La bruja de la montaña

2023-07-20 Kenser López

Capítulo 1. Los nuevos vecinos

La respiración de la niña era exagerada. Su corazón latía fuertemente como si fuera a romper su pecho. Solo un rayo de la luna iluminaba ese bosque oscuro. La niña abría sus ojos tratando de ver qué era eso que se acercaba entre los árboles, allá al fondo. La niña veía para todos lados, y cuando sintió los pasos más cerca, comenzó a correr. Corría por esa oscuridad, entre árboles, entre rocas y espinos. Huía de algo que no sabía que era. Entonces, al fondo, vio una pequeña cabaña, corrió hasta ella, y al abrir entró sin dudarlo. En la sala, estaba una tímida vela que iluminaba el lugar. Escuchó un quejido en una de las habitaciones, ella fue a ver de quién se trataba, y al entrar, su sangre se congeló. La habitación era grande, pero en el piso había bebés muertos y llenos de sangre, algunos aún lloraban en lamento. La niña no entendía, no sabía qué pasaba. Fue ahí cuando sintió una mano fría reposar en su hombro, cuando ella volteó, la figura espectral de una mujer que mostraba sus ojos agujereados, una nariz puntiaguda con una verruga en ella, un pelo grasoso y lleno de caspa. Sus dedos eran huesudos al igual que su cuerpo. Vestía una túnica negra, con una capucha azul. La niña se petrificó al ver tal espanto. Algo muy malo iba a pasar.

En un pueblo de las montañas, en Valencia, Venezuela, un lugar muy tranquilo en comparación con otros cercanos se vivía bien, en paz, sin inconvenientes. El sector era de ensueño; verdes montañas, ríos caudalosos y cordialidad entre los vecinos. Vivían de la agricultura, avicultura, carpintería, mucha artesanía y cosas naturales. En ese mágico lugar se encontraba  la familia López, una familia normal. Tenían una casa de dos pisos, de madera, muy ecológica como la gran mayoría de por allí. En el piso de arriba estaban Sarah con sus dos niñas, Victoria, de diez años y Stefania, de cinco años. Sarah, estaba embarazada hace ocho meses, ella se había dejado recientemente a su esposo, estaban en trámites de divorcio. Ahora salía con Robert, un carpintero del pueblo y padre del bebé que ella gestaba, tenían una relación muy bonita y las niñas se la llevaban bien con él. En el piso de abajo vivían, la mamá de Sarah llamada Peggy, sus hermanos, Pablo, Karla y Juan Baudilio. Peggy y Karla trabajaban fuera, así que casi no paraban en la casa. Pablo trabajaba con el novio de Sarah, la carpintería, y Juan Baudilio era un adolescente de 15 años que iba al liceo. Ese día, todo fluyó normal en la casa. Sarah estuvo en el jardín cuidando sus plantas como siempre, hacía esto cada vez que estaba sola. Era el quince de febrero del año 2016. Cada vecino que pasaba la saludaba cordialmente. Había nuevos vecinos, en la casa de al frente. Una mujer se acerca a Sarah.

—Buenos días vecina, nos estamos mudando al frente de su casa —dijo la nueva vecina, rubia, tal vez de unos 40 años, estaba vestida algo deportiva, quizá por el trajín de la mudanza.

—Hola, un placer, me llamo Sarah López.

—Yo me llamo Laura, venimos de Caracas.

—¿Qué los trajo a estas recónditas montañas? —preguntó Sarah.

—Mi esposo es botánico, y consiguió trabajo cerca de aquí. Necesitaba saber si tiene un alicate, es que el nuestro debe estar en alguna caja oculto, mi esposo lo necesita para cortar algo en la puerta de atrás —comentó Laura.

—Con gusto, ya lo busco —dijo Sarah.

Sarah sale a buscarlo. Veía a la nerviosa Laura desde adentro. Busca el alicate y sale a prestarlo a su nueva vecina.

—Antes no vi que estabas embarazada. ¿Tu primer bebé? —preguntó Laura.

—¡Oh no! Ya tengo dos terremotos más, Victoria y Stefania, pronto la
conocerás, están en la escuela —dijo Sarah.

—Los bebés son una bendición, debes cuidarlos.

—Siempre lo hago, gracias. ¿Tú tienes niños?

