había instalado en el mercado y lo más importante; le ubicara turistas ingenuos, pero que se les notara «la alcurnia» como ella misma decía.

Mientras estaba concentrado en sus pensamientos, Vilan observó cómo se acercaba Joseph, el hijo de un comerciante vecino del puesto de antigüedades de su madre. Con una sonrisa radiante y agitando la mano, se acercaba hacia él. Era alto, de espalda ancha, cabello rizado, muy amable y risueño. Vilan llegó rápidamente a dos conclusiones, Joseph era sumamente atractivo y nunca se interesaría en alguien como él.

—¡Vilan, que bueno verte acá! —Joseph gritaba, a pesar de que estaba a pocos metros y se acercaba a gran velocidad.
—Joseph, eh, sí, bueno, toda esta zona es un poco caótica —dijo Vilan, no podía evitar ruborizarse, entre la multitud de personas y el ajetreo, Joseph se había dado cuenta de su presencia, y no solo eso, se acercó para hablarle.
—Sí, sí —dijo Joseph mientras miraba a la multitud que se congregaba alrededor de uno de los barcos que estaba en proceso de atraque—. Hace mucho frío en el norte, por lo que es la época de turismo para los pudientes.
—¿Y qué haces por acá Joseph?
—Mi papá me dejó encargado de buscar a una persona que debe estar llegando en ese barco, tú sabes, uno de esos hijos mimados de millonarios que al fin salen a conocer el mundo, pero que necesitan un guía para que los lleve al hotel. No vaya a ser que le pase algo al pobre, hasta el nombre es ridículo, Bertholo —dijo Vilan, Joseph rompió a reírse de su propio chiste, claro, si a eso se le podía llamar chiste.

Vilan pensó rápidamente, justo lo que describía Joseph es lo que Mary, la madre de Vilan, estaba buscando. Alguien que fuera lo suficientemente ingenuo y acaudalado para ser parte del selecto grupo de turistas a los cuales su madre daba recorridos dentro y fuera de la ciudad. Nunca era más de uno la vez, los servicios que ofrecía eran exclusivos. Vilan se encargaba de elegir dos o tres, buscaba los nombres y hoteles donde se hospedarían y su mamá hacía el resto del trabajo. Todavía no entendía cómo hacía ella para contactarlos y convencerlos, pero en este caso creía que podía lograr ahorrar unos cuantos de esos pasos.

—Eh, Vilan, te dejo, creo que ya vi al pobre niño. Allá  —Joseph señaló a un joven, moreno y delgado, su cara estaba extasiada por el Puerto. Definitivamente, era la primera vez que viajaba.
Como Vilan no se despidió, Joseph se alejó unos pasos en dirección al recién llegado. Vilan debía actuar rápido para asegurar que el Bertholo entrara en contacto con su madre.
—¡Joseph! ̶ gritó Vilan en un arrebato de espontaneidad —. Asegúrate de llevarlo a la tienda de mi mamá un día de estos. Seguro que algo se lleva, tú sabes, recuerdos para su familia del gran viaje.
—Dalo por hecho —Joseph se despidió de él, guiñando un ojo a manera de despedida.

Bueno, parte del trabajo estaba hecho, ahora le quedaba conseguir dos turistas más. «Manos a la obra», pensó y comenzó a caminar entre la multitud que recibía a los turistas.

 

¿Cuánto calor es capaz de soportar alguien? Cada día parecía más caluroso que el anterior, como si el sol se empeñara a secar el mar que estaba tan cerca. Eso sin contar la aireada discusión en la que se encontraba. La combinación era perjudicial para su salud, la cantidad de sudor que salía de su cuerpo era prueba suficiente para él.

Se encontraba en la segunda cita de negocios en Puerto de Mareas. Concertadas previamente por su hermano. Tenía que cumplir sus compromisos, y a pesar de la distancia, Marcus se aseguraría de que así fuera. Frente a él se encontraba el Señor William Hub, magnate en el reciente negocio de la extracción de carbón, y su despacho lo demostraba. Se notaba que todo era nuevo y reluciente, de mal gusto, pero caro.

