La maldición de Willy

2023-08-24 Génesis Oropeza

Me dolía la cabeza, era extraño porque a los monstruos no les dolía nada ¿O era a los espectros? Hacía tantos años que olvidé quién era, tantos que ya no me molestaba en recordarlo, solo podía recordar que había estado vivo, que me llamaban Willy y que había sentido la brisa fresca en mi piel y el calor del sol en mi rostro, si me esforzaba lo suficiente podía recordar la sensación del agua cristalina que dejaba gotas de rocío por todo mi cuerpo cada vez que me sumergía en el río, eso había sido estar vivo, escuchar a las aves cantar en las mañanas y respirar el dulce aroma que desprendían las orquídeas. 

Luego llegó la hora de mi muerte, pero como no creía en el cielo ni en el infierno me negué a dejar este mundo, me negué a dejar mi casa. Fue cuando se me presentó Matt el magnífico espectro que me maldijo para poder permanecer aquí, el que me concedió la habilidad de estar años y años en el mundo terrenal, ahuyentando a todos los que se atrevían a pensar siquiera que mi casa era un buen lugar para vivir.

Ya no recordaba quién era, solo que me llamaban Willy y que mi casa era grande; dos pisos, con una hermosa cocina de paredes celeste y un juego de comedor de madera algo descolorido, la sala era sencilla, decorada en tonos marfil con un sofá marrón largo que ocupaba gran parte del espacio y una mesita en el centro con solo un cenicero. 

Las escaleras que iban al segundo piso estaban ubicadas entre el comedor y la sala, mi habitación era la única que estaba en el primer piso, la había diseñado en un principio para que la puerta quedase oculta y no se notara a menos que fueras consciente que estaba allí; un gran alivio luego de la maldición. Yo permanecía en ese cuarto la mayor parte del tiempo, pocas veces subía al segundo piso, la extraña maldición de Matt hacía que se me dificultara subir las escaleras, como si mi cuerpo o espíritu no perteneciera a ese lugar, la maldición también me dejaba inconsciente por días y noches; o podrían haber sido años, pero cada vez que despertaba había alguien nuevo ocupando mi espacio, era lo más difícil de la decisión que tomé, quedarse y enfrentar a todos los que por alguna razón creyesen que mi casa podría ser un buen hogar para ellos.

Me dolía la cabeza, era extraño porque a los malditos no les dolía nada, hace unos días había logrado espantar a una chica joven y bonita que se había establecido en uno de los tres cuartos del segundo piso. Recuerdo haberla visto cocinar huevos y chorizo, aún persiste en mi mente la sensación del delicioso aroma, era otra variante de mi estadía en la tierra, podría escuchar y oler como si estuviese vivo, pero aunque oliese y escuchase cómo lo hacen los mortales mi alma y corazón no podrían disfrutar de estos placeres.

Espantar a la chica fue complicado, al parecer alguien le había contado que la casa estaba maldita porque intentaba comunicarse conmigo y cada vez que trataba de asustarla ella sonreía y decía que no podría engañarla. Intenté todo lo posible, rompí espejos y lance cubiertos, gemía y gritaba por las noches, pero nada la espantaba y a veces solo se quedaba mirando la puerta de mi habitación como si realmente pudiese verme de pie delante de ella. Así que un día ya cansado de su presencia, tomé cuchillos y tijeras y una tarde, cuando la chica dormía la siesta en el sofá de la sala, clavé cada uno de estos punzantes objetos a su alrededor.

Al día siguiente la joven bonita ya no estaba, antes de irse quería preguntarle si ella también estaba maldita, porque había sido la única capaz de sentirme, pero sabía que si decía una sola palabra dejaría de existir, era otra de las condiciones de mi maldición. Podía recordar todas las mañanas la inquietante voz de Matt cuando me dijo: «En vida siempre estuviste indefenso hasta que llegó tu muerte, en muerte podrías decidir si quedarte, pero si decides permanecer en el mundo, de tu casa no podrás salir y si hablas dejarás de existir, podrás ver, pero nadie te verá y aunque percibas sonidos y aromas ninguno de estos, feliz te hará; solo tres objetos al día podrás tocar, el resto te harán sentir como si todo tu ser estuviese en llamas, una vez que rompas las condiciones de la maldición nadie te recordará».

Era un tema delicado mi trato con Matt, el primer objeto en tocar siempre era mi cama, por lo que gran parte del día estaba allí y el resto variaba dependiendo de la manera en la que intentara desalojar mi hogar. Matt también sabía que le tenía miedo a dejar de existir y el pensamiento de ser olvidado no me dejaba dormir, sin embargo, no dude en aceptarlo y aunque quería hablar solamente para recordar mi voz, prefería perderme en mis pensamientos, en el silencio de quién no tiene esperanzas ni sueños.

Luego de la huida de la chica, la maldición me tumbó en otro sueño, creo que este duró varios días porque al despertar la casa estaba nuevamente habitada, eras dos jóvenes; un matrimonio por la manera en la que se demostraban afecto, era más que obvio que estaban recién casados, sería difícil deshacerse de ellos, pero no imposible.

