2023-09-01 Francisco Gutierrez

Ahí me encontraba al borde de mi cama, borracha y drogada, recuerdo soñar con gatos mutantes y ponis de colores que volaban y jugueteaban conmigo, en la otra habitación se encontraba Joao mi prometido, como de costumbre jugaba videojuegos, chatea con sus amigos y bebe un par de cervezas, sin percatarse de mi estado, ahora tirada en el suelo, abstraída de la realidad, mirando la nada. Solo se percató de mi existencia cuando se quitó sus audífonos y me escuchó vomitar, los ponis habían desaparecido, ahora veía duendes que se acercaban a mí para lastimarme. Gritaba:

—¡Aléjense!, ¡aléjense!

—¡No puede ser! —exclamó Joao.

A pesar de ver los duendes acercándose, no olvido el rostro de Joao, agotado por mi estado, me acostó nuevamente en la cama, me dejó un poco de agua y se fue a su habitación para seguir jugando. ¿Dejarme ahí?, necesitaba que me abrazara y se quedara conmigo, pero eso ya lo había hecho en otras ocasiones y estaba cansado, yo también.

Despertaba al día siguiente como de costumbre, renovada físicamente y mentalmente destruida, tomando fuerzas para lo que vendría en el transcurso de los días venideros, los largos silencios en casa con Joao, las discusiones en el trabajo con mi madre y las llamadas de mi hermano pidiendo perdón, entre tanto, trataba de aprobar un examen de conducir, pasar mis exámenes para dictar clases en un colegio público de Brasil, esas dos cosas eran las únicas que mantenían mi mente ocupada, queriendo algo más que solo drogas y alcohol.

Los días de semana laboraba en la tienda de mi madre, un pequeño local en el centro de la ciudad de São Paulo, vendíamos ropa de señoras mayores, entre batas y vestidos de personas de sesenta años y sus historias de vida de hace treinta décadas pasaba mis días. Todos los viernes por la noche salía con mis amigas a algún bar, parque o algún otro. Los sábados eran tortuosos por las visitas familiares, las noches de weed y éxtasis lograban mantener mis días en ritmo.

Me preguntaba si en verdad las personas se preocupaban por mí y mi claro problema con drogas y alcohol. ¿Era normal tomar y drogarme cada día?, creo que no. Pocos de mis amigos decían algo, Joao hace ya mucho que dejó de hacerlo, llegando al punto de unirse conmigo en par de ocasiones lo que acrecentaba mi dolor al arrastrarlo a mi abismo, mis hermanos y mi madre solo me miraban con rostro de «no podemos hacer nada, ya estás perdida» y no quería estarlo.

Solo una persona me recordaba cada día que podía ser mejor, es irónico, él también se encontraba mal, pero de algún modo encontraba la fuerza para decirme aquello, que podía ser más feliz, que tenía potencial y si miraba con una óptica distinta el panorama no se veía tan sombrío. Lástima que esa persona no se encontraba acá… Memento.

Era un martes por la mañana, necesitaba algo que me distrajera en el trabajo pero que no absorbiera mi atención del todo, Joao no usaba el teléfono en su trabajo y mis amigos ocasionalmente respondían y mi madre bueno… solo gritaba, la lectura tomaba todo de mí y los juegos no me agradaban, descargué una aplicación para aprender idiomas así podía platicar con otras personas, hacer nuevos amigos, entre otras cosas. Solo hice un amigo, todos los demás huían cuando les decía que estaba comprometida.

¿Por qué se habrá quedado?, nos entendíamos muy bien, nos escuchábamos mutuamente, hablábamos todos los días y a toda hora, mis tardes en el trabajo eran más llevaderas, los gritos de mi madre los trasladaba a un mensaje de texto, las noches desoladas, las alegrías y las amargas experiencias del pasado, todas eran escuchadas. Me sentía tan bien.

Javier

Es increíble que lo hayas perdonado 

Javier me había enviado ese mensaje escrito sobre una historia que le había contado. Javier se había vuelto parte ya de mi cotidianidad, me había contado su pasado, su presente y como él lo llamaba la «ver el futuro», uno totalmente incierto. En ocasiones me preguntaba, ¿cómo sería Javier?, lo había visto en fotos, pero, ¿cómo sería verle?, hablarle fijamente, nuestras miradas se quitarían por momentos de nerviosismo, me sonrojaba de solo pensar aquello, que estuviera comprometida no significa que no pudiera fantasear con alguna otra posibilidad, sé que Javier también lo hacía.

Aunque sentía cierto recelo con ello, tenía un ligero trauma con conocer personas de esa manera, pues mis padres se habían separado, mi madre conoció a alguien por internet, un hombre de Portugal, se enamoraron y dejó a mi padre por aquel hombre, mi padre devastado le hizo frente al dolor por nosotros y siguió con su vida, esa fue la más importante lección que me enseñó irónicamente mi madre, dejó al año siguiente a aquel hombre y se buscó otra persona.