—Sí, Manuel tiene quince años. Es un adolescente algo tímido, diría, está adentro. Pronto lo conocerás.

—También tenemos a un adolescente, es mi hermano menor, tal vez se la
lleve bien con el tuyo. No hay muchos adolescentes por esta zona —dijo Sarah.

—No creo, Manuel prefiere la soledad, o las redes sociales que en teoría es soledad también —La mujer dio una risa exagerada.

—Acá el internet es casi nulo.

—Vaya. ¿Y qué hacen los adolescentes para distraerse? —preguntó Laura..

—Ir a los sembradíos, buscar miel, cortar madera, limpiar el monte, ir a ríos, pescar, cazar, hacer excursionismo…

—Vaya. Manuel nos odiará. Creerá que lo trajimos a la prehistoria.

—Se acostumbrará, ya verás —dijo Sarah.

Laura se despide después de darle un último vistazo a la barriga de Sarah. «¡Qué extraña mujer!» pensaría Sarah, volviendo a sus quehaceres. La tarde anunciaba que podría llover en la noche. Sarah pasó toda la tarde con sus plantas de fresas, ajíes y tomates.

Capítulo 2. La noche inquieta

La noche estaba llegando, los niños se encontraban ya en casa con Sarah y Pablo, los demás aún trabajaban. La noche anunciaba que sería lluviosa. Esa tarde los niños estaban muy traviesos, algo no muy normal en ellos, para tranquilizarlos Sarah y Pablo le decían que venía la bruja; era la palabra clave para controlar a unos niños desenfrenados. Pablo, se burlaba de sus sobrinas y su adolescente hermano, se aterraran con tan solo esa palabra. Sarah estaba preocupada porque su prometido no hacía acto de presencia.

—No te parece raro, ya tendría que estar aquí —dijo Sarah.

—Sí, solo compraría pan, eso fue lo que me dijo. Sarah marcó su
número.

Ella seguía llamándole sin éxito, solo se oía la voz mecánica de la operadora decir: «Disculpe, el suscriptor que usted llama está fuera del área de servicio», eran palabras que repetía una y otra vez.

—Es inútil, no contesta —dijo Sarah.

La lluvia ya se veía caer, la brisa era fuerte, se veía por la ventana como los árboles se movían. Todos toman asiento en el comedor, comerían a falta de tres miembros de la familia. Los niños se habían calmado después de escuchar la palabra «bruja».

—¿Te enteraste que tenemos nuevos vecinos?

—Oh, sí, hablé con la vecina, se ven buena gente, es solo que ella es como
nerviosa —respondió Sarah.

Encienden el televisor colocando el canal de noticias, hablaban de un tema interesante.

—«En últimas noticias, podemos decir que en la ciudad, se cuentan  tres casos de desapariciones de  tres mujeres con ocho meses de embarazo, se cree que el secuestrador tenía todo totalmente planificado, por lo que el detective Rodríguez lo ha calificado de peligroso. Las víctimas compartían muchas cosas en común, como por ejemplo, los ocho meses de embarazo, la edad, y que estaban embarazadas de varones. Hasta los momentos, no se ha dado con el paradero de estas mujeres, y el secuestrador no ha hecho ningún anuncio al respecto. Seguiremos informando del asunto en nuestras emisiones».

Pablo cambia de canal tratando de no prestar mucha atención, además, los niños se encontraban ahí sentados, no quería traumarlos con ese tipo de noticias, por eso colocó caricaturas. Sarah se levanta de la mesa sin aún comer y sigue llamando a su pareja. Pero era inútil.

—¿Qué te pasa Sarah? Te veo nerviosa.

—Lo estoy, me parece raro que todavía no llegue.

—Tranquila, que no está con otra mujer.

—Qué mal tu comentario, confío en él, es solo que tengo un mal
presentimiento.

La lluvia no paraba,  estaba más fuerte. Entonces, el servicio eléctrico se cortó  tras un fuerte trueno, dejando todo a oscuras, las niñas corrieron a pies de Pablo. Juan Baudilio salió a buscar linternas.

—Bien, creo que es hora de dormir —dijo Pablo.

—Ni siquiera terminamos de comer — comentó Juan Baudilio.

—Listo, a dormir. Si quieres te la llevas al cuarto. Vamos Sarah, te acompaño. Suben al piso de Sara y Pablo las lleva al cuarto a las tres. Se despide y abraza a Sarah diciéndole:

—Cálmate, él te ama, vendrá pronto…

—Lo sé —Respondió ella.

