El escarabajo dorado

2023-09-05 Fabiana Patiño

La oscuridad de la noche envolvía el pequeño callejón en el que se encontraban, las gotas de lluvia resbalaban por sus capuchas, yendo a parar a los adoquines del suelo. Sombra y Plata esperaban agazapados detrás de barriles de madera. Del otro lado de la calle se elevaba una mansión de grandes ventanales y verjas de hierro, se observaba el brillo tenue de la luz de las velas en su interior.

Sombra se adelantó, aún sin ponerse de pie, y desde lejos escrutó los alrededores de la casa con su mirada, buscando cualquier espacio por el cual colarse, la cortina de lluvia no hizo muy fácil su tarea, debía acercarse lo suficiente.

Es hora, toma tu posición y avísame si observas algo. Mantente cubierto, Plata dijo Sombra con una voz grave y rasposa.

¿Estás seguro de que no me necesitas? preguntó Plata.

Erden dejó escapar un gruñido de molestia.

No, Fareon. No te necesito. Ahora apresúrate, estamos perdiendo el tiempo.

Su interlocutor asintió, se puso de pie, tiró de la parte frontal de su capucha y se desvaneció de su vista. 

Erden respiró profundo, imitó a su compañero y comenzó a caminar con paso decidido hacia la mansión. La lluvia caía a cántaros, empapándolo por completo. Sabía que sería un gran inconveniente para su misión, pero no había tiempo que perder.

Cuando estuvo del otro lado de la calle, se detuvo cerca del edificio contiguo y observó claramente la mansión, al menos cuatro guardias merodeaban en la propiedad, dos en el patio frontal y dos en el patio trasero, no serían un problema. Erden comenzó a rodear la mansión, notó que la mayoría de las ventanas estaban a oscuras, todas ellas aparentaban estar cerradas, sabía que su objetivo estaría resguardado posiblemente en un sótano o una habitación secreta, la mejor opción sería entrar por los pisos inferiores, específicamente saltando la verja de los laterales.

De pronto, un brillo leve llamó su atención, junto a las bases de la vivienda, observó una ventana pequeña, ubicada en la parte trasera, de la que escapaba el ondular de una vela, debía entrar lo más abajo posible, valía la pena intentarlo.

Sombra se ubicó al lateral izquierdo de la mansión y procuró saltar la verja, dio un salto fuerte y se afianzó a ella, evitando que se moviera demasiado para alertar a los guardias, por fortuna, el sonido de la lluvia era estrepitoso, de modo que disimuló el ruido de la verja. Erden escaló poco a poco, haciéndose con firmeza al hierro, tanteando un espacio para posicionar sus pies, justo cuando llegaba a la cima de la verja para saltar al otro lado, sintió que la suela de su bota resbalaba en contacto con el metal mojado, se asió con más fuerza y levantó su peso ayudándose de sus brazos. Una vez arriba, ubicó un espacio abierto y cubierto de césped, saltó y rodó por el suelo, intentando hacer la menor cantidad de ruido posible. Pronto, corrió con cuidado y se agazapó junto a la estructura de la mansión.

Permaneció oculto unos momentos, viendo a su alrededor, los guardias no acudieron al lateral de la mansión, nadie pareció percatarse de su incursión en la propiedad, ahora necesitaba llegar a esa ventana. Mientras calculaba sus próximos movimientos, no podía evitar pensar en Oro, Oso y Nudillos, se preguntaba si su equipo había tenido suerte en el almacén junto al lago, los documentos que debían robar eran de suma importancia para completar la información. Pero Sombra no podía perder el tiempo pensando en ellos, tenía que enfocarse en su misión.

