Atrapadas por la cultura

2023-08-07 yelisbeth-ie

Elena, una mujer de treinta y nueve años, vive en pareja, y hace cuatro años tienen una hija, Mía. Elena es una alta ejecutiva, desde que salió de la universidad siempre ha estado en el mundo corporativo, hija menor de cuatro hermanos, su madre, una mujer trabajadora, de temple y tesón, mil por ciento feminista sacó adelante sus hijos sin ayuda de hombres, para ella la familia es lo primero no importa donde estén o que hagan, Elena es así, cien por ciento hija y hermana, una amiga fiel muy comprometida, trabajadora empedernida, su trabajo es su relax, es su lugar favorito, le encantan los retos, no es muy burocrática, se inclina más hacia los trabajadores, soñó con tener hijos, la casa, esposo, eso como parte de su cultura familiar, su pensamiento: «si no tienes hijos ¿quién te va a cuidar?». Es una mujer que le encanta ayudar a los demás a sus casi cuarenta años se siente atrapada, debatida entre si hoy es feliz con lo que tiene o no.

Si realmente ser madre le da la felicidad que tanto escuchó de sus hermanos o de su madre, hoy ve la vida de otra forma, ya Mia existe, le demanda tiempo y atención, cosas que escasean en su vida, su pareja Reinaldo, un hombre que trabaja desde casa, emprendedor, se ocupa de lo más mínimo, trata de ser ese equilibrio entre Elena y Mía. Él también anhelaba ser padre, pero una vez Mia llegó el panorama es otro, para él la familia es primero, pero el cambio de la paternidad les ha pegado a ambos, tener hijos, sostenerlos en todo el proceso, representan sacrificios y miedos que nunca habían sentido, cuestionamientos que jamás habían tenido, y a lo lejos ven la vida que tenían, que les parecía tal vez aburrida que les faltaba algo; un bebé. Ese ser que viniera a llenar sus vidas de luz, pero, ¿era esta la luz?

Elena y Reinaldo viven en una zona módica de una ciudad en Barcelona, España, dentro de un piso de 3 habitaciones y 2 baños, sala, cocina y comedor con un aspecto innovador. A Reinaldo le encanta la tecnología y le gusta tenerla en casa, casa que está llena de juguetes por todos lados, no hay lugar que se salve, si vas al baño seguramente te encontrarás un pato o uno de los shark, tienen un balcón que es refugio, una vista hermosa llena de naturaleza.

Elena tiene a su madre vive cerca y la ayuda con el cuidado de Mia, juntos luchan con las adversidades, los gastos, la vida en sí. El mundo competitivo no perdona y todo va a mil por hora, Elena a veces recuerda su pase por su infancia y encuentra todo tan simple, ella no viene de familia rica, vivió con necesidades, pero nada le faltó, fue feliz en un pueblo rural de Barcelona, donde solo importaba comer y estar juntos, a menudo se pregunta ¿qué cambió?, ¿Qué pasó con esa Elena que reía?, a la que no importaba si llegaba tarde, que su mundo era divertido, ¿qué pasó realmente?, ¿quería tener pareja y ser madre?, ¿estaba segura de esta vida cuando decidió eso que hoy ya es una realidad?, ¿es una buena madre?, cuando trabaja tanto y solo le dedica pocas horas del día a Mia.

El tiempo se les esfuma entre reuniones y burocracia, cuando llega a casa y atiende a Mia, solo quiere meterse en su teléfono para tratar de tener una vida paralela, allí entre celebridades y lo fácil que los influencers hacen parecer la vida, pero no, la realidad es otra, su despertador suena a las siete de la mañana, ya Reinaldo se ha levantado para ayudar con las meriendas de Mia y darle algo de comer a ella para que vaya a la oficina, Elena levanta a Mia, antes se la ha despegado de la costilla izquierda. Su día empieza entre risas, unos días, otros, gritos de rabia y peleas, juntas van al cole, y ella al trabajo. A Elena la esperan reuniones, un equipo y ella aún no ha despertado del todo, lidera un equipo joven, y si, los jóvenes no son burocráticos, así que le toca ser mamá de adolescente en el trabajo, el día pasa y al regresar a casa, busca videos que ver.