Mis hermanos y yo vivíamos con mi padre, un hombre feliz y bondadoso, aún lloro cuando le recuerdo, pues, es la mejor persona que he conocido.

¿Habrá buscado aquel otro hombre para deshacerte de nosotros? No conseguía respuesta y solo eran hipótesis que surgían en mi mente. Pero el destino nos hizo regresar, pues, luego de la muerte de mi padre, tuvimos que volver a vivir con ella.

Aquel momento fue el más desastroso de mi vida, tal vez si mi padre estuviera nada de lo que me sucedió fuera pasado. Recuerdo el hospital, el olor a muerte, los rostros sollozando, las caras cansadas, aquellas sábanas blancas y pasillos lustrosos, su mano sosteniendo la mía mientras agonizaba y yo sin poder hacer nada debido a su cáncer. ¿Cómo enfrentas esto a los quince años? Aún escucho su susurro y veo su rostro.

En los sueños le puedo tocar y sentir, tal vez por eso soy la única de mi familia que parece no olvidarle, aún le amo, pues a pesar de su ausencia fueron sus enseñanzas y amor lo que me mantuvo con vida.

Después de su muerte viví unos meses de terror con mis hermanos, mientras esperábamos que mi madre se mudara de casa, para una más grande donde pudiéramos alojarnos todos, en ese instante iniciaron las agresiones de mi hermano mayor y empecé a salir con un chico mayor que yo, él tenía 21 y aun así mi familia no hizo nada para detener aquella relación. Parecía no importarle nada de lo que me sucedía.

 Javier

Eso es monstruoso Alana

Alana

Si lo sé.

Tal vez tanto dolor y sufrimiento hizo que tuviera más bondad en mi corazón, no lo sé, soy bastante positiva con las cuestiones de la vida. Una noche había hecho la cena, el silencio reinaba en casa, yo solía tararear de cuanto en cuanto, mi hermano menor Sebastián leía, mi otro hermano mayor Miguel jugaba videojuegos, yo solo los llamé para cenar, con una sonrisa en mi rostro, pues dentro de la tristeza me sentía agradecida de tenerlos a ellos, Miguel se acercó a mí sosteniéndome fuertemente los brazos, gritando.

—¿Por qué me interrumpes? ¿Por qué? Acaso no ves que estoy ocupado.

—Disculpa, disculpa —decía yo.

—Borra esa maldita sonrisa de tu rostro, ve con tu novio zorra y no regreses.

Empecé a llorar, y su mano vino hacia mí, caí inmediatamente al piso, tirada en el suelo, se abalanzó sobre mí con una gran furia a golpearme, los vecinos tuvieron que intervenir. Tal vez pude morir, los días posteriores sentía miedo, pena y lástima por mi hermano fue mayor.

Javier

¿Pena?, es un animal.

Alana

Sí, eso sentía, lástima, cuanta ira 

acumulada, cuanto odio, lloraba 

de noche, pero no decía nada

 y se hacía cargo de nosotros.

Javier

¿Fue la única vez?

Alana

No, un par más, sabes,  son recuerdos 

un tanto dolorosos.

Javier

Es increíble que lo hayas perdonado…

Javier en silencio me dedicaba cartas, cada texto, poema, idea o pensamiento que tenía me lo hacía llegar y me encantaba leerle.

En aquel momento sentí pena y admiración, la vida le ha sido bastante difícil, su familia que a pesar del daño que le habían causado, ella aún seguía presente con ellos, esa vida me había hecho reflexionar sobre mi momento y sentir admiración por ella. Por su fortaleza, su sonrisa a pesar de la tristeza que sentía. Alana, mi admiración por ti se traduce en amor genuino, más allá de apreciar tu hermosura, mi ser añora observar el momento donde te yergas definitivamente frente al mar de tempestades que te azotan y sobrepases todas aquellas turbaciones, imagino en una playa, sentado en un banco y te veo a lo lejos como el sol irradia tu rostro e ilumina todo tu ser y esa admiración es el amor más genuino que un hombre puede sentir

Una mañana, por algún error, recibí aquel mensaje de Javier, una sonrisa se posó en mi rostro, y una tormenta llegó a mí sentir, él estaba a la distancia y yo comprometida con Joao. Aquello simplemente sería imposible, pero era inevitable que una aparte de mí se sintiera bien, amada y querida, un querer no correspondido.

Alana

Entiendo que te sientas así Javier, tal vez

hemos confundido un poco las cosas, pero

aprecio mucho el seguir siendo tu amiga, espero 

que aún podamos serlo.

Javier

Sí, sí, claro, admito que si 

me gustas, pero entiendo que todo 

esto es inviable, tal vez porque hablamos 

cada día sentí aquello, igual no quiero 

dejar de ser tu amigo pues aprecio mucho tu amistad.

Al pasar los días y a pesar de que todo aparentemente quedaba en buen término, de forma casi natural nuestras conversaciones se tornaban cada vez más simples y cortas, nos respondíamos tarde y sin aparente interés, todo en la vida cumplía un ciclo y todas las relaciones, de amor, de amistad, todo. Tenían momentos altos y bajos, todo inicia y todo termina, nunca es estático. Destino.

