El gordo rojo

2023-09-03 Amira Romero

No me gusta la navidad. Le tengo miedo al hombre que baja por la chimenea, es un monstruo barbudo que se come todas las galletas que hace mi abuela, nunca puedo probar ninguna, porque el gordo rojo siempre se las come.

Mi mamá no me cree, me dice que Santa Claus es el hombre más bueno del mundo, incluso más bueno que el ratón Pérez. Yo no lo creo, es más, no me quiero encontrar con el ratón Pérez, porque sé que también es un monstruo y se va a comer los dulces que me hace la abuela.

Hoy es navidad, es de madrugada. Escucho como alguien irrumpe en mi casa, oigo el rugido de ese gordo rojo, está devorando las galletas, tose, tengo que esconderme bajo la sábana.

—Duérmete, duérmete, duérmete —Me insisto una y otra vez. Cierro los ojos, pero no puedo dormir.

Tengo que afrontar a ese monstruo rojo, sé que solo come galletas de la abuela, así que creo que no comerá niños, posiblemente solo los asustará, aunque mi hermano mayor dice que el monstruo rojo mata a los niños curiosos, pero sería interesante verlo por un instante, ¿por qué no hacerlo?, tengo ocho años, soy un niño grande, y quiero contarles a mis compañeros de clases que vi al gran monstruo rojo que se hace llamar Santa Claus. Me cubro con la sábana, camino despacito por el pasillo, las escaleras se ven con claridad por la cantidad de luces navideñas que adornan la sala; mi mamá es fanática de las lucecitas.

¡Puedo ver la sombra del monstruo rojo! Bajo unos cuantos escalones hasta poder mirarlo devorar las galletas de la abuela, ¡qué envidia no poder probar esas sabrosas galletas!, apenas suelto un gruñido, el monstruo deja de comer y voltea su cabeza lentamente. ¡Ah!, ¡qué cara tan horrenda!

Subo corriendo, escucho los pasos del monstruo persiguiéndome. Me atrapa por la pierna cuando apenas llego al último escalón, me caigo, lucho para que me suelte, oigo un golpe en el piso, volteo a verlo, el monstruo está tirado, ¿una máscara?

Tapo mi boca con mis manos, ¡no puede ser!, ¡es mi hermano!, bajo las escaleras, me arrodillo junto a él, lo muevo, no entiendo, tiene los ojos abiertos, pero no se levanta. Acerco mi mano a su nariz, no siento que salga aire en los huequitos.

—Maté a mi hermano, soy un asesino —hablé bajito. 

La sabana que tenía está enredada en su pierna, se la quito. Tengo que volver al cuarto. Subo corriendo por las escaleras, me tiro sobre la cama, me cubro hasta la cabeza con la sábana. Espero que amanezca. Mi mamá me llama para que baje a abrir los regalos que me dejó Santa Claus, tengo que fingir, me levanto con emoción, cruzo la puerta de mi cuarto y escucho el grito de mamá. Estoy frente a la escalera y la veo abrazar a mi hermano.

Por eso no me gusta la navidad, porque el gordo rojo se comía las galletas deliciosas de mi abuela.

No tengo la culpa de la muerte de mi hermano, fue culpa de él por engañarme y no dejarme disfrutar de las galletas. Ahora que no está para robar mi dulce tesoro, ¡esta navidad sí que es buena! Sé que Santa Claus es una mentira de los adultos para engañar a los niños. A pesar del año que ha pasado, mi mamá no supera la muerte de él, en cambio, yo soy feliz, tengo las galletas para mí solito.

El timbre suena, corro para abrir la puerta, ¡es mi abuela!, tiene un plato de galletas en las manos, se agacha un poco para que le dé un beso, en vez de eso le quito el plato y corro a mi cuarto para esconderlas en el armario. Mi mamá se para en la puerta, sus ojos están hinchados y su nariz roja. Con su mano me dice que me acerque a ella.

—Hijo, mañana será navidad, es el día que tu hermano murió. ¿Piensas que Santa Claus tuvo que ver con la muerte de tu hermano?, por eso escondes las galletas en el armario, ¿verdad?

Pobre madre mía, si supiera que yo lo maté, ni un poquito de remordimiento tengo, pues insistiré que fue culpa de mi hermano por haberme engañado y también porque el médico dijo que fue un accidente, él rodó por las escaleras y eso lo mató. Sin embargo, le diré que escondo las galletas porque San Nicolás es malo.

—Sí —La abrazo.

—Está bien cariño. —Ella también me abraza y acaricia mi cabello—. Tienes todo el permiso para que comas todas las galletas que quieras, Santa Claus no se las merece. 

Mi mamá me da un beso en la frente y se va. Saco las galletas del armario, me siento en la cama a comerlas.

Amira Romero

Amira Romero, nacida el 30 de agosto de 1986, Caracas - Venezuela. Su pasión por la escritura empezó en una edad temprana, estudió por un tiempo Educación en la Universidad Católica Andrés Bello, el cual dejó para empezar una carrera como diseñador gráfico. Quiso unir su pasión por la escritura y el arte de plasmar sus ideas visualmente. Se graduó en el Instituto de Diseño de Caracas en el 2014. Durante sus estudios conoció a un grupo de escritores, donde pudo empezar a plasmar sus primeros escritos con el motivo de ser publicados en dos antologías bajo el seudónimo de Alejandra king; la primera antología, “En nombre de la ficción (El Ser(” y la segunda antología: “Entre la vida y la ficción (No te enamores de mi)” le gusta mucho la literatura de suspenso, terror, misterio y romance. Sus autores preferidos son Stephen King, Edgar Alan Poe y H.P. Lovecraft.