—Muy bien joven Bertholome —El Señor Hub puso énfasis especial en lo de joven —. Pasemos al último punto. Mis comisiones por traslado son extraordinariamente bajas, tu hermano me está timando.

Berthy no hallaba el momento de terminar esa tortura. Su primera reunión fue un desastre. Había dudado, y puesto en evidencia, su falta de experiencia, lo que le dio ventaja a su contraparte llevando las negociaciones a pique. Por esto se esforzaba por emitir un aura de seguridad y confianza ante este comerciante. Y el calor no lo ayudaba.

Una hora después, Berthy salió al fin del edificio propiedad del Señor Hub. Sentía su mente cansada, pero satisfecha, consiguió mantener la mayoría de las cláusulas propuestas por Marcus, agregando unas cuantas de su propia inspiración que daban ventajas a la empresa familiar. Esta reunión había sido más exitosa que la anterior. La versión revisada y modificada del contrato, que llevaba bajo el brazo, daba cuenta de ello. Berthy se dirigió directamente a la oficina de correos, para enviarla lo más pronto posible a Marcus, así se libraría de las obligaciones del día.

Ya más tranquilo se acercó al hotel, con la intención de refrescarse un poco antes de seguir conociendo la ciudad. Mientras pasaba por la recepción, notó a un joven se levantaba del mullido sillón en el que estaba sentado. Joseph tenía una amplia sonrisa mientras lo saludaba con la mano, podría jurar que nunca vería de mal humor al muchacho. Tal ímpetu tenía el joven guía que no le permitió hablar.

—¡Berthy! —Una de las primeras cosas que le había prohibido era llamarlo Bertholome—. Ya te has cansado de esta zona, sí, es muy lujosa y todo lo que quieras, ¿pero no te gustaría conocer más?

Una chispa se encendió en el pecho de Berthy, y al parecer Joseph lo notó, ya que lo tomó del hombro, le dio media vuelta colocándolo frente a la entrada del hotel y extendió el brazo hasta el exterior, fuera el sol hacía que los adoquines de la calle brillaran, era una invitación a la aventura.

—Pues hoy es el día, vamos al mercado donde mi padre tiene su tienda, seguro te va a gustar lo que vendemos nosotros y los demás comerciantes, ¿te parece?
—¡Pues voy encantado!

El cansancio desapareció y fue reemplazado por emoción. Más allá de la calle, más allá del puerto, se escondía un mundo que apenas comenzaba a vislumbrar. Tenía mucho por conocer y su corazón le decía que por muchos negocios que concretara nunca se iba a sentir tan realizado como al conocer el mundo. Tenía que romper las barreras que tuvo durante veintiún años. El sol calentaba invitándolo a ver.

Todo había acumulado una cantidad excesiva de polvo. Vilan se encontraba en la trastienda del puesto de su madre. Estaba formada por telas que componían las paredes y techo del pequeño recinto. Su madre le había encomendado limpiar las antigüedades acumuladas, una mezcla de artefactos caros preparados para los selectos clientes que pudieran pagarlos y de otros que simplemente no habían sido vendidos. Vilan se sentía cómodo en la penumbra del lugar, y escuchar la voz de su madre atendiendo clientes fuera le reconfortaba; sentía una conexión entre ellos, pequeña, pero suficiente para que Vilan no se considerara totalmente ajeno a su madre.

Fuera se escuchaba algarabía, entre las voces que se mezclaban con la de su madre identificó una. La voz era alegre, animada; Joseph había llegado. Vilan quería verlo, pero no se atrevía a salir; en vez de recibir a Joseph en persona, se acercó a las telas que cubrían la entrada al almacén para observar lo que sucedía. Joseph estaba tan risueño y atractivo como de costumbre. De espaldas se encontraba su madre, hablando animadamente con Joseph y otro muchacho que reconoció de inmediato. Era el hijo rico que recibió Joseph hace quince días, el primer candidato que le había dicho a su madre para sus servicios de guía. La conversación llegaba a los oídos de Vilan, quien se interesó más en espiar.

—Bueno Berthy, ¿qué deseas hacer en Puerto de Mareas?, dos semanas no es tiempo suficiente para ver todo lo que esconde esta ciudad.