Al cabo de un par de minutos, Erden comenzó a desplazarse aún agazapado junto a la estructura de la mansión, caminando en dirección a la ventana pequeña que había divisado, la luz de la vela titilante lo recibió al alcanzarla. El ladrón se puso de rodillas y observó el interior de la habitación, se trataba de un sótano pequeño con muros de piedra y suelo de madera, la luz provenía de un candelabro en la pared, pero no podía ver nada más. Tiró del mecanismo para abrir la ventana y comprobó que estaba cerrada, además era demasiado pequeña para deslizarse por ella, sería una pérdida de tiempo utilizar la ganzúa. Erden emitió un gruñido de molestia y continuó bordeando la mansión, aún manteniéndose agazapado hasta que encontró una ventana del piso inferior a través de la cual no brillaba ninguna luz.

Se acercó con cuidado, bajo la tempestad nocturna, completamente empapado y comenzando a impacientarse ante la dificultad de ingresar a la mansión. No solían sucederle este tipo de cosas, estaba teniendo una noche pésima y eso le molestaba. Cuando estuvo ante la ventana, se asió del muro y posó su pie en las bases del edificio para inclinarse y observar el interior, se trataba de una estancia oscura, apenas podía divisar unas cortinas y una mesa pequeña junto a la ventana, parecía lo suficientemente segura para comenzar. Erden llevó la mano a su cinturón y tomó la ganzúa, la introdujo en el pestillo de la ventana, la movió con destreza y sintió el quiebre característico.

Antes de subir y cruzar el umbral, Erden recordó las palabras del Gato, para encontrar lo que buscaba tendría que dejar atrás su capa, el detector de Simal’ren que había traído consigo podría obtener una señal errónea si se encontraba en presencia de la capa, ya que estaba encantada con Simal’rignus óptica. Sabía que la misión sería mucho más complicada si no podía ocultarse en las sombras y desvanecerse, pero no había otro modo y aunque odiaba la situación, terminaría más rápido si abandonaba su preciada capa de morador de las sombras. Erden se agazapó entre los arbustos bajo la ventana, tiró de la capucha y se hizo visible, la desató de su armadura de cuero y la escondió entre el espesor de las hojas, luego volvería por ella. Tomó impulso, subió a la ventana y cruzó el umbral.

Una vez adentro, no pudo escuchar más que el golpeteo de la lluvia en los ventanales y el retumbar de un trueno, la tormenta parecía acercarse cada vez más. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad de la habitación, solo pudo apreciar un salón comedor muy elegante, con una mesa larga y decoraciones, a mano izquierda un arco abría paso a una estancia parcialmente iluminada. El ladrón miró hacia el suelo de mármol y no se sorprendió al notar que el agua cubría el espacio por donde había entrado, sabía que sería un gran inconveniente y ahora comenzaba a hervirle la sangre.

Erden tomó el detector de Simal’ren de su bolsillo y lo observó fijamente en la oscuridad. El Gato le había instruido que el artefacto que buscaban contenía Simal’rignus sonora, un tipo de Simal’ren con el que se podía contener sonido dentro de un objeto. La Sociedad presumía que el alquimista al que investigaban había ocultado información en este objeto, y se encontraba en algún lugar de la mansión. El Gato no pudo dar detalles sobre cómo lucía el objeto, porque nadie fue capaz de verlo, así que Sombra debía ir a ciegas a la misión, y así lo hizo. Su superior solo le proporcionó el detector de Simal’ren para identificar el Simal’rignus sonora con un brillo azul. Sin embargo, Erden sabía que no solo encontraría esta energía, sino también Simal’presidio, un encantamiento protector para crear escudos, no sería una tarea sencilla.

Erden maldijo su suerte de tener que lidiar con el robo de un artefacto mágico en la casa de un hechicero. El Gato le había ofrecido el acompañamiento de un conocedor de Simal’ren de la Sociedad para ayudarlo a ubicar el objeto, pero Erden se había negado, consideraba que le entorpecería en su trabajo, él era lo suficientemente capaz de conseguirlo y robarlo por sí mismo, no necesitaba la ayuda de nadie.