¿Este fue el sueño que me vendieron?, a Reinaldo lo amo, sí, es un excelente hombre y padre, pero, ¿él realmente estará feliz?, ¿esta fue la vida de ensueño que él imaginó?, si yo no tuviese esto me habría quedado con mi vida anterior a ellos, llegase aquí a un piso vacío y ¿realmente tendría felicidad? Entonces, ¿qué es la felicidad?, ¿es esto?, ¿es la casa, los hijos, el esposo?, ¿es esto o yo no lo supe interpretar? Mi vida no sería la misma sin Mia y sus ocurrencias, sin su amor y nuestras peleas, pero el mundo es un desastre, ¿en dónde la metí? —Se cuestionó Elena mientras hacía la cena.
Pedofilias a la luz del día, los seres humanos ahora no se saben definir, de dos géneros a diez géneros que ni ellos entienden, todo esto pasa por la mente de Elena y el sándwich aún no está listo, Mia comienza a pedirle su comida, Elena se dispone a darle un trozo de fruta, Mia no quiere, empieza la pataleta, ella trata con amor de descifrar lo que quiere o le molesta, pero no, Mia no sabe y el llanto es más fuerte, los talones le duelen, estuvo en 5 reuniones ese día y su cabeza está llena de información, mientras Reinaldo ve el fútbol y está totalmente metido en una pelea sobre una falta del partido; si es para tarjeta o no. Elena no sabe qué hacer con Mia y estalla, ya su paciencia acaba de terminar y la lleva al cuarto como castigo, los gritos son aterradores, Reinaldo al fin cae en cuenta que el caos no está en el campo, está en la cocina, no entiende qué pasa, solo que Elena está con furia y sabe que así es mejor no respirar, trata de ver dónde está Mia, ve porque la puerta está ligeramente abierta, se debate entre preguntarle o no hacerlo, sabe que si lo hace Elena sabrá que él estaba en el juego de fútbol y no en la batalla campal de la cocina, decide ver a Elena y ella lo mira.

—¿Qué? ¿Tienes algo que decir?, ¿no viste lo que hizo?, ahora de paso tengo que recoger el reguero de su grosería —Continuó Elena con una serie de quejas y reclamos.

Reinaldo se siente atacado y empieza una de las tres o cuatro discusiones de la semana que habitualmente tienen, al terminar solo queda el silencio. Elena sirve la cena, Reinaldo busca a Mía, la despierta, del llanto se durmió, cenan, y Elena va a su cama a sostener su teléfono, ese parece ser su único escape ante la vida.

Al otro extremo de la ciudad está Bárbara, una muchacha de clase baja que vive en los suburbios, la pobreza siempre la ha rodeado, su forma de ser precoz no la ha ayudado, siempre en la calle, a los diecisiete años le gusto Juan, él es carpintero junto a su padre, con Juan a esa edad tuvo su primer hijo llamado Ricardo, luego siguió Mórela y Juan Junior, Juan solo tenía veinte años cuando se convirtió en padre, pasando altas y bajas económicas, su vida siempre ha sido al día, ella no trabaja, la pereza la acompaña, no hace nada y no le enseña nada a sus hijos más que comer y dormir.

Ricardo, el mayor de ellos no va a la escuela, Bárbara quiere que Juan pague por un transporte que se ocupe de todo, entre gritos y alcohol pasan los días y los fines de semana, Bárbara feliz si Juan lleva dinero para beber alcohol y fumar, no cocina, a duras penas lava la ropa, si está de humor hace cosas de la casa si no, no, mientras, Juan trabaja todos los días a ver qué hace para llevar el pan. Con tres hijos y veinticuatro años decide irse de la ciudad a Tenerife, no quiere seguir en esa vida, los niños le molestan, no quiere seguir cuidándolos, Juan Junior solo tiene un año. Bárbara quiere vivir su vida, tuvo hijos porque su mamá tuvo cuatro hijos, pero con padres distintos y su pareja actual la mantiene, ella creyó que su vida sería como la de su mamá, en su casa con todo cubierto, pero no esa no fue su realidad, cansada de ser mamá y queriendo vivir su vida, procede a dejar a Juan, para ella es aburrido, nunca tiene nada.

