Pálpitos de corazones

2023-07-20 María Alejandra García

En este mundo tan grande, tenemos mucha diversidad de cultura, religión, gastronomía, paisajes y sobre todo valores, sin embargo, cada ser vivo tiene algo en particular, algo muy pequeño que tenemos dentro de nuestro cuerpo. Sin esa particularidad no podríamos vivir, para algunas especies, como lo es un colibrí, este late a mil doscientas sesenta veces por minutos, para el ser humano late aproximadamente cien veces por minuto, este es el corazón.

Pálpitos de corazones

Las mañanas para algunos es el comienzo de un nuevo día, lleno de alegría y mucho optimismo. Los adultos se despiertan a tempranas horas para irse a trabajar, los más chicos se despiertan a regañadientes para ir a sus escuelas, los más adultos se quedan en casa descansando. Oriana, con 40 años, se ubicaba de lunes a viernes en la cantina que se encontraba dentro del Hospital Universitario de Caracas. La cantina, siendo modesta, tenía usuarios de todas partes del país, ya que siendo un hospital popular estaba cerca la universidad. Para Oriana era una gran estrategia para las ventas de la cantina. La especialidad de la cantina eran las ricas arepas andinas que realizaba su compañera de trabajo, Olga.

Esta chica era la típica merideña, bajita, un cabello largo envidiable, su piel blanca como la nieve y unos ojos verdes que cautivaba a ciertos usuarios de la cafetería. Olga provenía de los pueblitos del páramo, específicamente en Gavidia, donde se cosechaban cantidades de papa para el consumo del venezolano. Esta chica tenía tres años viviendo en un apartamento bastante modesto, junto con su tía política en La Candelaria. El sueño de Olga era ser reconocida como periodista, en todos los canales de televisión más importantes del país, es por ello que con mucho valor se fue de los páramos andinos, hacia la Gran Caracas.

Ambas chicas trabajaban en el primer turno de la cantina, luego, desde la una de la tarde los padres de Oriana: el señor José y la señora Marta se encargaban del negocio. Oriana y Olga se hicieron grandes amigas, desde el primer día que se conocieron, con quince años de diferencia tenían muchas cosas en común.

—Si vas a adoptar al gato color naranja que se encuentra en la esquina del Bulevar de Sabana Grande —dijo Olga.
—Tendría que hablar con Ernesto, él ama los animales igual que nosotras, pero ya con las gatas Nala, Muñeca y el perrito Toby, estamos un poco apretados en el apartamento —comentó Oriana con tristeza.
—Donde comen tres pueden comer cuatro animalitos querida amiga —exclamó con humor Olga.
—¿Tú quieres que mi esposo me bote de la casa? —comentó con sarcasmo Oriana.
—No, para nada solo decía. Sabes, si no viviera alquilada en casa de mi tía, vea mamita, ya tendría como tres mascotas. Ahora, cambiando un poco el tema, ¿si pudiste ir al médico por esa tos horrible que hace que te cueste respirar? —preguntó Olga.
—Si claro, el médico general me mandó a un especialista que se llama José Reyes, mañana por la tarde tengo que estar en el hospital.

Algo que tenía en particular Oriana, era su sonrisa y alegría que contagiaba a cualquiera. Vivía con su pareja Ernesto, un gran abogado que trabajaba casi dieciocho horas en un bufete muy reconocido de la ciudad. Ambos se conocieron en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela, desde entonces se volvieron inseparables. Oriana no pudo graduarse, ya que tuvo que ayudar a sus padres con el cafetín, más aún siendo hija única. Además, de haber estudiado un poco de leyes y trabajar en el cafetín de sus padres, ella también era profesora de yoga. Le encantaba conectarse con la naturaleza, ese era su escape tres tardes por semana. Otra actividad en las tardes libres era ayudar en un refugio para animales, sin embargo, al ser tan solidaria con todo a su alrededor, era un poco irresponsable con ella misma.

Siendo conocedora de muchas técnicas curativas con hierbas esenciales, tecitos, hojas de eucalipto, entre otros, no le gustaba ir al médico porque pensaba que era una pérdida de tiempo y dinero, solo había ido al ginecólogo dos veces en su vida; cuando se desarrolló a los diez años de edad y cuando empezó a tener relaciones sexuales a los dieciocho años. Ernesto y Oriana eran almas gemelas, físicamente ambos se sentían deseados uno al otro, ella contaba con un hermoso cuerpo de sirena, su piel tostada por el sol, unos ojos color almendra, combinaba su cabello rizado de color caoba, ttenía unas manos menuditas que a él le encantaba acariciar. Ernesto era el típico hombre perfecto de 43 años de edad y con una sonrisa de galán, lo más atractivo era su barba que le daba aspecto de un hombre misterioso, pero sobre todas las cosas, amaba con todas sus fuerzas a su esposa.