Sombra se fijó en el detector de Simal’ren y se percató de que brillaba en proximidad a la ventana, pero no si lo apuntaba hacia las habitaciones, estaba muy lejos del objeto que buscaba. Comenzó a caminar a gachas manteniéndose muy cerca de la pared y se asomó lentamente hacia la estancia parcialmente iluminada, se trataba de un salón principal donde se observaban muebles finos y decoraciones exquisitas, además de unas escaleras alfombradas ascendentes y descendentes, en cada una de las escaleras había al menos dos hombres, un par de ellos con cotas de malla y otro par con túnicas que los cubrían del cuello a los tobillos, evidentemente sería imprudente ingresar al salón y mucho más subir o bajar por las escaleras, sobre todo ahora que no tenía su capa para morar en las sombras.

Erden decidió dar unos pasos hacia atrás y exploró el comedor en el que se encontraba, no vio más aberturas ni puertas hacia otras habitaciones, no había de otra, tenía que salir a la tormenta y escalar hacia un ventanal del segundo piso. Una vez más sintió molestia, y una profunda ira comenzaba a cernirse sobre su pecho, cerrándole la garganta y dificultando su respiración.

El ladrón dio un salto fuera de la ventana y cayó una vez más sobre el suelo húmedo donde comenzaba a formarse un lodo espeso, el pantanal cubrió gran parte de sus botas y el inferior de su armadura de cuero. El cabello completamente mojado se le adhería a los ojos y sus dedos comenzaban a entumecerse por el frío de la lluvia, que ahora estaba acompañada por un viento helado que soplaba con fuerza de manera errática, pronto estaría bajo el ojo de la tormenta.

Después de comprobar la ausencia de guardias en las cercanías, y con la incomodidad que sentía, Erden reunió todas sus fuerzas y dio un salto para aferrarse a la estructura de la mansión, en su primer intento las manos se resbalaron del saliente de madera y cayó hacia atrás, aterrizando de rodillas en el lodo. Erden se lamentó con un gruñido, dio un paso atrás y tomó impulso para saltar una vez más y afianzarse a un saliente más amplio, rápidamente buscó un apoyo con sus botas, y apenas consiguió sostenerse. Debía escalar al menos cuatro metros. Respiró profundo, tanto como sus pulmones helados se lo permitieron, estiró sus brazos agarrotados, se afianzó a otro saliente y comenzó a impulsarse hacia arriba. El agotamiento le estaba ganando, y temía resbalar en cualquier momento, el viento soplaba con fuerza, produciéndole un escalofrío, pero continuó hasta encontrar un ventanal alto.

Asiéndose con todas sus fuerzas y temblando de pies a cabeza, sacudió el ventanal y supo que estaba cerrado, emitió un gruñido de ira. La lluvia seguía cayendo a cántaros y le inundaba los ojos, aún sosteniéndose al ventanal, sacó la ganzúa de su cinturón y con manos temblorosas la insertó en la cerradura de la ventana, dio un par de movimientos y para su desgracia, la herramienta resbaló de su mano y se perdió entre los arbustos, el lodo y la lluvia. Sombra contuvo un grito de rabia y comenzó a hiperventilar, estaba perdiendo la paciencia y la calma, no había sido tan desventurado en ninguno de sus robos, la situación era ridícula.

Después de un momento en que sus brazos comenzaban a flaquear y estaba a punto de darse por vencido, observó un relámpago que surcó el cielo a pocos metros de él, era su oportunidad. Erden esperó por el sonido del trueno, y justo cuando comenzó a retumbar se arriesgó a golpear el vidrio del ventanal con su codo. El cristal estalló en pedazos, el ladrón su mano por el agujero, tanteó el pestillo y lo corrió, abrió la ventana y se deslizó al interior de la mansión, respirando con fuerza, empapado y con un dolor punzante en el codo y la mano, sintió un líquido espeso y caliente resbalando por sus dedos. 

Una vez adentro notó que se encontraba en un pasillo alfombrado del segundo piso, ante él había tres puertas que conducían a habitaciones, al fondo del pasillo a mano izquierda había otra puerta entreabierta y un recodo. El lugar estaba en completo silencio a no ser por el estruendo de la tormenta, la luz era escasa, solo se observaba un candelabro pendiendo de una pared en medio del pasillo.