—Yo quiero vivir —dijo Bárbara.
—Tía vamos a hacer la pasta, allá hay trabajos, unos tíos guapos, tú déjale los niños a Juan, él verá, siempre la mujer es la castigada con los niños, tengo un primo que nos tiene trabajo y bueno le mandas a los chavales y ya, a los niños es fácil golosinas, juguetes y son felices los gilipollas —dijo Sofía en Tenerife.

Para Bárbara era tentador la libertad que siempre anheló, ya dejaría atrás los pañales, los mocos, la fiebre, podría estar con quien quisiera, a beber sin parar, fumar, solo le esperaba rumba.

En medio de una acalorada discusión y con su plan en mente de ir hacia la libertad se va, vendió la casa, Juan iría donde su madre y los niños adoraban a la abuela, abuela que decide apoyarlo, sin nada que temer Bárbara se va a su viaje con Sofía, en Tenerife llega a un pequeño piso donde vivían varias mujeres más, el primo las recogió en el embarcadero.

—Mañana las busco para llevarlas a su trabajo ya todo está listo —dijo el primo de Sofía.

Bárbara, feliz con su cigarro y una cerveza, se duerme en un pequeño colchón. Al día siguiente el primo de Sofía las lleva a un lugar que por fuera parecía una discoteca, pero ya todo estaba apagado solo limpiaban, las recibe Rodrigo Escotet.

—¡Pero qué guapas! Bienvenidas, ¿algo de beber y drogas? —preguntó Rodrigo.

Para Bárbara ese ambiente no le era raro, ella había hecho de todo y visto de todo, así que nada le extrañaba al igual que a Sofía,
—¿Cuál es tu historia?, ¿qué las trae acá? —preguntó Rodrigo.
—Queremos divertirnos y ganar pasta —dijo Sofía entre risas con mirada sensual.

Bárbara ríe y hace un gesto con su lengua, como incitando otras cosas, Rodrigo les cuenta que llegaron al lugar correcto ,ganaran pasta, pero sobre todo se divertirán, cada noche, se pondrán bellas y ganaran dinero.

—¿Tienen familia? —preguntó Rodrigo.
—Solo mi madre y una hija, pero les mando y ya. La tuve muy joven, no sabía lo que hacía enamorada de un gilipollas tonto —dijo Sofia mientras le pidió al primo que encender su cigarrillo,
—Tengo tres hijos, se los he dejado al padre y a su abuela, estarán bien, también quiero mandarles pasta, para que les compren cosas, su papá es un fracasado, no sé para qué le tuve 3 hijos, pero bueno —dijo Bárbara.

—Pero antes den una vuelta, quiero verlas, levanten su falda, enséñeme sus pechos, por si debo invertir algo aquí —dijo Rodrigo.

Bárbara lo hace con gusto y Sofía también.

—Es mi política; probar lo que voy a ofrecer a mis clientes, así que, ¿quién viene primero? —preguntó Rodrigo.
—Yo —dijo Bárbara.
—¿Eres capaz de hacer lo que te pida? —preguntó Rodrigo.
—Sí, yo lo he hecho antes —dijo Bárbara.
—¿Antes? —preguntó Rodrigo.
—Sí, antes de ser mamá, así es la vida en los suburbios, si quieres algo lo consigues a como dé lugar, ¿quieres algo especial? —preguntó Bárbara.
—Sí, báilame, sedúceme —dijo Rodrigo.

Bárbara sabía muy bien qué hacer, dónde tocar a un hombre, como sonreír, nada de eso era nuevo para ella, mientras lo hacía pensaba en la vida aburrida de ama de casa que había tenido con Juan, levantarse hacer comida, amamantar, tener que atender a los niños, preparar teteros, enseñarlos a hacer popó y pipí, cambiar pañales, aunque quería a sus hijos no quería esa vida, reconocía que le gustaba dormir con ellos, entender sus ocurrencias, pero no, no quería criarlos, ella misma decía que son bellos hasta los seis años. En el sitio sonaba reggaetón mientras le bailaba sensualmente a Rodrigo, lo tocaba y no lo hacía, le acercaba los pechos y se los quitaba, le rozaba los labios, Rodrigo enloqueció y la agarró fuerte, se la montó encima e hizo lo suyo, probó su mercancía.

