El tratado de paz

2023-09-16 Guillermo Ropero

La luz de la luna se colaba a través de los ventanales, iluminando la habitación con un brillo tenue, lo suficiente para que Einar pudiese terminar de prepararse antes de regresar al salón principal. El joven terminó de abotonar su elegante jubón azul y se paró frente al espejo para dar un último vistazo a su apariencia. Su cabello plateado estaba un poco despeinado, pero eso no le preocupó tanto. Usó las yemas de los dedos para peinarlo detrás de sus orejas ligeramente puntiagudas. Estaba listo para bajar.

La habitación donde se encontraba era grande, estaba decorada con muchos cuadros de pintores de Isaksan a los cuales Einar no conocía, pero memorizó sus nombres para poder investigar sobre ellos después. La cama tenía un dosel con largas cortinas de seda; entre sus sábanas, dormía profundamente una figura femenina con quien Einar había compartido un momento apasionado, Einar trató de recordar en sus pensamientos: «Lady… Lady… ¿Cómo se llamaba?». Einar no podía recordar su nombre, solo sabía que era la esposa de un lord importante de Vester. Tal vez lo recordaré más tarde, pensó el joven.

Dejó a la mujer durmiendo y salió al pasillo. Era enorme, mucho más grande que los pasillos del palacio real de Ipsen. Einar se ajustó el cinturón y se encaminó al salón principal del palacio de Isaksan. A medida que caminaba, podía escuchar con más claridad el sonido de la música; la fiesta seguía en pleno apogeo. Eso le pareció bien a Einar, así tendría la oportunidad de bailar con un par de doncellas, compartir una copa con alguna viuda y hablar con los artistas que fueron invitados al evento.

Al cruzar una esquina, Einar se topó de frente con un guardia del palacio. El hombre era anciano, lo cual extrañó a Einar, ya que los demás guardias que había visto eran jóvenes, el más veterano no tendría más de cincuenta años, además que todos estaban en buen estado físico. Este sujeto, además de anciano, era sumamente delgado, la armadura le quedaba muy grande, y necesitaba la ayuda de la lanza que llevaba para mantenerse de pie. Einar no sabía si sentir lástima por el hombre o reírse por su apariencia graciosa.

—Disculpe, señor. No puede estar aquí. Permítame escoltarle de vuelta al salón principal —dijo el soldado, con una voz suave y una expresión de cansancio en su rostro.

—Oh, lo lamento. Me perdí buscando un lugar para asearme. No se preocupe, mi buen hombre. Conozco el camino —dijo Einar, dándole un par de palmadas al hombro, haciéndolo  trastabillar y casi arrojándolo al suelo.

Aguantando las ganas para no soltar una carcajada, Einar siguió su camino. Al bajar unas enormes escaleras, llegó a uno de los balcones laterales del salón del palacio. Desde ahí, tenía una vista de todo el recinto. Las paredes y el piso estaban decorados con detalles dorados y verdes, los colores del reino de Isaksan, y un gigantesco candelabro iluminaba toda la habitación. Los músicos tocaban una canción alegre, por lo que había varias personas bailando en medio del salón. Einar se detuvo un momento para observarlos. Eran muy buenos, excepto el violinista; tenía potencial, pero le faltaba técnica.

Luego de ver a los músicos, Einar realizó un paneo general del salón con la mirada. Los invitados a esta celebración eran variados, tanto en su comportamiento como en su forma de vestir. Se celebraba un momento especial: se había firmado un tratado de paz entre la alianza del Este, que constaba de los reinos de Isaksan y Vester, y los reinos occidentales de Skov, Kvist e Ipsen, de donde Einar era oriundo. Luego de varias décadas de batallas y disputas políticas, finalmente la gran guerra de Siela había terminado, es por eso que estaban reunidos los monarcas de las cinco naciones.