Todos los sábados tenían un ritual, ya que no tenían hijos, hacían el amor a tempranas horas, sus miradas se entrelazaban en plena faena y terminaban exhaustos. Desayunaban unos panqueques con miel de abeja, acompañados de muchas frutas, en especial fresas y piña. Para acompañar esas ricas panquecas, Ernesto preparaba un café doble expreso sin nada de azúcar como a ambos les gusta. Después del desayuno, ambos subían al Ávila junto a su perrito Toby, empezaban desde la entrada de Altamira y terminaban en Sabas Nieves. Ambos se turnaban a Toby para cargarlo, ya que era un poodle pequeño y se cansaba de nada. Después de llegar del Ávila, se bañaban juntos, compartían esa intimidad que por el trabajo de ambos no podían compartir entre semana. Luego se iban a comer comida italiana, se ubicaba a dos cuadras de su vivienda, un restaurante que a Ernesto le encantaba.
—¿Qué van a ordenar los señores? —comentó el mesero de turno.

—Lo mismo de siempre, amigo. Mi esposa pasta a la carbonera, para mí pasta a la marinera, si le puedes decir al personal de la cocina que añada más camarones, mejor, por favor —comentó muy amable Ernesto.
—Enseguida señor, por ser clientes concurrentes, el dueño del restaurante les obsequia una botella de vino del mejor bodegón de Mendoza —dijo el mesero muy atento.
—¡Guao, qué amabilidad! Voy a venir todos los días, ya que me queda cerca de mi casa —comentó muy sonriente Oriana.

Luego de haberse terminado ese almuerzo lleno de muchas calorías, Ernesto lleva al centro comercial a Oriana, siempre y cuando hagan una actividad juntos. El cine era su actividad favorita, y en la mayoría de las ocasiones ella era la que siempre escoge la película.

—¿Qué harías sin mi Ernesto? Soy la que mando en esta relación —dijo Oriana con risas.
—Sin ti mi vida no tendría rumbo mujer, soy muy feliz a tu lado. Amo tus locuras, tu gran amor hacia tu alrededor, y sobre todas las cosas te admiro, sin embargo, solo te pido una cosa —dijo Ernesto.
—Amor, hoy ya no quiero hacer el amor, no tenemos dieciocho años como cuando estábamos en la facultad —comentó Oriana con mucha picardía.
—No chica, nada de eso, es otra cosa. ¿Cuándo vas a ir al especialista que te recomendó el médico general? Olga me comentó que no has ido, mujer, tienes el consultorio ahí mismo en el cafetín —comentó Ernesto un poco preocupado.
—Esa Olga sí es chismosa, está bien, voy a ir si tú me acompañas —dijo Oriana.
—Está bien mi amor, en lo que salga del tribunal vamos, el lunes después del almuerzo. Así que aprovecho y almuerzo contigo en el cafetín.

Ese ansioso lunes llegó más rápido de lo esperado, como siempre Oriana era la primera en llegar al cafetín, seguidamente llegó Olga un poco agitada ya que tenía que tomar dos autobuses. Oriana hablaba hasta por los codos, contó todo lo que hizo el fin de semana, Olga, muy servicial la escuchó detalladamente, aunque ese día no se sintió del todo bien. El día anterior Olga tuvo un malestar en el pecho, sin embargo, ese dolor había sido constante durante los últimos 3 meses. Como era común de Olga, no se lo había comentado a nadie, ni siquiera a su tía que vivía con ella, mucho menos a su familia de Gavidia.

—Oriana, te tengo que comentar algo, pero quiero que me prometas no decirle a nadie —dijo Olga un poco nerviosa.
—Habla mujer, ¿qué te ocurre? —preguntó Oriana con un tono de voz preocupante.
—Creo que tengo algo en el pecho. Nací con un problema cardíaco, mi mamá me comentó que muchas veces, cuando era muy pequeña, ella y mi papá tuvieron que bajar del páramo para ir a la ciudad e ir al hospital universitario. Los médicos para ese entonces les comentaron a mis padres que ya no iba a presentar ningún problema, pero últimamente no he estado bien —dijo Olga.
—Vaya, pero por qué no me comentaste eso tan delicado —comentó Oriana, un poco nerviosa, mientras se tomaba el primer café de la mañana
—Por miedo a que no me hubieras contratado.. Este trabajo me ha ayudado a mantenerme aquí y mandar un poco de dinero a la casa, ya que la cosecha de papas por la temporada no está dando —dijo Olga.
—Vamos a hacer algo, yo también tengo que ir a un especialista. Ambas nos acompañaremos, ¿te parece bien? Aunque Ernesto me comentó que iba a estar conmigo, pero si te incomoda que él esté, le digo que no venga —comentó Oriana.
—Sí, me parece bien, pero no importa, sabes que Ernesto es como un hermano mayor para mí. Vamos a ver qué nos dicen —dijo Olga.