—Bien, estás aprobada —dijo Rodrigo recuperando el aliento y con una sonrisa irónica.
Rodrigo se levantó, tomó una bocanada de aire que dejó salir con fuerza en una fuerte respiración,fue hacia la mesa, sirvió un trago de vodka y se lo ofreció a Bárbara quien lo rechaza, él se aproximó con fuerza a ella y la tomó del mentón

—No, no, no, tú haces lo que el cliente quiera, si quiere beber, bebemos, si quiere que gimas, gimes, si quiere que grites, gritas, aquí solo hacemos lo que el cliente quiere, él es tu amo y yo soy tu amo ahora —dijo Rodrigo.

Ella sonríe, abre la boca, saca su lengua.

—Viértelo en mi boca —dijo Bárbara.

Rodrigo sonríe con cara de satisfacción y vierte dentro de su boca un chorro, ella lo traga y ríe, ahora le toca a Sofía la amiga de Bárbara, Rodrigo prueba las que serán las novedades de su club y se siente satisfecho, en el fondo de Bárbara se pregunta con sentimiento de culpa, «¿estarán bien mis hijos?, bueno están con el tonto de Juan, él sabrá qué hace».
Mientras, Juan se consuela con la vecina que se había separado de su esposo abusador y que siempre compartían en pareja, Juan queda solo con tres niños que no tenía ni idea de cómo cuidar, Ricardo el mayor pasaba por su segundo abandono, ya Bárbara cuando él tenía cuatro años se había ido a lo mismo; en búsqueda de su libertad, pero a los pocos meses había vuelto con Juan y luego tuvieron a sus otros dos hermanos, Ricardo era un niño reservado, no era muy social no hablaba con nadie y Bárbara, su madre, lo había convencido de que era lo mejor, alegando que ella les mandaría el dinero que tanto necesitaban, al establecerse se los llevaría junto con ella, promesa que Bárbara sabía que no cumpliría. Juan en su taller de carpintería buscaba cómo sostenerse y sostener a sus hijos, él sabía que Bárbara no era lo mejor del mundo, pero era la mamá de sus hijos y la quería, tal vez no sabía de qué forma, pero él había amado a esa mujer.

Bárbara por su parte continuaba viviendo lo que ella denominaba su vida feliz, noche tras noche dejaba muy buenas ganancias a Rodrigo, tenía seguidores en las redes, allí desataba su talento sin que le importara quien la viera, incluso sin pensar que Juan o sus hijos podrían verla, esa era su vida, de vez en cuando enviaba dinero a su exsuegra para que los niños comieran en la calle o le compraran algún juguete, hablaba con ellos por videollamadas, y seguía pintándoles las esperanza del reencuentro, a pesar de todo ella los extrañaba. Por las noches, después del último cliente, subía a la azotea con cualquier botella que le hayan dejado, una cajetilla de cigarrillo y veía las fotos de sus tres pequeños que ya no estaban tan pequeños; ya iban a la escuela, se disfrazaban, jugaban, hablaban corrido y a veces hasta no le atendían las llamadas simplemente porque la llamaban luego. Dependiendo de su tristeza del día le pedía algo más fuerte al primo de Sofía para ahogar sus penas, allá arriba contaba sus ganancias de la noche.

«¿Qué haré?, bueno, les compraré una casa a los niños, Juan jamás podrá hacerlo, les compraré ropa y lo que quieran ¿para qué tuve hijos?, ¿los traje a qué?, ¿en qué momento se me ocurrió?, bueno, al fin y al cabo ¿qué? Si no los hubiese tenido ¿qué clase de mujer hubiese sido?, total ese es el don de la mujer para eso nacemos para tener hijos, y ¿yo?, yo soy más mujer que todas, traje hijos como Dios manda y doy el máximo placer a los hombres, así que diosito estoy perdonada», pensó Bárbara.