 

 

 

Mary se había movido a una de las esquinas del mostrador, por lo que se veía su perfil, Vilan conocía esa mirada, su madre se había decidido por el muchacho.

—Sí, ha sido poco tiempo y he tenido compromisos que cumplir —El muchacho, Berthy por como lo llamaba su madre, estaba asombrado por los artículos que se ofrecían—. Sin embargo, planeo tomarme unos días hasta la próxima misiva de mi familia para indicarme cuáles serían las siguientes actividades que he de cumplir; mientras llegue aprovecharé para conocer más por estos lugares, nunca había pisado esta parte de la ciudad.
—Seguramente solo has estado en la zona comercial y turística. Te aseguro que tendrás mucho más que descubrir aquí que en esas calles cuidadas para los turistas, Joseph te podrá guiar, pero sé que tiene obligaciones con su padre.

Vilan se retiró del sitio donde espiaba y volvió a sus labores, no necesitaba escuchar más. Su madre había comenzado sus sutiles movimientos para que el muchacho dejara de emplear a Joseph como guía, solo era cuestión de tiempo para que Berthy cayera ante el encanto de ella y en unas pocas semanas irían los dos al acto final de los recorridos de su madre, la Selva de Mareas, sitio inexpugnable al cual los locales ni se acercaban por superstición, pero al que su madre llevaba a sus clientes para admirar la grandeza del lugar. De alguna forma tenía que convencerla de que lo llevara, no aguantaba ser excluido y mucho menos por un muchacho como Berthy.

Las calles de la zona turística se llenaban al atardecer, las vistas al mar eran atractivas. El cielo parecía que se desangraba, tonos rojos intensos rodeaban al sol mientras se hundía en el mar. Berthy caminaba pensativo por el bulevar que rodeaba los muelles camino a su hotel. Habían pasado tres semanas desde que comenzó a realizar paseos guiados por Mary, la Arqueóloga que le presentó Joseph y sustituyéndolo como guía para conocer la ciudad. Y desde que había comenzado a conocer el Puerto con ella había cambiado su visión de la ciudad.

Joseph le mostró los sitios turísticos comunes, mientras que Mary le enseñó los recovecos de la ciudad, las zonas en la que los habitantes del día a día vivían y se relacionaban, los sitios turísticos cobraban una vida muy diferente con ella. No eran estructuras bonitas solamente, cobraban vida gracias a Mary y sus explicaciones. De verdad amaba su oficio, luego del poco tiempo que llevaba con ella se sentía como un aprendiz de historia y eso lo emocionaba.

El último paseo con ella había sido especialmente intenso, Mary lo acercó a los límites de la ciudad, no del lado del mar, sino al oeste. Ahí la ciudad colindaba con una selva impresionante. La ciudad de pronto terminaba y se formaba un muro de árboles, arbustos y lianas con muchos metros de alto. El lugar era un enigma, inalcanzable para la gente común. En ese momento Mary le hizo la propuesta que lo mantenía meditabundo.

—Observa la magnitud de lo que tienes frente a ti  —dijo con emoción mientras miraban la selva que tenían frente a ellos—. No puedes imaginar los misterios que se esconden detrás de esos árboles. Yo he visto algunos.
Por un momento pareció dudar, pero siguió hablando.

—Te propongo algo, ven conmigo a la selva. Te enseñaré la otra cara de este lugar, el lado salvaje, la naturaleza sin freno, y si estás dispuesto, podríamos llegar a un lugar como nunca antes habías visto, un sitio que ni los reyes y gobernantes conocen, que incluso puede esconder un poder de gran valor.

Berthy estaba concentrado en esa propuesta tan intrigante y seductora mientras entraba al hotel y se dirigía directamente a las escaleras que conducían a su habitación cuando la recepcionista lo llamó por su nombre completo. Se detuvo en seco.

—Disculpe, señor Bertholome, no quisiera incomodar, pero llegaron dos cartas dirigidas a usted —dijo la recepcionista mirando a un Bertholome impresionado por el buen trato.