Pablo sale a la habitación de su hermano, este se lavaba los dientes.

—El agua está helada.

—Sí, es una noche muy fría. ¿Llamaste a mamá?

—No, y ahora sin electricidad será imposible, la señal celular es un asco. Le dejaré un audio para que se envíe cuando llegue la energía.

—Vale. Oye, mañana antes de irte al liceo debes ayudar al señor Abel con unos troncos de madera que lleva días bajando de la montaña.

—Ok. Pero tengo tareas de matemáticas.

—Entonces madruga. Primero ayudas al señor Abel, y después las tareas. Mañana después del trabajo iré a la ferretería a comprar unos clavos. La reja de atrás necesita ser reparada.

—Si dejas para repararla el fin de semana puede que te ayude.

—Perfecto. Hacemos un gran equipo. Duerme bien, campeón.

—Tú también. Pablo, verifica que las puertas estén cerradas. Con ayuda de su linterna recoge algunos juguetes regados dejados por sus sobrinas y sale a su cuarto. Sale al corredor de la casa, viendo la lluvia tenaz afuera. En una esquina del corredor le llega un mensaje.

—Una pizca de cobertura. —Rió brevemente y realizó una llamada. —Hola, que bueno que contestas, sí lo sé, y no tengo la culpa, ayer hablé contigo y pareció absurdo lo que me dijiste. ¿Por qué no te lo dije en persona? Es una buena pregunta, pero no soy un hipócrita. A veces me da miedo esto que haremos. Claro, realmente quiero que pase. No es tan bonito cuando lo miras desde ese punto de vista.

En el techo de la casa, suena un golpe, como si algo demasiado pesado hubiera caído en él. Esto pone alerta a Pablo, se ve obligado a colgar la llamada.

—Luego hablamos del tema. No hay luz y sabes como se pone la señal. Descansa. Con la linterna se enfoca al patio principal, luego al techo y no ve nada, solo la lluvia cayendo en aquella oscuridad. Alumbra al camino principal a ver si su cuñado se asoma y nada, el camino estaba solo, frente a él pudo ver algunas luces como de velas en la casa de los nuevos vecinos, luego sucede algo muy raro y extraño. Él ya caminaba para la puerta principal para adentrarse a la casa, entonces otro golpe, pero en el techo del porche, una sustancia roja como sangre se desparramaba por el techo cayendo en el patio, rápidamente el líquido era limpiado por la lluvia, todo ocurrió en cuestión de segundos, no dio tiempo de saber si era sangre o pintura, esto asustó mucho a Pablo, obligándolo a entrar a la casa y subir casi corriendo al piso de Sarah, le toca la puerta y esta abre.

—Dime, ¿sucede algo? —preguntó ella.

—No. —Mintió él, no quería preocuparla más. —Quería saber como estaban. La lluvia está más fuerte.

—Estamos bien, ya las niñas se durmieron. Mi chico envió un mensaje, viene en camino, la lluvia lo detuvo un momento en casa de su hermano Luis, apenas baje el aguacero, sale para acá.

—Gracias a Dios, así duermes tranquila.

—Estaré pendiente para abrirle la puerta, según me dijo, dejó las llaves. Pablo se despide nuevamente y baja. Pensando tal vez que lo que vio afuera fue producto de su imaginación. Fue a la cocina por un vaso con agua, luego salió a su cuarto donde se metió en su cama. Sin saber que pronto ocurriría algo que cambiaría sus vidas para siempre.

Capítulo 3. Desaparecida

Pablo se fue a dormir un poco preocupado, escuchó ruidos toda la noche, ruidos que no lo dejaron dormir tranquilo. Él creía escuchar que alguien corría alrededor de la casa, o que de pronto alguien lo despertaba con risas directamente en sus oídos, no podía entender si eso era real o producto de su imaginación. Pasó toda la noche diciéndose que eran
ruidos producidos por la tormenta. La tormenta cesó en alguna hora de la noche. Pablo se despertó viendo al oscuro techo esperando que su vista se adaptara a la oscuridad. Entonces, escuchó a su hermana hablar con su niña mayor; Victoria, le decía:

—Llama a tu tío, no me siento bien.