Así pasaban las noches y días, pensando, justificando lo que hacía día a día, viviendo la vida fácil, que no era tan fácil cuando tenía que atender a un viejo de de casi ochenta años, a un depravado obsceno que gozaba golpeándola o jalándole los cabellos, en esas circunstancias no le quedaba más que seguir y justificar lo que era una vida fácil.
En otro continente estaba Melissa, una mujer de treinta y siete años, para ella siempre estuvo claro que no quería tener hijos, a los veintiséis años se dio cuenta de que este mundo estaba lo suficientemente podrido como para no traer más personas aquí, vivía en Florida, le había tocado emigrar desde Venezuela, su familia vivía en Venezuela aún, gozaba de buen trabajo, ayudaba a su familia con lo que podía, Melissa tenía una pareja, acababan de cumplir diez años juntos, se fueron desde Venezuela, Julián coincidió con Melissa en no querer ser padres, a Julián le gustaba surfear, era el menor de cuatro hermanos, y solo él ayudaba a sus padres. Sus hermanos no lo hacían, con el pretexto de que Julián era el soltero, que él no tenía responsabilidades, como si sus padres fuesen solo de él, a Julián no le pesaba, lo hacía con amor y dedicación.

Un día en medio de una cena con amigos y compañeros en una barbacoa que Julián hacía deliciosa conversaron junto a amigos.

—¿Cuánto tiempo llevan juntos? —preguntó Alicia.
—Diez años, ¿no es la mujer más hermosa? —contestó Julián.
—Si claro, pero ¿cuándo van a encargar?, se va haciendo tarde ¿no? —preguntó Alicia.
Melissa siempre contestaba esa pregunta de forma jocosa, pero esa noche no quiso ser políticamente correcta.
—Nunca, Julián y yo hace mucho acordamos que no queríamos tenerlos —contestó Melissa.
Julián se volteó sorprendido, él sabía que contestaría ella, pero esta vez fue diferente su tono cambió y su mirada también, Julián recogía los platos.
—¿Qué?, por Dios, estás tan equivocada, ¿quién cuidará de ustedes cuando sean viejos?, amiga, es una mala decisión —dijo Alicia.

A Melissa se le aceleró el corazón, Julián vio la mirada penetrante de Melissa, buscó intervenir, Melissa lo miró y levantó la mano para detenerlo.

—Alicia, ¿los hijos son una transacción?, ¿hay que tenerlos para que te cuiden de viejo?, ¿para eso tuviste a los gemelos?, ¿qué pasaría si ellos no quieren?, o simplemente mueren antes que tú, qué pasa allí, ¿uno pierde el negocio?
Hubo silencio en la mesa, todos habían escuchado la respuesta de Melissa y la cara de Alicia se transformó.
—¿Qué pasa chicas?, ¿por qué esas caras?, ¿todo está bien? —preguntó María.
—Si tú crees que yo traje al mundo a mis hijos por eso, estás loca, ellos no son una cosa, ellos me aman es la mejor bendición de mi vida, sin ellos mi vida no tendría sentido —dijo Alicia después de dar un golpe con furia a la mesa.
—¿Yo me meto con eso? Me parece excelente que los hayas traído al mundo los críes con amor, trates de enseñarles de la vida y sean buenos seres humanos, lo que no estoy de acuerdo es que me digas quién va a cuidar de mí cuando sea vieja, porque esa no es una obligación, yo soy buena hija me ocupo de mi madre, Julián ni hablar, él es el mejor hijo que haya conocido y tiene tres hermanos más que son lo peor, creo que uno tiene hijos porque así lo desea, sabiendo la gran responsabilidad que eso conlleva y que no es por un interés o cliché —dijo Melissa.
¿Qué, Julián? Entonces no dejarás descendencia, no habrá sangre de tu sangre aquí en la tierra amigo mío ¿para qué naciste?, si no es para ser un hombre y dejar tus semillas —dijo Ernesto, esposo de Alicia con risa jocosa y burlona.
—¿Es en serio? Entonces, ¿eso es ser un hombre? —preguntó Julián.
—¿Si no es eso?, ¿qué? —preguntó Ernesto.
Los demás empiezan a notar que la conversación cambia de color, muchos callados murmuran entre ellos, mientras recogen los trastes o buscan más bebidas.
—¿Tú eres feliz?, ¿son felices?, ¿conocen a sus hijos?, ¿saben si lo han hecho bien? —preguntó Melissa.
—Pero es que mira amor, ellos no se han ni casado, no entienden nada de las bases sociales, mejor dejemos esto así y pongamos música —dijo Ernesto.

La furia de Melissa ya se hacía incontrolable.