La menuda señorita le tendió dos sobres, el joven los tomó con curiosidad, lógicamente esperaba una carta de su hermano, pero la segunda carta le intrigaba. El sobre era pequeño y reconoció la escritura de inmediato. Su hermana Arthy le había escrito. Sin agradecer por la diligente atención de la empleada, corrió hacia su habitación. Cerró rápidamente, dejando la carta de su hermano en el escritorio al lado de la puerta y sentándose en la cama para abrir la carta. El papel tenía pocas líneas, pero Berthy devoraba las palabras.

Berthy, te extraño cada día más, entiendo por qué te fuiste. Mi mamá y Marcus me tratan como a un prisionero, por favor ven a buscarme algún día. Te quiere. Arthy

Las lágrimas llenaron los ojos de Berthy, su hermana había entendido por qué había aprovechado esa oportunidad. Tenía que sacar provecho a su situación, aprender y ver todo lo que su hermana no podría. Cuando volviera a casa no se encerraría de nuevo, sería para liberar a su hermana. Gracias a Arthy había tomado una decisión, emprendería la aventura de entrar a la selva con Mary.

Ya casi todo estaba listo para el viaje, como de costumbre Vilan se había encargado de llenar dos morrales de viaje que tenía su madre con los insumos suficientes para tres días de travesía. Estos bolsos los había equipado sintiendo una mezcla de tristeza y resignación. La relación que había desarrollado su madre con Berthy era especial, lo poco que los había visto había sido suficiente para desarrollar unos celos ilógicos por el joven moreno. Seguramente ese muchacho era todo lo que su mamá necesitaba y Vilan no había podido ser, un joven amable, y vivaracho. Lástima para su madre que su propio hijo no había sido así.

Mary entró a la pequeña casa, revisando el trabajo que Vilan había hecho. Murmuraba palabras que él no entendía, pero sí captó el nombre del niño rico unas cuantas veces. Algo se rompió en el pecho de Vilan.

—No entiendo —Vilan luchaba para no decir nada, pero no podía callar más— el joven ese no me llega ni a los talones. Es más joven que yo y no debe entender ni una décima parte de lo que le dices en esos recorridos que le haces. No entiendes que mi objetivo siempre ha sido estar cerca de ti, aprender de ti en todos los sentidos y tú lo único que has hecho es rechazarme. Dime la verdad, ¿qué te he hecho?

No era la primera vez que el joven reclamaba a su madre. Pero esta ocasión era diferente. Algo había muerto en el interior de Vilan y le dolía. Las lágrimas no tardaron en salir, y no era un llanto controlado. Eran las lágrimas de un niño que nunca había tenido la caricia de una madre, era un grito ahogado por un amor desconocido. Mary lucía tranquila, no se acercó a Vilan para consolarlo, claro, eso sería establecer algún tipo de contacto con su hijo, y por lo visto eso no era posible para ella. Le dio la espalda a su hijo.

—Prepara un tercer bolso, irás con nosotros a la selva, quizá no sea el momento, pero tú quieres que lo sea. Así que prepárate —dijo Mary con un hilo de voz.

Mary salió de la casa. Vilan cayó de rodillas en el piso, no podía dejar de llorar, pero ya no sabía si era de tristeza o alegría.

Al menos en la ciudad contaba con la brisa marina para refrescarse, pero en la selva Berthy sentía que el calor lo estaba devorando. Ya era el tercer día de viaje, por lo que el joven había olvidado la idea de usar ropa limpia, sudaba a una velocidad impresionante. Sin embargo, olvidó su incomodidad por la majestuosidad del lugar, el calor se concentraba a pesar de que los árboles eran tan altos y tupidos que no llegaban rayos del sol a la tierra, el suelo estaba cubierto de musgo, arbustos, helechos y otras plantas que él apenas conocía.

Durante los días pasados había podido ver animales que solo había visto en los libros de su casa, desde insectos hasta primates. Cada momento se sorprendía, por lo que se escondía a tan pocos metros de Puerto de Mareas. Había caminado constantemente con sus acompañantes y guías, sin embargo, no se sentía cansado, podría asegurar que la misma selva le daba energías y no permitía que claudicara en su expedición.