Era un día caluroso de mayo, recuerdo, todo en la tienda era un caos, mi madre normalmente gritaba por todos lados, a mí, a los clientes. Tengo la idea de que si los maniquís pudieran hablar también les gritaría, le pedí que se calmara y se saliera de la tienda. En ese instante rompí a llorar, mis vecinas me consolaban diciendo que me calmara, era la presión de mi madre y el horror que veía a mi alrededor, todo me parecía espantoso y sentía odio por cada cosa.

Producto de ese sentimiento todo me repugnaba y sentía hastío de mi propia vida, pasado un rato a los lejos veía a mi madre regresar, su cara, ese rostro de enojo y odio por todos, por la vida, se acercaba nuevamente, yo no quería ser ella, no quería terminar como ella, como si el tiempo se parara y en cámara lenta pensaba ya en el instante de regresar a casa, pero el solo imaginar la indiferencia de Joao y su lástima me ahogaba en un mar de amarguras, seguir llorando, producto de la rabia y el enojo. Pequeños pasos, ahí me encontraba al borde del abismo donde mi vida se dirigía, lo veía a lo lejos, era profundo, oscuro y sombrío, debía detener todo esto.

—Si vas a seguir llorando mejor regresa a casa —dijo mi madre.

—Tienes razón, tal vez sea lo mejor.

Supongo que Javier tenía razón, siempre insistía en que debía irme de ahí, que aquel lugar no me hacía sentir bien, los gritos, la soledad y yo. Producto de mi pasado me encontraba bajo un espiral de drogas y alcohol, sometida a su voluntad, miraba mi pasado, el presente y ni hablar del futuro, el cual no era prometedor. Pensé que tal vez si me alejaba de todo aquello podría cambiar, todo en mí podría ser diferente.

Poseída, así me sentía, una fuerza inquebrantable se apoderó de mí, abandoné la tienda, tan rápido como pude, mi madre a lo lejos me gritaba que volviera, una especie de clarividencia se mostraba, una luz que debía seguir para salir de la oscuridad donde estaba sumida, alejarme de todo y de todos hasta sanar, cambiando mis condiciones externas, tal vez solo tal vez podría ser mejor.

Llegué a mi casa, recogí lo poco que tenía en una maleta y Joao, cierto mi Joao. Él no tenía la culpa de la situación solo estaba cansado de constante estado, él había dado todo por salvarme, pero en algún punto se había cansado lo entiendo, cogí lápiz y una hoja de papel para decirle:

Querido Joao, tú más que nadie sabe cuán difícil ha sido mi vida acá en São Paulo, la relación con mi familia y mis amoríos a pesar de ello decidiste quererme y hacer una vida conmigo, sé que diste todo porque esto funcionara, porque yo funcionara te has inmolado en muchas ocasiones por mí y has tratado de hacer mi vida, nuestra vida mucho mejor, pero sé que te has agotado, has perdido las fuerzas, la fe en mí, en esto que nos une, te has resignado a mí y no veo nuestra vida como algo de resignación. Me voy para cambiar, me voy para tratar de ser una mejor persona y tener una mejor vida, te libero de tu martirio amoroso hacia mí, si en algún momento regreso o nos volvemos a ver, espero que veas una nueva versión, ansió puedas hallar más felicidad de la que yo te pude dar. Siempre tuya, Alana.

Cogí todo y me fui, entre lágrimas, pero decidida, le escribí a un amigo que vivía en una ciudad lejos de São Paulo: Recife, bastante alejado de todo y todos. ¿Mi plan?, no tenía, salí de un abismo, para caer en otro, pero de alguna forma sentía que este era mi elección, era mi abismo y mientras caía en picada observaba todo a mi alrededor lentamente me sentía viva, el sonido de los pájaros, el sorbo de café, el sol al amanecer, el atardecer y la luz de la luna, todo en este paraje se hacía más nítido, más vivo, era mi abismo, lo abrazaba. En ese momento comprendí y acepté mi cielo e infierno. Y no me sentía sola, comprendí que muchos están conmigo y lo afortunada que era de tener ciertas personas a mi lado, el vacío me hizo entenderlo, agradecí al dolor, pues sin él no habría podido ver ese pastizal en llamas abriendo paso a un camino nuevo que era mi vida. ¿Sola? No, no, tenía a Javier.

Y aún sigue acá, día tras día, de alguna forma todo en nosotros cambió, tal vez sea su esperanza de conocer un nuevo mundo, quiere viajar, conocer otros lugares, y en su ilusión está el conocerme, ese anhelo le sostiene, tanto que se dirige hasta acá, aún le espero con un café, yo por mi parte estoy dando clases en una escuela local, por fin puedo hacer lo que tanto me gusta hacer, la distancia ha servido para mejorar la relación con mi madre y mis hermanos, Joao tiene una nueva pareja y ello me pone contenta. Yo por mi parte cierro la puerta a este capítulo y abro uno nuevo, lleno de voluntad. Voluntad de vivir.