—Si quieres nos vamos y ya, ellos creen que así es la vida y nosotros estamos bien, así somos felices —dijo Julián.
Por momentos Melissa se cuestionó, pero rápido cayó en cuenta que Ernesto estaba cansado de serle infiel Alicia, Alicia había hecho lo mismo unas cuantas veces, los gemelos no soportan a sus padres y tenían graves problemas de comunicación, Melissa se dio cuenta de que el 99% de las personas eran presas de la cultura, de lo que otros establecieron, qué estaba bien o mal, si vivías para recibir la aprobación de todo el mundo terminas siendo un desconocido para ti mismo, que cada día conocemos menos el mundo que nos rodea y la gente es y tiene la vida que decide vivir. Ese pequeño momento de introspección la calmó, sus latidos bajaron, decidió tomar un sorbo de vino, vio a la cara a Alicia, furiosa y afligida.
—Aceptemos nuestras diferencias y estilos de vida, si eres feliz así no creas, que porque yo no tengo tu misma vida yo no lo soy, al fin y al cabo lo que importa es que seamos felices y si llegamos o no a viejas eso no lo sabemos, sabemos cuándo nacemos, pero no cuando partimos —dijo Melissa.
María sonrió y abrazó a Melissa, Alicia bajó los hombros, mientras Ernesto y Julián observaban que todo pasó.
—Menos mal se calmaron, ven y te enseño unas fotos de una estudiante que tengo. ¡Dios, a esa le monto 2 gemelos más! —dijo Ernesto.

Julián rió y solo se ocupó de seguir limpiando la parrillera. Alicia le sonrió a Melissa y salió al patio a fumar un cigarro escondida de Ernesto y empezó a preguntarse si lo que había dicho Melissa estaba tan lejos dela realidad, cuánto de la decisión de los gemelos era de ella o de su empecinada madre que la hizo casar de velo y corona, cuando ella solo quería recorrer el mundo y retratarlo con sus cuadros, ¿realmente lo estaba haciendo bien? Volteó a buscar a sus gemelos con la vista y estaban cada uno en una esquina con sus tablets en sus mundos, miró a Ernesto y solo reía con su teléfono, miró al fondo y estaba Melissa y Julián en un cálido abrazo riendo y sellando esa risa con un beso. Sus demás amigos que también eran padres hablando, unos atendiendo a uno de los niños, otros persiguiéndolos porque eran bebes y solo nos cabe preguntarnos ¿tú vida la decides tú todos los días o estás siguiendo un rebaño que alguien diseñó?, ¿y tú solo por inercia lo sigues?

¿Quién vive la vida perfecta?, ¿quién la tiene? De donde se basa la perfección, ¿quién decide que es perfecto y que no?
Si eres Elena, Melissa, Bárbara, Sofía o Alicia, no importa la vida que tengas o la que estás construyendo, solo pregúntate de vez en cuando. ¿Es esto lo que quiero?, ¿esta vida la construyo con pareja, hijos o sin hijos?, si pudiera salir de mi vida y entrar o verla desde un telescopio, ¿esa es la vida que quiero vivir?

Si la respuesta es sí, ¿por qué?, ¿para qué?
Si no la tienes aún, búscala, y si crees que no llegará, sí llegará, porque el propósito de cada uno no es el mismo, eso no está determinado por nadie, solo por ti, y todos los días puedes mover la brújula y cambiar de rumbo.

La atadura más grande que tenemos no es dónde estamos o dónde nacimos; es en lo que creemos y lo que pensamos.

¿Quién dice si un indigente no es feliz, solo porque no tiene casa?
¿Quién dice que una prostituta no es feliz, solo porque no tiene un hogar?
¿Quién dice que una mujer no es mujer, solo porque no tiene hijos?
¿Quién dice que un hombre no es un hombre, solo porque no deje descendencia?
¿Quién te dijo que solo con la casa, los niños y la pareja eres feliz?
¿Quién te dijo que el día más feliz de tu vida es cuando te casas, y no es hoy?
¿Quién te dijo que el único rol de tu vida es hacer feliz a los demás?
¿Quién te dijo que el único amor más profundo es el amor de un hijo?
¿Quién dice que es correcto o incorrecto?
¿Quién tiene ese derecho?

Es una realidad o ¿no los han hecho creer?