Entre los invitados Einar encontró con la mirada a su padre, lord Valirion Virsys, quien era además el principal consejero del rey Atorius Ipsen y el mago de su corte. Junto a él estaba la hermana menor de Einar, Tariel, que vestía un hermoso vestido azul, el color de Ipsen, y su largo cabello plateado estaba peinado con una serie de trenzas elaboradas. Ambos estaban hablando con un grupo de nobles de Isaksan, y entre ellos se encontraba el hijo mayor del rey, el príncipe Leif, un joven alto y delgado, de cabello oscuro.

Einar finalmente se decidió a bajar al salón principal, una vez ahí, se ubicó cerca de una de las paredes laterales. No se acercó a conversar con nadie, su objetivo por el momento era simplemente observar y escuchar, tratando de recolectar la mayor cantidad de información posible. De repente, su mirada se encontró con un par de penetrantes ojos color ámbar, los cuales Einar reconoció de inmediato: era la princesa Katasia, la hija del rey Ipsen. La princesa se excusó con los nobles con quienes conversaba y se acercó a donde estaba parado Einar.

Katasia era una joven hermosa, con una piel blanca como porcelana, su cabello era castaño y ondulado, estaba peinado en un elegante moño alto, y sus hermosos ojos eran de color ámbar. Ella era apenas unos tres años menor que Einar, y ambos habían sido buenos amigos desde que eran niños. Además, era la hermana del medio entre los tres hijos del rey Ipsen, y la única mujer.

—¿Te divertiste con Lady Fenerel?  —dijo Katasia cuando llegó a donde estaba Einar.

«¡Lady Fenerel! ¡Ese era su nombre!», pensó Einar, mientras esbozaba una sonrisa de alivio, la cual se borró rápidamente al notar la mirada acusadora de Katasia.

—Digamos que nuestro encuentro fue breve pero memorable —dijo Einar luego de aclararse la garganta—. Supongo que te interesaría saber que su esposo les debe dinero a casi todos los comerciantes de Vester. Ha gastado la mayor parte de su fortuna en licores raros de Zaratia, hierbas estupefacientes de Shonzhui y la compañía de muchachos jóvenes.

—¿Qué tan jóvenes? —preguntó Katasia, arqueando una ceja.

—Tan jóvenes que aún no les ha salido vello facial —respondió Einar. La expresión severa de Katasia se relajó y la joven esbozó una pequeña sonrisa.

—Bien, supongo que podemos trabajar con eso —dijo  Katasia.

Einar asintió. Este tipo de festividades eran buenas para descubrir los secretos de los nobles, comerciantes y políticos más importantes de todos los reinos, Einar siempre lograba recolectar información interesante al respecto, ya sea con en una conversación o infiltrándose en los aposentos de la persona de interés. Por supuesto, con los años Einar había descubierto que la mejor fuente de información solían ser las esposas, las amantes o las hijas de estos individuos. Y, además de revelarle los secretos que él quería, Einar también podía divertirse con ellas.

Su pequeño trabajo de espía no solo le permitía viajar por Siela y conocer más sobre los otros reinos del continente, sino que ayudaba a Katasia a ganarse el respeto de los demás gobernantes, después de todo, ella fue quien le pidió el favor a Einar de investigar a un noble de Kvist la primera vez que él viajó por el continente. Desde entonces, ese se había convertido en su segundo trabajo. El primero era el que más le apasionaba: tocar música, luego escribir poemas y aprender más sobre las culturas de los demás reinos. Gracias a estos viajes, Einar se había convertido en un bardo con renombre en todo Siela.

—Muy bien —dijo Katasia—. Supongo que por ahora no necesitamos saber nada más. Puedo trabajar con lo que has descubierto. Eres libre de hacer lo que quieras por el resto de la noche.