Delante caminaba Mary, alentándolos para ir con mayor rapidez a su destino. A pocos metros a su espalda se encontraba Vilan, el hijo de Mary. Prácticamente, no había cruzado palabras con él durante el viaje. Berthy sentía que era como una sombra, siempre cabizbajo detrás de ellos; además, las miradas que le echaba a él seguramente lo quemarían peor que el sol si pudiera. No entendía por qué le caía tan mal a Vilan, poco se habían visto en las semanas en las que Mary fungió como su guía. Pero algo le pasaba al muchacho, se notaba que no tenía una buena relación con su madre, no comprendía las razones, pero eso no era de su incumbencia.

Al alzar la vista se sorprendió al ver que Mary estaba bañada en luz solar, al alcanzarla se dio cuenta de que así como en la frontera con la ciudad, la selva terminaba abruptamente. Se encontraban en un claro enorme, suponía que era una especie de circunferencia en la mitad de la Selva, ya que no podía ver al otro lado del claro, una estructura gigante interrumpía su visión.

—Hemos llegado al templo de la selva, como me gusta llamarlo, valió la pena todos estos días de trayecto —dijo Mary, sonreía satisfecha.

La cara de asombro de Berthy valió como respuesta, se encontraba frente a una estructura gigantesca, llena de cúpulas, con una principal en el centro. El edificio presentaba multitud de arcos, los bloques que lo formaban estaban desgastados y en las juntas de los mismos crecían hierbas. Sin embargo, esto no reducía la magnificencia del templo. Junto a él se ubicó Vilan, con la misma cara de sorpresa, mientras Mary se adelantaba un poco, separaba unas ramas y descubría una entrada al edificio. La luz del sol incidía directamente sobre el templo, lo hacía brillar, quizá fuera esto por lo que dentro del templo solo había oscuridad.

Mary no dudó en entrar y solo se necesitaron unos pasos de ella para que desapareciera en la oscuridad del Templo. Vilan y Berthy se miraron, atónitos ante la desaparición de Mary, y corrieron para ingresar a la estructura. No tardaron en encontrarla, apenas había ingresado al lugar y estaba encendiendo dos antorchas que crepitaron con las llamas; le dio una a cada uno de los jóvenes. Sin mediar palabra se adelantó internándose en el templo.

Los dos muchachos la siguieron en silencio. Las antorchas solo iluminaban unos metros alrededor de los viajeros. Los pasillos y estancias no habían sido transitados en mucho tiempo, telarañas crecían en los techos y el polvo se arremolinaba entre los pies de los visitantes. Los pasillos se curvaban, en pocos minutos los jóvenes ya se sentían perdidos, aunque Mary avanzaba con paso decidido. Esporádicamente, vislumbraban haces de luz que se filtraban por paredes y techos, iluminando cuartos y pasillos a los cuales ellos no entraban.

Sin darse cuenta, Vilan y Berthy casi chocan con la espalda de Mary, quien se encontraba de pie frente a un arco, la habitación que estaba al frente parecía ser la central del templo.

—Vilan, sé un buen hijo, y quédate aquí. Es hora de finalizar el recorrido de Berthy —dijo Mary.
—¡Pero madre! ¿No veo por qué tengo que quedarme aquí? —Vilan tenía un tono exasperante en la voz.
—Te acabo de dar una orden. Berthy, si eres tan amable.

Mary extendió su mano hacia la entrada, invitando a Berthy a cruzar primero. El joven no pudo evitar la curiosidad e ingresó en el recinto. La poca luz de su antorcha no era suficiente para cubrir la totalidad de la habitación, pero lo que podía ver lo llenaba de asombro. El piso tenía grabados de gran belleza, formas humanas se mezclaban rodeando una plataforma circular. Berthy avanzaba en pasos cortos, llegó al centro de la plataforma, sin emitir palabras, alzó la vista hacia la cúpula que coronaba el recinto. De repente sintió un escalofrío en el cuello y un dolor agudo se encendió en dicha zona. Un temblor le recorrió el cuerpo y al tocarse el cuello sintió humedad. Su mano estaba cubierta por su oscura y goteante sangre.