Empecé mi plan esa misma noche, no tenía tiempo que perder, y el deseo de estar solo me dominaba. Al notar los primeros rayos de la luz de la luna tomé mi primer objeto del día, un tenedor, procedí a hacer un chillido alarmante al juntar las puntas del cubierto con las ventanas de vidrio, arriba y abajo, una y dos, mientras más fuerte se hacía el sonido más rápido era el movimiento de mis manos y justo cuando note que se encendían las luces del segundo piso me detuve y con paso ligero regrese a mi habitación. Causar intriga era el primer paso.

Al día siguiente los cubiertos estaban bajo llave en el armario, no me molestaba, el siguiente paso no requería de simples utensilios, Al caer la noche subí torpemente las escaleras y con la seguridad de quién conoce cada rincón de su casa me dirigí al baño, abrí cada grifo, lo más rápido que pude baje las escaleras, con el mundo dándome vueltas volví a mi habitación y me desplome en la cama.

Siguiente paso y esperaba que fuese el último, luego de despertar con la casa inundada el matrimonio discutió por saber quién había dejado las llaves abiertas, luego de un largo día de limpieza se fueron a dormir, este era mi paso favorito el que iba unido al terror y el ingenio, el que unía el cansancio físico del trabajo y el mental que viene luego de una discusión sin solución. Las películas de terror siempre han presentado el miedo de los protagonistas, ese instante entre abrir el armario o no, pero nunca han sentido la emoción y la satisfacción de estar escondido en el ropero y con sumo cuidado debe contar cada paso para no ser descubierto. Así empezó mi noche, tocando puertas y esperando detrás de ellas, haciendo cada pisada más sonora, llenando la casa de jadeos desesperados, para al final de todo callar hasta al mismo viento, era algo muy simple, como un juego de niños. 

Al día siguiente esperaba encontrar maletas listas, pero sorprendentemente solo encontré dos jóvenes ignorantes que se reían del susto de una noche. Sabía que estos chicos no serían fáciles, pero esto ya era otro nivel y solo tenía una opción.

Era el momento más oscuro de la noche, cuando el sueño era más profundo y el amanecer se aproximaba, fue doloroso intentar abrir los cerrojos que escondían los cuchillos, pero, cada látigo de dolor iba acompañado del dulce sueño de la realidad. Silencio, la noche nunca había conocido este nivel de sigilo y sin inmutar ni una sola viruta de polvo, subí las escaleras, lo primero que vinieron fueron los mareos, luego las náuseas, pero mi objetivo estaba fijado, segunda puerta a la derecha, solo debía entrar y salir, dos movimientos de muñeca y todo estaría resuelto. Mis pisadas eran pesadas, pero silenciosas, dos pasos más y la puerta estaba a mi alcance, uno, dos, al tomar la manilla todo mi cuerpo ardió de dolor, ya había tocado 3 objetos, lo único que me mantuvo en pie fue el silencio, lo repetí una y otra vez, silencio, silencio, silencio. 

Ya estaba dentro del dormitorio, la ligera luz solo me permitía distinguir dos cosas, hombre y mujer, derecha e izquierda, me fui a la derecha, hacia el hombre, tan indefenso como un bebé cuando cae la noche y con la sensación de haberme tragado un ladrillo me acerque, me dolía la cabeza, era extraño. Alcé mi mano hacia su cuello justo cuando el joven abrió los ojos, demasiado tarde, con un simple movimiento de muñeca la sangre llenaba mis manos, silencio, debía mantener el silencio, la mujer estaba despierta, sin pensar me lance sobre ella y con la fuerza que dan mil años de soledad clave mi cuchillo en su pecho, silencio, ahora tendría silencio. Me desplomé en la cama, la sangre era tibia, me recordaba al río que dejaba gotas de rocío en mi piel.

Despertar, era lo único que tenía seguro tras la maldición, al final siempre despertaría. ¿Quién era Matt? Quizás era una especie de Dios que me dio más días en la tierra, yo no creía en el cielo ni en el infierno, pero sí creía en Matt. Me dolía la cabeza, era extraño porque a los monstruos no les dolía la cabeza, ¿o era a los espectros? Todos me llamaban monstruo, dicen que me encontraron llorando con el cuerpo de un joven entre mis brazos. ¿Se puede ver a los espectros?, ¿eran a los monstruos? Matt me prometió que nadie me vería. Me dolía la cabeza. De pronto llegaron las preguntas. Estaba en una sala de paredes blancas, el doctor me dijo qué sufría de ataques psicóticos.

—¿Por qué ahuyentabas a tus enfermeras Willy? ¿Cómo pudiste matar a tu hijo y a su esposa Willy?

Me dolía la cabeza. Recuerdo el calor del sol en mi rostro y el dulce aroma de la orquídea.

—¿Recuerdas a tu hijo Matt, Willy?

Me dolía la cabeza y Matt no había vuelto, Matt era el espectro encargado de mi maldición, él podría decirles que no puedo hablar. ¿Cuánto tardaría en cumplirse la maldición?, ¿cuándo dejaría de existir? Me dolía cabeza, era extraño porque a los monstruos no les dolía nada.

Génesis Oropeza

Génesis Oropeza nacio el 9 de Junio de 2004 en Barquisimeto-estado Lara: Venezuela. Creció en una familia católica, desde pequeña a sentido una inmensa pasión por aprender, y escribir cuentos era una de sus tareas favoritas. A los 12 años empezo a leer novelas y a medida que culminaba su bachillerato fue descubriendo su pasión por escribir; aprendiendo a través de este arte una maravillosa manera de expresar sus sentimientos.