Mientras Erden sacaba el detector de Simal’ren, notó que la puerta del fondo del corredor se movía abriéndose lentamente, el ladrón se agazapó entre las cortinas del ventanal, contuvo su respiración y presionó su mano sangrante. En el fondo observó una silueta pequeña de un gato que salía de la habitación, un brillo tenue lo iluminaba, el animal permaneció con la cabeza en alto y las orejas puntiagudas moviéndose, capturando cada sonido casi imperceptible, sus ojos verdes se posaron en Erden, él permaneció lo más quieto posible. El gato gris atigrado comenzó a caminar en su dirección, aún con las orejas y la cabeza levantadas, de pronto, una voz aguda proveniente de la habitación resonó en el corredor.

—Valira, ¿qué ocurre? —dijo una voz infantil. 

Un niño rubio pequeño que vestía una túnica de dormir se detuvo junto a la puerta y observó fijamente a la gata. El felino permaneció inmóvil, fijando su mirada en el ladrón.

—¿Acaso estás viendo un fantasma? —preguntó el niño acercándose a la gata, levantó la mirada y escrutó el pasillo en semi penumbra—.  Es suficiente, vamos a la cama, ya oíste a mamá.

El chico tomó en brazos a la gata con cierta torpeza y caminó de vuelta a la habitación, cerrando la puerta tras de sí. Erden suspiró y sacó el detector, se emocionó al notar pequeños pulsos de luces azules y verdes, se encontraba más cerca de su objetivo, pero la luz verde indicaba que estaría protegido por un encantamiento de escudo de Simal’presidio. Sombra disipó este inconveniente de su mente, ya le había costado lo suficiente llegar al lugar donde se encontraba, ya vería cómo resolver cuando llegara el momento preciso.

Erden apuntó el detector de Simal’ren a ambas direcciones del pasillo y descubrió que a su derecha la señal se intensificaba, comenzó a caminar por el corredor, manteniéndose muy cerca de la pared de los ventanales, ocultándose entre las cortinas, observando y escuchando cada mínimo detalle. Aún presionaba la mano que no había parado de sangrar, seguramente dejaría un rastro, maldecía su suerte al dejar caer la ganzúa, la misión estaba saliéndose de control muy rápidamente, nunca pensó que sería tan complicado.

En la mente de Erden resonaban las palabras de el Gato: «lleva contigo a uno de los hechiceros de Calxif y al menos un par de tus moradores de sombras». El ladrón sacudió la cabeza, no quería pensar en ello, no quería admitir que se había equivocado en tomar la misión por su cuenta, ni tampoco que había actuado mal al despachar a Fareon. Igual ya todo estaba hecho y no había vuelta atrás, no estaba dispuesto a utilizar su piedra de comunicación para pedir ayuda ni refuerzos, no se sometería a esa humillación. Todo estaba decidido, continuaría la misión y regresaría con el maldito artefacto para restregárselo en la cara a Gato y obtener el dinero que le habían ofrecido. 

Sombra continuó moviéndose en la penumbra, comenzaba a sentirse mareado y exhausto, su visión se nublaba. Llevó su mano al cinturón, sacó una cantimplora y dio tres tragos largos de Ruzen, el licor le escoció la garganta e inmediatamente sintió una ola cálida y reconfortante en todo el cuerpo, su mente pareció aclararse y el mareo amainó. Al llegar al fondo del pasillo divisó unas escaleras pequeñas que ascendían hacia lo que parecía ser un ático, el detector de Simal’ren enloqueció alternando brillos azules y verdes, ese debía ser el lugar indicado. El ladrón se apresuró a subir las escaleras de madera, manteniendo un paso cuidadoso e intentando hacer el menor ruido posible, superó el tramo de escaleras en poco tiempo y alcanzó un rellano con una puerta de madera simple, el detector continuaba parpadeando y alternando ambas luces, definitivamente era la habitación que buscaba.