—Me parece bien. Realmente me gustaría conversar con ese violinista —dijo Einar, tomando una copa de champán que le ofreció una sirviente. Su mirada instintivamente se posó en la joven que le entregó la copa; era preciosa y tenía unos ojos negros hermosos. Ella le ofreció una sonrisa inocente a Einar, la cual él respondió con un guiño del ojo, y se fue, deslizándose con suavidad a través del salón.

—¿Quieres un pañuelo, Einar? Si sigues babeándote así mancharás tu jubón —dijo Katasia con un tono sarcástico.

—Muy graciosa, Kat —respondió Einar, limpiándose instintivamente la boca. Irónicamente, sí se había babeado un poco—. En fin, si me disculpas, iré a hablar con los músicos.

Katasia asintió levemente con la cabeza y se retiró. Einar caminó en sentido contrario, hasta donde estaba la tarima principal. Los músicos se habían tomado un descanso, era el momento perfecto para hablar con el violinista. Su forma de tocar estaba irritando a Einar, así que él estaba decidido a ofrecerle un par de consejos, sin cobrarle nada, por supuesto.

Cuando Einar se acercó a donde estaban reunidos los músicos, notó que el violinista no estaba entre ellos. Al preguntarles a dónde se había ido, ellos le dijeron que había salido a tomar aire fresco al jardín. Einar salió por una de las puertas laterales hacia el jardín del palacio de Isaksan. La noche era fría, ya que se acercaba el invierno, pero Einar estaba acostumbrado a las noches gélidas de Ipsen, así que este clima no le molestaba en lo absoluto. El jardín era hermoso e inmenso; lo más impresionante era la enorme fuente que se encontraba en el medio del patio, estaba decorada con una estatua que representaba la figura de Lumenor, el dios de la luz. Alrededor de la fuente había varias personas: algunos nobles conquistando doncellas jóvenes, un grupo de comerciantes discutiendo asuntos mercantiles y otros grupos de personas apostando dinero en diversos juegos de azar. Sin embargo, no vio al violinista en los alrededores.

Einar caminó hacia la parte inferior del jardín, donde había un gran laberinto hecho de setos, al cual estaba entrando una pareja de jóvenes. Einar no tuvo que pensar mucho para imaginarse lo que iban a hacer, y para su sorpresa, se dio cuenta de que uno de los enamorados era el príncipe Leif, que llevaba de la mano a una hermosa jovencita de cabello dorado. Einar rio para sus adentros, estaba feliz por el joven príncipe. Luego de caminar un rato alrededor del laberinto, Einar se sentó en uno de los bancos de piedra que había cerca. Alejado del ruido del salón principal, este lugar le parecía sumamente agradable. Einar se tomó un tiempo para respirar profundamente el aire fresco y disfrutar del silencio placentero. Había llovido recientemente, por lo que el césped tenía este agradable aroma a mojado.

A pesar de que disfrutaba de interpretar su música en salones y tabernas, y le encantaba codearse con nobles y miembros de la alta sociedad, a veces Einar prefería estar en lugares como este, donde podía estar solo con sus pensamientos. Esto lo ayudaba a recargar energías y relajarse, además que sus ideas fluían mejor cuando no había ningún factor externo que le impidiese concentrarse. Lo único que Einar lamentaba era haber olvidado su cuaderno de notas entre sus valijas.

A lo lejos, se escuchó el retumbante sonido de un trueno que extrañamente tranquilizó a Einar, y comenzó a sentir un agradable cosquilleo en la punta de los dedos. Cerró los ojos, respiró profundamente y simplemente dejó que el sonido del ambiente lo envolviera por completo. Pero hubo un ruido que comenzó a molestarlo: unos pasos sobre el césped. El bardo abrió los ojos de golpe y vio a una mujer parada frente a él. Era la sirvienta que le había entregado la copa de champán.

—Oh, disculpe. No quise molestarlo —dijo la muchacha, bajando la cabeza, claramente avergonzada—. Solo quería caminar un poco por el jardín, ya que estoy en mi momento de descanso. Einar se relajó, le ofreció una sonrisa tranquilizadora a la joven y dijo:

 —No te preocupes. No me molestas. De hecho, ¿te gustaría sentarte conmigo?