Pablo escuchó, pero esperaba que Victoria lo llamara. Entonces, la niña lo llamó desde la escalera, y él salió a ver.

—Dime…

—Mamá se siente mal.

Pablo subió las escaleras siguiendo los pasos acelerados de la niña, al entrar no ve a Sarah, solo estaba Stefania sentada en la cama con cara de miedo.

—¿Y tu mamá, Stefania? —preguntó Pablo a la niña sin recibir respuestas.

—Estaba en la cama, cuando salí. No pudo haberse ido. —dijo Victoria.
Y era lógico, al salir de la habitación tanto Victoria como Pablo la habrían visto, a menos que estuviera en algunas de las dos habitaciones que estaban ahí arriba, una el cuarto de sus hijas y la otra llena de materiales de carpintero.

Stefania no respondía a las preguntas, la ventana estaba cerrada. Pablo revisó las demás habitaciones y todo estaba en orden, Sarah no pudo haber salido de su cuarto. El baño también estaba vacío. Sarah había desaparecido de la habitación sin dejar rastro. Justo en ese momento llegó la energía eléctrica, algo que agradeció Pablo. Victoria abrazaba a su traumada hermanita quien ni lloraba ni nada. Robert llegó diez minutos después y recibió la noticia, la buscaron por todas partes, nada, ni rastro, ni huellas, nada… Stefania no reaccionaba aún. Todo era tan confuso y extraño. Fue como si la tierra se la hubiera
tragado. Pablo, estaba que se arrancaba los pelos, todos entraron en shock como la niña.

A la mañana siguiente llamaron a la policía, ellos dijeron que tendrían que pasar veinticuatro horas para reportar la desaparición y comenzar con la búsqueda. Sarah desapareció a las doce de la media noche y la única testigo era su hija Stefania, pero no hablaba y tenía su mirada perdida en el horizonte. La búsqueda comenzó entre los vecinos por las zonas cercanas a la casa. Pero todo daba a entender que era imposible que ella saliera de la casa. Primero, había dicho que se sentía mal. Segundo, para salir tenía que bajar las escaleras y pasar frente al cuarto de Pablo, en ese momento Victoria había estado en la escalera, Pablo en su cuarto. Y tercera, la ventana estaba cerrada por dentro, si ella hubiera salido, la ventana estaría abierta. Ya en la tarde el pequeño pueblo dejó de buscar un rastro no marcado.
Peggy y Karla llegaban a la casa, se unieron al sin fin de especulaciones de la familia.

—¿Y cómo está, Stefania? —preguntó Peggy.

—Sigue igual. Hoy no quiso salir del cuarto. Desde anoche no habla y Victoria no se aparta de su lado.

—Algo pasó en ese cuarto y Stefania vio todo, es solo que está traumada —opinó Karla. Todos estaban sentados en el corredor, viendo al patio.

—No hay que seguir especulando. Yo estaba en la casa, y la escuché hablar con Victoria, desapareció de nuestras narices en segundos, literalmente en segundos.

—Pero dijiste que escuchaste ruidos toda la noche —habló Peggy.

—Sí mamá. Pero había una tormenta, a menudo hay ruidos en una tormenta
así.

—Pero debiste haber salido a ver de qué se trataban esos ruidos Pablo. Ahora mi hija está perdida —Rompió en llanto la mujer siendo consolada por Karla.

—Lo dices como si yo fuera el culpable.

—Cálmate Pablo.  Ya mamá, eso te hace daño para tu tensión. Mañana
vendrá la policía, aclararán todo esto.

Robert se acercaba con unos amigos, venían de la búsqueda por el bosque.

—¿Qué encontraron, Robert? —Saltó Peggy a preguntar.

—Nada suegra, ni huella. Llegamos casi al río y nada.

—Si alguien hubiera salido con esa tormenta de anoche deja huellas en el barro, pero no se ve nada —habló uno de los hombres.

—Todo esto es por tu irresponsabilidad. De haber estado aquí con ella nada de esto estuviera pasando…

—Pero suegra yo…

—Yo nada. ¿Quién sale por pan cuando el cielo anuncia una tormenta? Tres hombres en esta casa y ninguno impidió esto. Juan Baudilio ni se inmutó en nada, Pablo ciego de todo, y Robert en la calle en plena tormenta. Vaya protección tenemos las mujeres de esta casa —acusó Peggy y se metió a la casa junto a Karla.