Cuando se disponía a examinar la cerradura, Sombra escuchó unos pasos al pie de la escalera, pronto se agazapó junto al marco de la puerta y aguzó el oído, los pasos se detuvieron y escuchó un leve carraspeo masculino, seguramente tuvo suerte de llegar durante el cambio de guardia. Ahora debía actuar rápido y con el mayor silencio posible, ya que la puerta estaba a escasos metros del pie de la escalera. 

Con mucho cuidado posó su mano sobre la cerradura y la movió lentamente, estaba cerrada. Erden llevó la mano a su cinturón instintivamente en búsqueda de la ganzúa, al recordar que la había perdido se le revolvió el estómago. Respiró profundo procurando calmarse, se agachó lo más posible y caminó poco a poco para observar al hombre al pie de la escalera, quería saber qué tan lejos se encontraba. En la semipenumbra del corredor pudo ver que el hombre estaba de espaldas a los escalones, su silueta se iluminaba por los relámpagos que se reflejaban en los ventanales, la tormenta estaba justo encima de la mansión, si tenía suerte podía coordinar el sonido de los truenos para abrir la cerradura. 

Así, Sombra se agachó junto a la puerta, tomó un cuchillo que llevaba atado a un muslo y lo posicionó en la ranura del cerrojo, tanteó los mecanismos haciendo el menor ruido posible y una vez encontró el espacio correcto permaneció completamente quieto, expectante. Pasaron unos cuantos segundos, su mano comenzaba a acalambrarse y temblar ligeramente, sentía el pulso acelerado en las sienes, en la garganta y en los dedos. De pronto un retumbar sacudió la mansión, Erden movió el cuchillo hacia arriba y le dio un giro, abrió la puerta de un tirón, entró a la habitación y la cerró tras de sí con cuidado. 

Se encontraba en un ático amplio y abarrotado, iluminado solo por una única vela que reposaba sobre un escritorio. La habitación casi en penumbra fue iluminada momentáneamente por un rayo que atravesó un ventanal lateral, Erden pudo observar estanterías altas con cientos de frascos diminutos con sustancias de distintos colores, así como una mesa amplia en el centro de la estancia, sobre la que había un juego de alquimia completo. Por el rabillo del ojo pudo vislumbrar el brillo enloquecido del detector de Simal’ren, ahora brillaba de color azul, verde, rojo, naranja y púrpura, se encontraba ante un gran cúmulo de artefactos mágicos. El ladrón supo que había entrado al lugar correcto, pero le esperaba una tarea ardua, pues no sabía qué objeto robar.

Antes de dar un paso, Erden observó a su alrededor, fijándose en el marco de la puerta, las estanterías y algunos espacios cercanos a las paredes, si había una trampa o un activador de una alarma, seguramente estaría en alguno de esos lugares. Por un momento se concentró seriamente en esto, hasta que recordó que se encontraba en la oficina de un alquimista, lo más seguro es que si había trampas, serían mágicas, y por ende, no tendría la capacidad de verlas. Sombra nunca había sido alguien versado en el control del Simal’ren, así que no tenía la menor idea de cómo lucían los colores identificativos de cada energía, simplemente había aprendido que Simal’rignus era azul y que Simal’presidio era verde, nada más. Ahora debía conseguir ese aclamado objeto con información contenida, pero no sabía por dónde empezar, el detector se había vuelto completamente inútil.

Poco a poco, Sombra se abrió paso con cuidado, sin descuidar su retaguardia, y echando miradas constantes a la puerta, las paredes y el suelo, como si aún esperara encontrar una trampa mecánica que pudiera desactivar. Al dar una vuelta por la habitación pudo discernir que el objeto no estaría en las estanterías, ya que solo contenían líquidos en frascos, se fijó en la mesa de centro, pero solo pudo ver instrumentos para hacer alquimia, nada fuera de lo ordinario. El único lugar que faltaba por revisar era el escritorio donde reposaba la vela. Erden se acercó sigilosamente, procurando que el suelo de madera no crujiera bajo su peso, al estar más cerca comprobó que no había nada sobre el escritorio excepto la vela, pero el mueble parecía tener un cajón. El ladrón se puso de rodillas y exploró debajo del escritorio, en caso de que hubiera una trampa mecánica, no encontró nada. Le echó un vistazo al detector de Simal’ren y notó que el brillo azul se intensificaba por encima de los demás al estar cerca del escritorio.