Cayó de rodillas, el dolor lo laceraba. Sin creer en lo que estaba pasando, vio a Mary pasar a su lado con un cuchillo goteando sangre en la mano. La arqueóloga no se detuvo y al otro extremo de la plataforma tomó asiento en una especie de trono. Berthy se desangraba, perdía fuerza a cada momento, el dolor se extendía del cuello a todas partes de su cuerpo. El joven escuchó un grito, pero no era él quien lo emitía, no podía hablar. De inmediato su mundo se volvió negro.

Vilan no entendía la escena que estaba viendo, vio a su madre cortar el cuello de Berthy sin ningún ápice de duda. El joven gritaba y trató de correr hacia el cuerpo desmayado del joven cuando su Madre le gritó.

—Ni te atrevas a intervenir Vilan —Su madre estaba tranquila—. Si querías acompañarme tendrás que esperar, probemos si esta vez si pongo esto en marcha.

El joven miraba aterrorizado como Berthy se desangraba. La sangre no se mantuvo quieta, fluía del cuerpo de Berthy y llenaba suaves canales que estaban grabados en la plataforma, el flujo no era natural, formaba patrones y avanzaba a la orilla de la plataforma, mientras Berthy permanecía inmóvil en el centro. El llegar al límite no se desbordó, y para sorpresa de Vilan y por lo visto también de Mary, parecía que el líquido hervía.

Mientras la sangre burbujeaba, la habitación comenzó a iluminarse. A partir del cuerpo de Berthy se extendían filamentos dorados a través de los canales, convirtiendo la sangre en ríos de luz que mostraban surcos que confluían hacia el trono donde estaba sentada Mary. En cuanto los haces de luz se unieron a los pies de ella, un segundo grito se escuchó en toda la bóveda, un grito de mujer.

A través de los ropajes de la arqueóloga se observaba como la luz subía por su cuerpo, y en el cuello de la mujer se formó una delgada línea de luz, brillando intensamente en todo el templo. Vilan quedó ciego por un momento ante la ráfaga de luz, y cuando recuperó la visión solo vio el cuerpo de su madre tirado sobre el tono. Corrió hacia ella, sin darse cuenta de que el flujo de luz regresaba hasta Berthy iluminándolo totalmente. El joven llegó junto a su Mary, y con solo observar la mirada perdida de ella se dio cuenta lo había pasado. Su madre había muerto.

Para Berthy todo se había ennegrecido y sintió como la vida dejaba su cuerpo. Por una eternidad no sintió, no pensó, no vivió. Y de la nada escucho una voz, era su hermana, decía una sola palabra.

—Levántate.

Blanco, todo era blanco. Su cuerpo se sintió lleno. Respiro y abrió los ojos, imágenes se formaban frente a sus ojos, atisbos de luz que iban desfalleciendo. Berthy se incorporó, los surcos que lo rodeaban estaban llenos de polvo dorado, poco a poco la iluminación descendió, el único foco de luz era una antorcha tirada al lado del trono donde se había sentado Mary; su hijo estaba junto a ella abrazándola, parecía que la mujer se había desmayado, por lo que Berthy dio un paso en dirección a ellos. Vilan volteó y lo miró, había desconcierto en su cara y poco a poco se fue transformando, convirtiéndose en odio.

—Tú. ¡La has matado! —gritó Vilan, su voz tenía un toque de locura.

Berthy negaba con la cabeza, dio un paso atrás. Mary, la mujer en la que él había depositado su confianza, intentó asesinarlo. Pero ahí estaban, los papeles se habían cambiado sin razón. Vilan actuó por acto reflejo, tomó el cuchillo que todavía tenía gotas de la sangre de Berthy, corrió sin dar tiempo al muchacho de huir, clavó el arma en su pecho, y lo sacó limpiamente. De inmediato la herida brilló y en un instante se cerró.

Vilan y Berthy se miraron. El segundo muchacho no esperó a que el hijo de Mary hiciera algún otro movimiento y huyó. Salió de la habitación corriendo, cruzó pasillos hasta conseguir la salida y se internó en la selva. Siguió sin rumbo ni tiempo definido, huyendo de lo que acababa de suceder, hasta que tropezó y cayó estrepitosamente entre las raíces de un árbol. Se mantuvo en el sitio, no sentía dolor a pesar del fuerte golpe, no estaba cansado. No sabía qué había sucedido ni que hacer a continuación, por lo que simplemente permaneció en la misma posición en la que había caído.