La muchacha se ruborizó y, sin levantar la mirada, asintió tímidamente. Einar se hizo a un lado para darle espacio a la chica, la cual se sentó, claramente tensa y nerviosa. El bardo pudo notar mejor lo hermosa que era la joven, la luz de la luna hacía brillar levemente su rostro. Claramente, debía tener sangre élfica.

—¿Cómo te llamas?  —dijo Einar, finalmente.

—Yena —dijo la muchacha sin voltear a verlo. Su voz, que tenía un fuerte acento isaksiano, era temblorosa y ella respiraba rápidamente. Einar pensó que lo mejor sería no poner más nerviosa a la muchacha y volvió su vista al cielo.

—Yo… he leído algunos de sus poemas de lord Virsys —dijo Yena al cabo de un rato—, son muy buenos. Mi favorito es de los amantes que escapan juntos al pueblo de Jansen.

—Te lo agradezco —dijo Einar, viendo a la muchacha, quien sonreía y lo miraba de reojo, aún ruborizada. Einar le devolvió la sonrisa.

—En verdad me gusta la forma en que describió los sentimientos de los amantes —dijo Yena, esta vez volteando a verlo. Sus enormes ojos negros tenían un brillo espectacular—. Desearía que alguien me dedicara un poema similar a los suyos.

—Oh, Yena. Solo con ver tus ojos se me ocurren cientos de poemas —dijo Einar, encantado por la mirada de la muchacha.

Yena se ruborizó aún más y soltó una suave risa. Ambos se quedaron mirándose fijamente un rato. Einar notó que sus ojos se posaban brevemente en sus labios, así que no lo pensó y lentamente acercó su rostro al de ella. Fue entonces cuando sintió un gran impacto en la parte de atrás de la cabeza y todo se volvió oscuridad.

Cuando despertó, Einar estaba mareado y sentía un dolor punzante en la cabeza. No sabía lo que había ocurrido. Su visión era borrosa y le costó acostumbrarse a su entorno. Luego de un momento, se dio cuenta que estaba en una habitación pequeña, lo único que había era una puerta justo en frente de él. Intentó levantarse, pero fue inútil: estaba sentado en una silla de madera, con el torso y las pierdas atados a ellas,  sus manos estaban atadas detrás del espaldar, además, estaba amordazado.

Luego de un rato, la puerta se abrió y tres individuos entraron en la habitación. Einar los reconoció de inmediato, uno de ellos era el guardia con el que se había topado antes de bajar al salón principal, el otro era el violinista que estaba buscando y la tercera era Yena, con una expresión severa en el rostro. Los tres estaban vestidos con armaduras de cuero curtido y llevaban armas en los cinturones.

Einar no entendía qué estaba pasando. ¿Qué querían ellos?, ¿por qué lo habían atado?, ¿iban a asesinarlo?, ¿qué estaban planeando? Su corazón comenzó a palpitar fuertemente, golpeando su pecho. Sintió cómo el sudor se formaba en su frente. Intentó decir algo, pero la mordaza se lo impidió.

—Tranquilízate. No te vamos a hacer daño, Hemil, dile a Darya que lo traiga —dijo Yena,  el violinista salió de la habitación. Su voz ya no tenía ese tono inocente y nervioso de antes. Ahora era dura y fría.

Al cabo de un momento, Hemil regresó con otra figura, una muchacha de cabello dorado, ambos traían a un hombre que tenía sus manos atadas y estaba amordazado, al igual que Einar. Era el príncipe Leif, o eso le pareció a Einar. Había algo en él que le resultó extraño.