Los amigos de Robert se despiden, Pablo sale al patio trasero. Robert se quedó ahí viendo como la noche comenzaba a llegar. El vecino nuevo sale de su casa,  se acerca a la casa López, Robert sale a recibirlo en el patio.

—Lamento mucho todo esto. Me llamo Marco, soy su nuevo vecino.

—Hola.

—Comencé a trabajar en la botánica del pueblo. Nos quedaremos por un tiempo por aquí.

—Espero que lo que está pasando no los espante.

—No lo creo, de todas formas estamos para ayudar.

—Gracias. Aunque ya mañana vendrá la policía.

—Qué bueno. Ten fe en que la encontrarán sana y salva.

—Gracias de nuevo.

—Iré a alimentar a unos pollitos que compré ayer. Pensamos criar muchos. Vi que en el sector crían muchas gallinas.

—Sí. Es normal por aquí —dijo pensando Robert, en donde podría estar
su mujer mientras su vecino hablaba de gallinas.

Capítulo 4. En la cabaña

La policía llegó al pasar las veinticuatro horas, las investigaciones comenzaron, la toma de pistas y huellas. Algo tenían que sacar de todo este misterio. La detective Rodríguez, una mujer de aspecto agradable, comenzó a interrogar a todos los miembros de la familia en la sala de la casa. Todos y cada uno pasaron a dar su versión. Las pequeñas no fueron la excepción. La detective tenía gran intriga con la pequeña Stefania, esa mirada perdida tenía que ocultar algo. Así que en presencia de Pablo y de Peggy, interrogaron a la pequeña. La detective se sentó frente a la niña y le preguntó sin rodeo:

—¿Qué pasó con tu mamá?

La niña seguía callada.

—Creemos que tú sabes muchas cosas que nosotros no, si nos ayudas podemos comenzar a buscar a tu mamá.

La niña dio un leve parpadeo y susurró:

—Br…

—¿Cómo?

—¿Dijiste algo, Stefania? —preguntó Peggy.

—A ver, ¿puedes decirnos algo?— Volvió a preguntar la detective.

—Bruja— dijo en voz baja pero más audible.

—¿Bruja? ¿Dijiste eso?

—Fue la bruja —abrazó a su abuela. Tal revelación dejó a todos los presentes estupefactos. ¿Cómo era eso posible? ¿De qué bruja hablaba la niña?

—Creo que está confundida, cada vez que se portaban mal, o estaban muy tremendos, yo le decía: «Si te portas mal, la bruja te va a llevar». Era la única forma de que se quedaran tranquilos —explicó Pablo.

—¿Fue eso lo que viste esa noche? —Volvió a preguntar la detective. La niña, ya en los brazos de su abuela, dijo:

—Sí, la bruja. Ya la había visto en mis pesadillas. En el bosque, hay una
cabaña, en ella había muchos bebés muertos, y algunos todavía lloraban. Usaba su sangre para comer.

Todo eso, lo dijo como si realmente estuvo en ese lugar. Peggy, consternada por lo que oía, tomó a la niña y la llevó a tomar aire al patio. Mientras Pablo, se quedó con la detective.

—¿Siempre las asustan con ese tipo de historias?

—Nunca le hemos contado una historia donde haya bebés muertos y brujas que comen sangre.

—¿Entonces de dónde sacó la historia que acaba de decir?

—Usted la escuchó, fue una pesadilla.

—Señor López, mi trabajo se basa en realidades y no en fantasía…

—Pues déjeme decirle que es lo único coherente que se ha escuchado en este día. Además, Stefania, es la testigo más cercana a los hechos, fue la única que pudo haber visto lo que pasó.

La detective pasa su dedo por la barbilla y dice:

—Está bien. Buscaremos en el bosque el lugar que dice la niña. Y así fue. La búsqueda se hizo implacable ese día, hasta que entrada ya la noche, llegaron a una cabaña abandonada en ese bosque. Pero solo al llegar el escuadrón y algunos voluntarios, sintieron  cosas negativas en el lugar. Lechuzas y búhos volaban de árbol en árbol, pero en silencio, solo se veía su silueta pasar. La cabaña daba la impresión de que te observaba. Una niebla pasaba sobre el techo de la misma. Y muchos ruidos extraños se escuchaban por ahí. La detective dividió su escuadrón en grupos pequeños para que pudieran abarcar más zonas.