Tirado en el piso, entre las raíces del árbol, pensaba que hacer a continuación. Podría volver a Puerto de Mareas, pero quizá dentro de unos cuantos días ya lo estaría buscando la guardia de la ciudad. Vilan lo acusaría de asesinato, lo último que le había gritado era prueba de que estaba convencido de ello. Berthy no sabía si tendría tiempo suficiente para recoger sus cosas y tomar un barco, volver a casa. Eso sin contar que no sabía dónde estaba, menos la forma de salir de esa selva. Ese era el punto, primero tendría que conseguir el límite de la selva, no podía formar un plan si no lograba salir de esa espesura.

El muchacho se levantó, no tenía cómo guiarse, por lo que ando sin rumbo fijo. No sabía cuánto había pasado, y como no se cansaba, no supo con certeza en qué momento comenzó a ver como los árboles se encontraban a mayor distancia unos de otros. El sol ya no estaba en lo más alto del cielo, pero poco a poco podía ver retazos de azul entre el techo de hojas. Sin previo aviso la selva acabó, el bosque terminó abruptamente. Sin embargo, el paisaje no tenía nada que ver con Puerto de Mareas.

Unas pocas carpas se veían a lo lejos, cerca de algunas formaciones rocosas. Más allá solo había un mar amarillo. No era agua, aunque los valles, colinas y la arena le recordaban al mar que había surcado para llegar al puerto hacía apenas un mes. El desierto se extendía hasta donde llegaba su vista. Al parecer, su sueño de conocer más a Guardum se cumpliría, había salido al otro lado de la selva, y el futuro olía a desierto.

 

Epílogo

La casa de Mary tenía tres habitaciones aparte de la sala y cocina. En dos de ellas residían sus habitantes y la tercera se convirtió en el despacho de la arqueóloga. Vilan tenía prohibido el acceso al lugar, pero su madre había muerto hacía dos semanas, por lo que esa regla había caducado. En la casa, el silencio era interrumpido por unos golpes, suaves, rítmicos. Dentro del despacho Vilan estaba seguro de que había conseguido algo, pero no podía acceder a eso. Tocaba delicadamente el escritorio de su madre, había un compartimiento secreto en una de las gavetas e intentaba abrirlo sin dañar el artilugio.

Si su madre tenía algo escondido en ese cajón debería ser de especial importancia. Ya llevaba una semana buscando pistas, alguna carta o diario que le ayudara a entender lo que había visto en el templo, teniendo pocos resultados. Siguiendo la orilla inferior del cajón consiguió un asidero, halo y levantó una tapa. Dentro se encontraban varias carpetas y encima de todo una frágil hoja con las orillas desgastadas. El joven no había estudiado la misma carrera de su madre en vano, por lo que entendió un poco de las palabras escritas en el pergamino. Poco a poco fue traduciendo y un escalofrío recorrió su espalda cuando dedujo dos líneas del texto.

Tres ejes de poder y un cuarto que los une. Sangre, cuerpo, mente. Y el alma equilibrándolos.

En sus manos tenía una pieza del rompecabezas. No podía denunciar a Berthy, seguramente lo encarcelarían a él mismo antes de tocarle un pelo a ese niño rico. Si quería conseguir justicia no sería por la vía legal. Sería por su propia mano, pero algo le había pasado a ese muchacho. El cuchillo que clavó en su pecho no había hecho nada. Algún tipo de poder habían despertado en ese templo, y el pergamino era la clave para poder conseguir más de él.

 

Pero esta vez sería para Vilan y así se enfrentaría de nuevo a Berthy.

 

Jesús Lobo

Ingeniero de profesión, escritor por pasión. Egresado de la Universidad de Carabobo hace 13 años y con más de 10 años de experiencia en el ramo agroindustrial; ha cultivado una pasión personal por el cine, las series, videojuegos y la lectura. Desde muy pequeño ha sentido la necesidad de explotar su lado creativo y plasmar las historias que su imaginación crea. Su lado más analítico no le había permitido explorar ese potencial, pero ya ha llegado el momento.