Yena sujetó fuertemente el mentón de Einar y volvió su vista a ella. La joven acercó su rostro al de él y dijo: 

—Te explicaré lo que va a suceder, y será mejor que colabores. Vamos a quitarte esta mordaza, pero si llegas a hacer el más mínimo ruido, te arrancaré un ojo con esto. —La joven sacó una daga y se la acercó al rostro de Einar—. ¿Entendiste?

Temblando, Einar asintió rápidamente. Yana le hizo una seña al supuesto guardia, quien se acercó y le retiró la mordaza. Einar jadeó y trató de guardar silencio. Quería gritar, llorar y vomitar, pero esa daga hizo que mantuviera la boca cerrada. En ese momento, empezó a sentir que sus manos comenzaban a escocer y el sudor empapaba su rostro.

—¿Por qué…? —dijo Einar entre jadeos.

—¿Quieres saber por qué hacemos esto? —preguntó Yana, sin retirar la daga—. Es fácil. Este supuesto tratado de paz es una farsa. Una mentira. Es imposible que haya paz entre las naciones. ¿En verdad creíste que el rey Isaksan se rendiría tan fácilmente? ¿Creías que alguien tan orgulloso como él aceptaría que no pudo derrotar a unos reinos más pequeños que el suyo? Eso jamás ocurrirá.

Yena se levantó, y Hemil y la muchacha de cabello dorado arrodillaron al príncipe Leif frente a Einar. El joven príncipe tenía el rostro lleno de moretones y cortes, los cuales emanaban sangre profusamente. El escozor en las manos de Einar se intensificó, su corazón comenzó a latir con más fuerza.

—¿Qué crees que ocurrirá ahora? —preguntó Yana—. El rey se tomará un tiempo para reunir a sus ejércitos y tomar todos los recursos que pueda para prepararse a la siguiente guerra. Aumentarán los impuestos, doblará el proceso de producción, esclavizará a los granjeros, herreros y mercantes. Sobornará a los nobles para que apoyen su causa, arrebatándole el dinero a las personas comunes. Habrá hambruna y más pobreza de la que había antes. Es algo que no podemos permitir.

—Formamos un pacto con otro grupo rebelde de Vester. Ellos apoyarán nuestra causa para derrocar al rey Isaksan, pero para eso necesitamos que la guerra continúe. Eso servirá de distracción mientras nosotros nos movemos a las espaldas del rey —dijo Hemil.

—Pero muchos inocentes morirán —dijo Einar, desesperado. Yana le propinó un golpe con el revés de la mano. Los oídos de Einar pitaron, su vista se nubló y sintió una punzada de dolor en sus manos.

—¡Te dije que te callaras! —gritó Yana—. Aunque es cierto, se perderán muchas vidas inocentes. Pero es mejor que mueran cientos en poco tiempo, que mueran miles o millones durante varios años. Mientras exista la tiranía y la opresión, jamás podrá haber paz.

Yana posó una mano sobre el hombro de Leif. 

—Para que nuestro plan funcione, necesitamos un pequeño incentivo, algo que provoque un nuevo conflicto. ¿Y qué mejor forma de hacerlo que asesinando al heredero del trono de Isaksan? —dijo Yana ahora posando la daga contra el cuello del príncipe esbozando una sonrisa cruel—. Y se nos ocurrió una idea grandiosa: ¿y si el hijo del consejero principal de Ipsen es el asesino? 

Einar no podía creerlo. No podía permitir esto. Tenía que pensar en algo, debía detenerlos. ¿Pero cómo? A Einar le costaba respirar, sentía que su corazón abriría un hueco en su pecho y el escozor de sus manos comenzaba a quemarlo.

—No pueden obligarme a asesinarlo —dijo Einar. Su voz era temblorosa y le costaba formular las palabras—. Cuando me pregunten qué ocurrió, les diré la verdad a los soldados.

—No podrás decir la verdad… si te cortamos la lengua —dijo Yana con una sonrisa más cruel.