Llegó la tarde que ambas mujeres con miedo no querían que llegara, sin embargo, se acompañaron mutuamente mientras el papá de Oriana, el señor José, se quedaba en el negocio. Entraron por la puerta principal del hospital, estaba un poco solo el piso donde se encontraba la planta baja, al llegar cada una tomó un asiento donde se encontraban unas sillas color naranja frente a la recepción. La primera en ser llamada fue Olga, se levantó lentamente de la silla siendo acompañada por la recepcionista, Olga voltea, ve a su amiga, le sonrió diciéndole que todo va a salir bien. Oriana, al ver como se iba Olga, pensó si también a ella la llamarían rápido. Pero antes de ser llamada, llegó Ernesto a la sala de espera. Sintió tanta alegría y mucha suerte, de tener a ese hombre tan maravilloso.

—¿Me imagino que Olga ya entró a su cita, no? —preguntó Ernesto.
—Si claro, hace unos minutos, antes tú llegaras la llamaron. ¿Crees que lo de ella sea muy grave? Hoy en la mañana me comento que nació con un problema cardiaco, ¿no será eso muy peligroso eso amor? —preguntó Oriana.
—Mi vida, quizás sea peligroso, recuerda que el corazón es el motor de nuestro cuerpo. Esperemos que no sea nada malo. Ahora, vamos a lo tuyo, ya que la secretaria nos está haciendo señas para ir al consultorio del doctor Reyes —sentenció Ernesto.

Al pasar las horas, tanto Olga como Oriana y Ernesto salen del consultorio. Los tres salen con los ojos húmedos y mucho desánimo, Oriana se va detrás de su amiga.

—¿Qué te dijo el doctor, amiga, en que podemos ayudar? —preguntó Oriana.
—Creo que nada amiga, es muy difícil ya que me tienen que hacer un trasplante de corazón. Mi corazón no está bombeando como se debe, por eso los dolores en el pecho y el cansancio constantemente. No sé qué decir allá en Gavidia, no quiero preocupar a mis padres —dijo con lágrimas en sus mejillas la merideña Olga.
—Todo tiene solución, no te preocupes. En los hospitales siempre hay donantes de todo tipo, solo nos tenemos que asegurar que seas la primera en recibir el órgano —dijo Oriana.
—Por cierto, ¿a ti cómo te fue? No quiero malas noticias, por favor —dijo Olga.
—Bien, solo tengo una infección severa en los pulmones. El doctor me mandó unos antibióticos, en dos semanas estaré bien —comentó Oriana.

El testimonio de Oriana no fue convincente para Olga. Pensaba que su amiga no confiaba en ella, quizás era solo una suposición, al saber que su corazón no estaba funcionando, estaría exagerando su entorno. Estaba un poco aturdida y nerviosa en decirle a su familia, puesto que no era una noticia agradable. Aun así, necesitaba estar sola y comprender que iba a pasar los próximos días, pues el doctor García le informaría cuando se encontraría un corazón disponible para ella.

Pasaron seis meses, luego de que ambas amigas visitaran a los doctores. Olga no podía seguir trabajando en el cafetín, ya que constantemente se sentía muy cansada, en muchas ocasiones desmayó en el local. Por su parte, Oriana estuvo como siempre muy sonriente pero más delgada de lo habitual. Ernesto hacía presencia constante en el cafetín, mucho más que antes, tomó el turno de Olga, dejó de ir por las mañanas al bufete, se quedaba almorzando en el cafetín junto con Oriana, todos los fines de semana bajaba a La Guaira a compartir de la bella playa con su querida esposa.

—Sabes que te amo, va a ser así por el resto de mi vida. Eres la mujer más terca, pero con el corazón más noble de este mundo —comentó Ernesto, mientras Oriana se toma una rica cocada.
—Eso lo dices ahorita porque estoy aquí contigo. Puedes conocer a otras mujeres, te doy permiso hombre —dijo Oriana con risas.
—No digas eso mujer, a veces no entiendo tus decisiones, pero de algo que no me cabe la menor duda, es que eres y serás el amor de mi vida. Vente vamos a casa, que nos esperan días muy largos —dijo Ernesto con mucha nostalgia.