En la parte de atrás de la casa, se encontraron una escena. Había una casita, en ella había una cadena que amarraba el cuello esquelético de un perro que tendría meses muerto. Más allá, en un montón de chatarra, se veían unos sacos llenos de cenizas y carbón. Los árboles cercanos estaban secos, daban la impresión de que saltaban sobre las personas. Uno de los colaboradores gritó, llamando la atención de todos, al ir, vieron un cubo lleno de tripas podridas y gusanos, también se veía en el suelo algunos trozos de ropas desgarradas. Otro grito. Esta vez, un grito de alguien que se asusta con algo. Corrieron a
ver, al llegar, solo había un arma en el suelo.

—Era Martínez. ¡Ya no está!—dijo alguien.

—No estamos solos. Estén pendientes. Creo que nos enfrentamos a una persona muy enferma mentalmente —habló la detective.

Entonces, una niebla espesa y negra cayó sobre todos confundiéndolos, sobre todo al escuchar risas macabras y gritos que llenaban el aire. Todos se esparcieron, corriendo de los gritos, algunos al bosque, otros entraron a la casa. Entrar ahí, era entrar al territorio del asesino. La cabaña estaba oscura, y abandonada, nadie vivía por ahí desde hace mucho. La detective estaba con los ojos muy abiertos, y con sus linternas iluminaban cada rincón. De
nuevo la risa macabra, los objetos comenzaron a saltar sobre ellos causándole lesiones. La puerta ya no abría, solo le quedaba correr por toda esa cabaña. Eran perseguidos por algo que les causaba lesiones. La detective se había separado del resto, y se encontraba sola.

Su valentía se había ido, temblaba y lloraba al mismo tiempo, se sentó en un rincón de la casa, solo a escuchar como sus compañeros gritaban siendo asesinados por algo que desconocían, hasta los que habían huido al bosque, se escuchaban gritar. Ella se tapaba la boca para no gritar y no ser escuchada. Cuando escuchó unos pasos acercarse a ella, se levantó con el poco coraje que tenía, y corrió por ese pasillo de madera, entró en una habitación. Había un líquido en el piso que la hizo caer al suelo, el líquido estaba por todo el
lugar, como pudo, encendió la linterna, y vio con lo que se había resbalado… sangre. Sangre por todo el piso. El olor era repugnante, a podrido, a muerte, muchos cuerpos de bebés yacían en los rincones, los gusanos por montón recorrían esos cuerpos y subían por la pared. La detective intentó levantarse, pero lo único que logró fue quedarse de
rodillas. Sus ganas de vomitar eran grandes. Entonces, alguien se paró frente a la puerta.

La respiración de la detective se volvió más acelerada, tanto, casi al punto de desmayarse. El ser que se había parado frente a ella, vestía con túnica negra y capucha azul, tenía las manos llenas de sangre y un cuchillo muy grande donde el filo tenía pedazos de carne.

La criatura se quita la capucha dejando ver su identidad ante la detective.

—¿Tú? ¿Por qué haces esto?

—Es solo un juego.

Respondió con su voz, pasó el cuchillo por el cuello de la mujer, abriendo su garganta y cortando su arteria. La mujer comenzó a desangrarse muriendo frente a aquel ser. La criatura se bajó al nivel de la mujer, y le dijo:

—Si te portas mal la bruja te va a llevar.

Se levantó, y salió de la habitación, dejando a la detective morir. De entre la pared, apareció otra figura vestida también con túnica negra, pero más demoníaca por sus movimientos y quejidos. Tomó a la detective por un pie, y la arrastró llevándola al lugar de donde había salido.

 

Kenser López

Soy Kenser López, nací en Valencia; Venezuela. Tengo 33 años, soy de signo Virgo. Escribo desde muy pequeño. Dirigí una obra de teatro en el liceo, a mis 14 años. Mi primera novela se llamó "Niña linda" y mi primer libro en físico es "Profundamente Prohibido". Escribo drama, ciencia ficción, fantasía y suspenso, quiero explorar el género del terror y la novela histórica. En casi todas mis historias siempre incluyo a Venezuela en ellas, así sea un pedacito. Trato de ser lo más sencillo y de atraer a los lectores con palabras sencillas pero profundas.