Einar sintió que se le helaba la sangre. ¿Le cortarían la lengua? Eso era imposible. Debía seguir haciéndolos perder el tiempo. Si el príncipe y él estaban perdidos, alguien seguramente los estaría buscando. Era cuestión de tiempo antes de que los encontraran. Einar intentó calmarse. Sabía que debía hacerlos hablar más y eso les daría tiempo a sus rescatistas de encontrarlos.

De repente, Yana apretó con fuerza la daga y cortó el cuello de Leif con un rápido movimiento. La sangre salió a chorros de la garganta del príncipe. Einar se quedó paralizado. Quería vomitar, su corazón se detuvo y ya no podía respirar. Todos los sonidos se apagaron. Yana arrojó el cuerpo del príncipe al suelo y se acercó a Einar. Lo tomó fuertemente por las mejillas, abriéndole la boca e introduciendo la daga en ella. Einar sintió como sus lágrimas empezaron a brotar, estaba temblando y sus músculos se tensaron. Todo estaba acabado. «Por favor, no, por favor… ayúdenme… padre… Tariel… Katasia…madre», pensó Einar.

Einar sintió que su brazo derecho estallaba. Luego, hubo una fuerte explosión, seguida de una intensa luz que lo cegó. El mundo se había apagado. Solo se escuchaba el sonido de la lluvia y los truenos. Los truenos…

—No te preocupes, cariño. Es solo una tormenta. Todo estará bien —dijo una voz femenina. Luego, oscuridad.

Einar abrió lentamente los ojos. Trató de acostumbrar la vista, y se dio cuenta de que estaba en una habitación que le resultó familiar. Estaba de vuelta en su habitación en Ipsen. Afuera, se escuchaba el sonido de la lluvia golpeando rítmicamente las ventanas y el techo. Einar no sabía qué había ocurrido. Le dolía todo el cuerpo, su cabeza no paraba de dar vueltas y su brazo derecho le ardía como nunca antes. Volteó a ver su brazo y se dio cuenta de que estaba completamente vendado, desde la punta de los dedos hasta el hombro. Al recordar lo que había sucedido, movió la lengua dentro de su boca. Para su alivio, no la habían cortado. Einar soltó un suspiro.

—Finalmente despiertas, le diré a padre que venga —dijo una voz femenina a su lado. Einar volteó y vio que su hermana Tariel estaba sentada en una silla al lado de su cama. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, acto seguido, Tariel se levantó y salió de la habitación.

¿Cómo había llegado allí? ¿Qué había ocurrido con esos sujetos? ¿Y Leif? ¿Cómo explicaría la muerte del príncipe? ¿Y la guerra? ¿Acaso habían anulado el tratado de paz?

La puerta se abrió de repente y Einar vio a su padre entrar, seguido de Tariel. El rostro de Valirion tenía una expresión de preocupación, sus ojos estaban marcados por unas enormes ojeras y su cabello blanco estaba completamente despeinado. Se notaba que no había dormido bien.

—Hijo mío, me alegra tanto que estés bien —dijo Valirion, entre lágrimas—. No te levantes, Einar. Quédate descansando. Has estado durmiendo por quince días. Temía que no volvieras a despertar.

«¿Quince días?», pensó Einar, tenía tantas preguntas, pero lo único que pudo decir fue: 

—Leif…

La expresión de su padre pasó de la sorpresa, a la comprensión y a la aceptación. 

—El príncipe Leif se encuentra bien —dijo su padre con una sonrisa—. Por suerte, muchos sabíamos que cualquier cosa podría pasar en una reunión como esa, al haber tantos nobles y miembros de la realeza. Así que los reyes prepararon dobles para mantener a sus hijos y nietos a salvo. Esos asesinos no diferenciaron al doble de Leif del príncipe real.

Einar intentó levantarse, pero el dolor del brazo se lo impidió. ¿Un doble? ¿Es decir que no asesinaron al príncipe real?