El latir de sus pulsos se intensificó, su respiración se hizo frenética, de pronto ya no sentía frío, sino mucho calor que se agolpaba en su rostro y pecho. Erden abrió el cajón del escritorio y se sorprendió al encontrar al menos treinta esferas pequeñas de vidrio, algunas eran azules, otras rojas, otras de un blanco lechoso, estaban contenidas en una estructura de madera con espacios. Las ansias por encontrar el artefacto se hicieron más fuertes, pero estaba confundido y agotado, no tenía la menor idea de qué esfera llevar. Pensó en robarlas todas, pero sabía que debía salir del lugar con el objeto preciso, lo ideal es que nadie notara su presencia ni el robo, pero ya había fallado lo suficiente, había dejado rastros de sangre, charcos de agua y una ventana rota, a este punto, a Sombra dejó de importarle un comino las instrucciones de la misión. Tomó un saco mediano que había traído consigo y comenzó a meter las esferas en él, pero de pronto algo llamó su atención, un brillo dorado que provenía del interior del cajón relucía bajo la escasa luz de la vela, Erden se detuvo y abrió más el cajón, detrás de la estructura de madera observó un precioso broche de oro y esmeraldas en forma de escarabajo, el brillo de la joya nubló sus sentidos, era verdaderamente hipnotizante. Erden no tenía idea de qué hacía esa joya en un cajón de artefactos mágicos, pero no dudó de que el escarabajo de oro y esmeraldas debía ser suyo. 

Justo cuando se disponía a tomarlo, escuchó unos pasos que ascendían por las escaleras, el ladrón cerró su mano en torno al broche, se colocó detrás de un estante cercano y apagó la vela fusionándose con la oscuridad. Por un fragmento de segundo dejó de escuchar pasos, el estruendoso sonido de la lluvia copó sus oídos, los truenos continuaban retumbando y los destellos de los relámpagos iluminaban la habitación. Sombra permaneció tan quieto como le fue posible, aunque su corazón saltara en su pecho, aunque sus pulmones ardieran por contener la respiración, presionó al escarabajo en la palma de su mano y esperó.

La puerta se abrió de par en par, el hombre atravesó el umbral, su postura indicaba que estaba alerta. Entre la penumbra se veía su silueta, movía la cabeza observando cada rincón de la habitación sin dar un paso. Un destello atravesó el ventanal, Erden se ocultó del brillo tras la estantería, escuchó pasos pesados y lentos, acercándose cautelosamente. El sudor frío goteaba de su frente, mezclándose con las gotas de lluvia que aún lo empapaban, Erden sintió temor y desesperación, quería gritar, quería huir, quería desaparecer, pero ahí estaba, ocultándose de una amenaza en el ático.

El retumbar de un trueno lo tomó por sorpresa, observó que el hombre se estremeció ante el ruido y giró su cabeza hacia la puerta. Contra cada fibra de su cuerpo que le indicaba que permaneciera quieto, Erden comenzó a moverse, como si sus pies tuvieran mente propia, se abrió paso entre las estanterías, el escritorio y la mesa, llevó su mano derecha a su muslo y sacó una daga afilada. El corazón reventaba en su pecho, hasta que de pronto se detuvo en seco. Sus oídos se ensordecieron. La daga atravesó el lateral de la garganta del hombre y dio un giro antes de salir expulsada junto a una corriente espesa y caliente.