Una mañana el doctor García llama a Olga a su teléfono celular.

—Encontramos un donante, debemos prepararte para los exámenes preoperatorios, recuerda que son muchos, tienen que ser cuanto antes —dijo el doctor García muy alegre.
Apenas Olga terminó la llamada con el doctor García, llama en un abrir de ojos a Oriana.
—¿Adivina quién se va a operar en dos semanas? Estoy que corro de la emoción, aunque no debería —comentó Olga muy feliz.
—Vez, te lo dije. Todo en esta vida tiene solución, te lo mereces. Si quieres te acompaño a que te realices algunos exámenes —dijo Oriana.

Dos semanas después, ambas amigas se encontraban en el hospital junto a Ernesto y los padres de Oriana. Llegó el gran día para Olga, muy esperado por parte de todos. Los padres de Olga se enteraron de la operación, pero por falta de dinero no pudieron trasladarse a la capital, sin embargo, con muchos rezos estuvieron en alma y corazón con su hija. De pronto la sala de emergencia se sintió fría, enseguida todos se encontraron muy entumecidos.

—Me tengo que ir antes de que te ingresen amiga, se me olvidó darle comida a mis gatas y a Toby —comentó Oriana.
—Amiga, pueden esperar, quiero que estés conmigo y ser la última persona en ver. Tengo mucho miedo de que algo malo pase —dijo Olga con lágrimas en los ojos.
—No temas, todo va a salir bien. Quiero que sepas que siempre estaré contigo, te amo amiga —dijo Oriana al terminar de darle un beso en la frente a su amiga.

Al irse Oriana de la sala de emergencia, dos horas después, llegó el doctor García junto con equipo de trabajo, le contó a Olga como sería la operación. La familia de Oriana y Ernesto se despidieron de Olga con un fuerte abrazo, y finalmente fue enviada a la sala de cirugía.

Pasaron seis horas, con la ayuda del doctor García y sus aliados pudieron realizar el trasplante de corazón. Olga fue llevada a la sala de recuperación, ese día, al estar tan sedada por la anestesia, durmió lo restante del día. A la mañana siguiente Olga se despierta y lo primero que ve es a Ernesto. Un poco débil, ella intenta comunicarse con él.

— ¿Dónde está Oriana, por qué no está aquí? —pregunta Olga asustada.
—Toma, es una carta que escribió Oriana para ti —comentó Ernesto con lágrimas en los ojos.

Querida Olga, siento decirte que te mentí el día que ambas fuimos al médico. Tengo cáncer, a eso se debía tos tan repetitiva, debido a que mis ovarios, desde un principio no estaban bien, por mi descuido al no ir nunca al médico, el cáncer llegó a mis pulmones. No había mucho que hacer, sabes que no me iba a someter a quimioterapia, ya no tenía sentido. Te doy mi corazón, ojo, no está enfermo porque tanto el doctor Reyes y el doctor García hicieron muchas pruebas, todo está bien. Solo te pediré un favor, cuida mucho a mi familia, a mi esposo, a mis gatas y a Toby. Todos te aman, sé que donde quiera que este, te veré triunfando, consiguiendo ese sueño de ser la mejor periodista de Venezuela. Recuerda, que jamás estarás sola, ya que estoy dentro de ti. Te amo, nunca me olvides.

María Alejandra García

María Alejandra García nació el 18 de abril de 1991, en Los Teques Edo. Miranda. Desde muy pequeña le gustaba escribir en su diario todos los días; sin embargo, cuando estaba terminando el bachillerato, eligió estudiar ciencias. En el año 2014 se graduó de TSU en Química en el Instituto Dr. Federico Rivero Palacio, posteriormente quiso seguir fortaleciendo su conocimiento en la química y ese mismo año, ingresando en la Universidad de Los Andes para estudiar la licenciatura. Durante su estadía en Mérida, como todo ser humano paso por muchos acontecimientos, que conllevaron a su crecimiento tanto académico como personal. Aun así, el amor a la lectura y escritura siempre le acompañaron en todo momento. Al terminar la tesis de grado para titularse como Químico, quiso abrir una nueva etapa en su vida para que la escritura estuviera con ella todo el tiempo. Ahora en adelante, aparte de trabajar como químico sigue soñando con ser escritora y ofrecerle al mundo historias, que como tema principal sea el amor.