—Es por eso que noté algo extraño en el príncipe —dijo Einar. La garganta le dolía mucho—. Estuve a punto de perder la lengua, ¿sabes?

—Lo lamento, Einar —dijo Valirion, sus ojos se llenaron de lágrimas soltando un suave suspiro—. Debí haber anticipado que esto ocurriría. Por favor, perdóname. 

Einar alzó su brazo izquierdo y lo posó en el hombro de su padre para tranquilizarlo, acto que Tariel imitó en su otro hombro.

—¿Qué ocurrió con los asesinos? —preguntó Einar. Valirion y Tariel compartieron una mirada

—Todos murieron, Einar —dijo su padre—. Sus cuerpos estaban completamente quemados.

—Yo misma los vi. Parecía que les había caído un rayo —dijo Tariel—. Y tú estabas en el suelo, con tu brazo cubierto de sangre.

Einar sintió que su corazón dio un salto. No podía creerlo. Era por eso que su brazo dolía tanto. Volvió a ver a su padre, quien suspiró y se sentó al borde de la cama. Einar y Tariel compartieron una mirada de incertidumbre.

—Les explicaré algo a ambos —dijo Valirion, invitando a Tariel a sentarse a su lado—. Nuestra familia tiene un don especial, un don muy peligroso. Ambos saben que yo soy un mago, me especializo en el encantamiento de objetos, pero para eso utilizo runas u otro tipo de conductos mágicos. Si utilizara mi magia real para hacer las cosas, ustedes quedarían huérfanos. Lo llaman Fulgur. Es la magia de la electricidad. Es muy rara y no se puede canalizar con cualquier objeto. 

»De hecho, el mineral para canalizar solo se encuentra en Ipsen. Sin embargo, es posible que una persona pueda canalizar Fulgur usando su cuerpo como conducto. Y eso es algo que la familia Virsys ha podido hacer durante generaciones. Pero… canalizar Fulgur de esa manera es peligroso. Eso podría dañar el cuerpo de la persona que lo haga, como pueden ver en el brazo de Einar. Si se utiliza de forma irresponsable, podría ser mortal para el usuario.

Los tres se quedaron callados un momento. Einar intentaba asimilar toda esa información. Así que esa fue la explosión que escuchó y la luz intensa que vio. Tenía sentido que canalizara Fulgur sin querer. Debió ser una especie de reacción instintiva de supervivencia. Sin embargo, esa voz femenina, ¿de quién era?

Al cabo de un rato, Valirion y Tariel dejaron a Einar solo para que descansara. Había anochecido, pero la lluvia no se detuvo. Einar volteó la cabeza a la ventana, viendo como las gotas de lluvia golpeaban contra el vidrio. De repente, un trueno estalló sobre su habitación, acompañado de un relámpago, lo cual asustó a Einar. No te preocupes, cariño. Es solo una tormenta. Todo estará bien. Einar volvió a recordar la voz femenina, y finalmente se dio cuenta de quién se trataba.

—Es cierto. Todo estará bien… madre.

A lo lejos, se escuchó el sonido de otro trueno. Einar sonrió y se quedó dormido pacíficamente.

Guillermo Ropero

Guillermo Ropero nació en Caracas, Venezuela, en 1995. Desde se juventud desarrolló una enorme pasión por el arte, por lo que se formó como músico. Además, siempre ha sido un fanático de la literatura, especialmente del género de fantasía, donde descubrió obras como El Señor de los Anillos de J.R.R. Tolkien, La Rueda del Tiempo de Robert Jordan y Malazan: El Libro de los Caídos de Steven Erikson, las cuales han servido de inspiración para crear manuscritos de novelas y relatos de ese género. Su amor por los juegos de rol, específicamente Calabozos y Dragones, lo ayudó a explorar aún más su creatividad y a materializar sus ideas en diferentes ámbitos. Actualmente, se desempeña como ingeniero de audio, músico de sesión y traductor