Un golpe seco resonó en los oídos de Sombra, el hombre que había entrado al ático hacía segundos yacía inerte en el suelo. El destello de un rayo iluminó la habitación una vez más, mostrando un lago creciente de sangre formándose debajo del cuerpo. Erden recobró el sentido, como si hubiera despertado de un sueño, sintió el escarabajo en la palma de su mano y la viscosidad debajo de sus botas, tenía que escapar cuanto antes. 

El ladrón se apresuró a tomar todas las esferas que quedaban en el cajón y las metió dentro del saco, deslizó el escarabajo dentro de la manga de su armadura de cuero y observó a su alrededor, no había forma de mejorar la escena u ocultar su paso por la mansión, no quedaba de otra, La Sociedad tendría que «limpiar». Sombra abrió la ventana, la lluvia aún continuaba. Dio un salto con cuidado y aterrizó en el tejado, procuró buscar la dirección en la que había dejado su capa de morador de sombras y comenzó a descender, alcanzó el suelo, revolvió entre los arbustos, usó su capa y accionó la capucha, se desvaneció en las sombras.

Saltó la verja de hierro ágilmente y corrió un par de calles hasta que se detuvo en seco en un callejón y apoyó la cabeza contra el muro, su respiración era acelerada, sentía la adrenalina corriendo por su cuerpo. Sacó su piedra de comunicación y notificó a Plata que todo estaba hecho. De pronto, sus piernas se debilitaron, su visión comenzó a nublarse, se sintió mareado y el dolor punzante en la mano y el codo aparecieron, así como los escalofríos, el impulso de adrenalina se había terminado, Sombra se desplomó en los adoquines del callejón.

Caminaba por un pasillo de piedra en completa penumbra, sus ojos se fijaron en la acostumbrada puerta del fondo, la golpeó tres veces, esperando el típico:

—Entra —dijo una voz ronroneante. 

Sombra dio un par de pasos en la habitación escasamente iluminada y arrojó el saco con las esferas sobre la mesa larga.

—Está hecho —Se dirigió a su superior secamente.

—Lo sé, tuvimos que «limpiar» mucho después de tu pequeña incursión.

El Gato se inclinó hacia adelante, dejando ver unos ojos amarillos penetrantes.

—Me decepcionas, Sombra. Descontaré los gastos de tu ganancia, quizás así aprenderás a no ser tan petulante. 

Erden emitió un ligero ruido de incredulidad. El Gato vació el saco de esferas sobre la mesa y las examinó.

—Solo debías robar una, pero te excediste un poco, ¿no crees? —preguntó haciendo énfasis en las erres. 

—Querías un artefacto mágico, ahora tienes treinta. Disfrútalos —respondió Erden con un gesto amplio de la mano y una ligera sonrisa burlona. 

Sombra se dio la vuelta dispuesto a retirarse.

—¿Es todo? —preguntó Gato.

El ladrón se detuvo en seco, deslizó el broche por su manga y lo colocó sobre las esferas.

—No, también encontré este lindo broche, pensaba quedarmelo, pero Calxif me dijo que era justo lo que buscábamos —dijo con una leve risa—. Apuesto a que tus hechiceros no se habrían fijado en una simple joya.

El Gato esbozó una leve sonrisa, dejando al descubierto unos colmillos afilados.

Sombra se dio la vuelta finalmente, con una sonrisa triunfal en los labios, salió con paso decidido y se fusionó en la penumbra.

Fabiana Patiño

Fabiana Patiño nació en Caracas, Venezuela, en septiembre de 1995. Desde temprana edad demostró pasión por la lectura de clásicos de la literatura y sagas de fantasía, hallando inspiración en autores como J.R.R. Tolkien y George R.R. Martin. En 2013 ingresó a la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela, donde cultivó aún más su amor por la lectura y escritura, creando breves intentos de novelas y relatos. Desde 2017 comenzó a explorar su creatividad a través del juego de rol Calabozos y Dragones, que le permitió desarrollar su propia historia de fantasía que planea convertir en una saga titulada Relatos de Sylhandar.